Capítulo 20

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—La mejoría de sus pacientes es muy evidente

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—La mejoría de sus pacientes es muy evidente. La mayor parte de ellos han asistido como máximo a cuatro sesiones, menos en otros casos. Hay excepciones, claro.

Podía escuchar como él presionaba el mause y el teclado de su computadora.

Yo tenía la mirada enfocada en la fascinante estructura de los edificios que se veían a través del ventanal, que estaba en el despacho del director del hospital.

—Lo excepcional es que muchos mostraron o confirmaron signos evidentes de mejoría mental —continúo con su campaña comunicativa.

—¿Por eso? —inquirí sin alejarme de la ventana, evitando así enfrentar al hombre que se balanceaba en su silla giratoria.

—¿Cómo lo ha hecho? Dichas habilidades no tienen precio. Traerlo a este hospital fue la decisión correcta, se lo dije al sindicato. Nunca dude de usted o de sus talentos.

Cimbré las cejas.

Mentira. Otra mentira de su lengua aduladora, súbdita de una motivación hipócrita y egoísta.

Me crucé de brazos para encararlo.

—Usted lo ha dicho, esas habilidades no tienen precio. Los resultados de adquirir tal conocimiento no se pagaría ni con todo el dinero del mundo —destaqué.

—Vamos, sé que comenzamos con el pie izquierdo pero, no se lo tome a mal. De verdad estamos agradecidos y muy sorprendidos por el prestigio que está dándole al departamento de psicología. —El hombre se levantó para ir a tomar asiento en su sala personal—. Venga, siéntese.

Exacto, de eso se trataba: prestigio.

Si el tratamiento hubiese tenido el resultado opuesto al que de verdad obtuvo, hubieran pisoteado mis talentos por tal de salvar la cara.

—Ya que estamos hablando de gratificar mi desempeño, es preciso entonces que yo tomé está reunión para notificar mi de mi aumento salarial —espeté.

—Bueno... Eso. —Se aclaró la garganta.

—Eso pensé. Gracias por quitarme el tiempo. —Me encaminé a la puerta—. Me voy. Continué sano.

Después de esa molesta conversación y un duro día de trabajo, lo único que en lo que podía pensar era en desconectarme de todo.

Era muy consciente de que dormir con tranquilidad era pedir demasiado, pero quería intentarlo.

Era como si todo lo que hacía en ese entonces fuera intentar.

Cuando estuve frente a la puerta de mi departamento e ingresé la contraseña, no pude evitar en considerar cambiar el código.

Lo haré mañana.

Abrí la puerta y cuando me introduje en el interior, escuché el pitido de esta cerrándose detrás de mí.

LA DAGA DE PAIN©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora