Capítulo 23

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Durante los días siguientes, las pesadilla se volvieron cada vez más recurrentes

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Durante los días siguientes, las pesadilla se volvieron cada vez más recurrentes.

Rosas blancas, fuego y voces que me señalan de traidor. Todo esos elementos no dejaban de inmiscuirse en mis pocas horas de sueño.

Todo tenía que ver con cierto evento que ocurrió en mi pasado.

Un incendio.

Ese fue el método tan «sutil» que utilicé para acabar con las instalaciones físicas de PAIN. Necesitaba destruir todo de una forma rápida y, apoderado por la adrenalina del momento, eso fue lo mejor que se me ocurrió y quizá sí era la mejor opción.

Aquella noche, el fuego se extendió mucho más rápido de lo que había pensado. Calculé mal el tiempo... lo calculé casi todo mal. Mi plan estaba tuvo algunos contratiempos, entre ellos el que yo quedé atrapado en el acto. Me quedé solo y encerrado en una habitación invadida de humo. Me asfixiaba. Y si los bomberos no hubiesen lograron encontrarme a tiempo, mi vida hubiera terminado justo ahí.

Aquel evento, aquella época debió de ser muchos más traumática de lo que yo consideraba. Mis recuerdos se habían abreviado unos con otros y se aparecían como una salida poco convincente de mi rutina diaria, el camino más fácil hacia el insomnio. No solo eso sino que yo me estaba volviendo cada vez más ansioso.

Luego de tres intentos fallidos por conciliar el sueño, alargué la mano para alcanzar el teléfono, que estaba posado sobre la mesa que tenía a un lado de la cama. Cuando logré tomarlo, me lo puse frente al rostro para ver la hora.

La luz azul que provenía de la pantalla me encandiló los ojos.

Pestañee dos veces.

3:00 AM.

Dos miserables horas, solo eso había dormido. La misma historia de la última semana, la anterior y la anterior a esa.

Hice a un lado el edredón que me cubría de una patada.

La calefacción se sentía insuficiente, así que me puse mi bata, luego de eso metí el teléfono en uno de los bolsillos de esta y me encaminé, arrastrando los pies, hacia la cocina.

En algún lugar había escuchado que la leche tibia ayudaba a conciliar el sueño. Nada perdía con intentarlo. No quería terminar ingiriendo píldoras para dormir como algunos de mis pacientes.

Me paré frente al refrigerador, pensando en que esa sería la nueva ironía que se sumaría a mi vida.

Sacudí la cabeza.

Una ola de vapor frío me golpeó en la cara cuando me asomé al refrigerador, tratando de encontrar la leche. Estaba detrás de las latas amarillas de la bebida que Cristian me había recomendado. Compré una caja. Tuve que admitir que sí era buena, de mi gusto al menos.

Parpadee un par de veces; los ojos me ardían. Mi cuerpo estaba muy cansado, pedía a gritos descansar, pero mi cerebro tenía la energía de cincuenta niños de preescolar.

LA DAGA DE PAIN©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora