Capitulo 15

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¿Qué resulta mejor para olvidar tus debilidades? Centrase en las de los demás ¡Exacto! Y a eso le di mi entera atención los días posteriores

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¿Qué resulta mejor para olvidar tus debilidades? Centrase en las de los demás ¡Exacto! Y a eso le di mi entera atención los días posteriores. Enterarme y escuchar los problemas e historias de los demás sin lugar a duda me desconectaría de mi disputa mental. La psicológica me facilitaba gozar de tal distracción e iba sacarle provecho.

—¿Te has preguntado por qué quieres hacerlo? —pregunté.

Ese día me encontraba en una sesión oficial con Kevin, que finalmente se había dignado a programar una cita en lugar de recortar mi tiempo libre.

—¿Acaso importa? ¿Necesito una razón para ver a mi padre? ¿Es qué él no desea verme y por eso no me ha llamado ni una vez, ni ha intentado pedirme que lo visite? ¿No les permiten usar aunque sea una vez el teléfono en prisión?

Kevin era muy hábil cuando se trataba de coordinar los ademanes con las palabras.

—Todas las preguntas anteriores son correctas, Kevin. Pero... ¿A quién beneficiaria dicha acción? ¿A ti o él? ¿Cuales serían las consecuencias? ¿Te has preguntado alguna vez, seriamente y poniendote en su lugar, la razón por la que tu padre no te ha contactado? ¿Lo has pensado?

—Pensar —siseó—. Lo único en lo que puedo pensar es en mi hambre de respuestas. Esa misma hambre o tal vez la falta de ella fue la que empujó a mi madre a marcharse.

—¿Hace cuanto no ves a tu madre? —Giré el bolígrafo entre mis dedos.

—Tres años. Se fue cuando yo tenía catorce y lo único que veo de ella es una alerta de transferencia electrónica cada mes —comentó.

Al menos se molestaba en enviarle dinero, otras madres meten su egoísmo en las maletas y nunca más vuelven por el resto de sus pertenencias, eso incluye a sus hijos, lo que me llevaba a plantear la siguiente pregunta: 

—¿Has vivido solo todo este tiempo?

—Mi madre me abandonó a mi suerte. Tengo que sobrevivir bajo el cuidado de mi tía abuela de setenta años.

Cabeceé, fingiendo anotar el dato en mi libreta.

—¿La natación fue lo que te ayudó a recuperar la normalidad en tu vida? —interpelé,  manteniendo la cabeza baja en mis anotaciones para no alertarlo.

—Mas que normalidad me daba superioridad. Me demuestra lo talentoso que soy, todo el potencial que llevo encima aun sin el apoyo de mis padres —aludió.

—Lo convertiste en tu refugio, por eso cuando tu amigo intento colarse te molesto, porque él realmente no necesitaba uno, ya lo tenía. Él era el codicioso, no tú.  —Lo señalé con el bolígrafo.

—Siempre solía quejarse, no paraba de lloriquear. Decía que no lo entendían... y aún así tomaba todo lo que ellos le daban, fuera material o emocional.

LA DAGA DE PAIN©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora