|Epílogo|

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14 años atrás, 2017

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14 años atrás, 2017

Silencio, silencio, entorno  perfecto para los sabios eruditos y los estudiantes pensativos. Orden, orden, la disciplina adquirida que cada padre exige o al menos anhela de parte de sus hijos. Eso y más moraba en esas instalaciones. Tal como la sal es la esencia de un océano, la disciplina, la mente trabajadora y ambiciosa era la esencia de PAIN.

En la mayoría de las ocho plantas se podía disfrutar de la clase de paz que evoca un mar en calma. Los matices de las paredes dentro de aquel edificio parecían arena plateada y era inevitable pensar en las perlas negras cuando se caminaba sobre los pisos.

El final del pasillo, en el quinto piso, llevaba de frente a una puerta doble que lucía la pureza de la porcelana hecha madera, ornamentada con la magnificencia de la plata. Desde fuera se percibía, tal rumor del oleaje, un murmullo de voces indistintas.

Al otro lado de esas puertas se escondía una una amplia habitación. Era un sitio oculto a los ojos curiosos; prohibido para los niveles inferiores.

Al entrar, los ojos se encontraban inevitablemente con un ventanal que estaba a la izquierda, estaba hecho de un material que permitía una vista clara hacia el bosque y los exteriores desde adentro mientras que desde fuera parecía ser solo un espejo.

Cuando mirabas hacia arriba te dabas de la manera tan ingeniosa en la que habían conseguido que el techo funcionara como una estantería.

El piso estaba labrado en un material que imitaba muy bien al cristal, dejaba la sensación de que a la menor torpeza uno podía hundirse para siempre. Pero seres que se encontraban  ahí a diario no aparentaban ni una pizca de inseguridad cuando caminaban de un lugar a otro.

—¿Porque aferrarse al afán de encontrar un amigo? —espetó de pronto Yeshua Mireles, un jovencito de unos trece años, sacudiendo el delgado libro que tenía en la mano derecha.

Su interrogación consiguió atraer las miradas de algunos de sus compañeros.

Había diez personas dentro de esa habitación, entre los cuales solo dos tenían ojos azules. Yeshua poseía en sus pupilas el azul transparente de un cielo invernal. Sin embargo, sus ojos no podían competir con los de ese otro chico porque algunos decían que la mirada de Elidan era especial y tenía habilidades hipnóticas.

—¿El Principito?—inquirió Elídan, que fue el primero en interesarse por el título del libro que leía Yeshua—. Lectura profunda... las dudas surje...

—Lectura mediocre —refunfuñó Yeshua y abanicó las hojas de libro.

—No existe una lectura mediocre, solo lector o escritor mediocre; toda historia puede aportar algo siempre y cuando el consumidor sepa aprovecharlo— repuso Elaine, una delicada jovencita de largo y liso cabello castaño y ojos tan oscuros como las profundidades del océano.

Yeshua miró hacia chica. Estaba sentada sobre un sillón blanco y sin respaldo que se encontraba en uno de los rincones y tenían un muchacho a su lado. Sin embargo, Axel no se molestó en apartar la vista de su propia lectura, lectura que lo mantenía absorto casi por completo.

LA DAGA DE PAIN©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora