Invierno/2010-11

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El niño ya no era tan pequeño, se veía más crecido y usaba uniforme: un saco azul marino y unos pantalones beige

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El niño ya no era tan pequeño, se veía más crecido y usaba uniforme: un saco azul marino y unos pantalones beige. También llevaba un abrigo del mismos color del saco y una bufanda blanca. Su calzado seguían siendo unos tenis blancos.

Cuando el niño exhaló, un vaporcito se escapó de entre sus labios. Él se agarraba con ambas manos a los tirantes de su mochila mientras caminaba por el borde de la acera. Esa tarde la atmósfera se notaba opaca, el sol no asomaba. El área que el niño recorría estaba casi desolada: pasaba un auto cada tanto.

El niño dejó de caminar, su mirada acababa de posarse en algo lejano. ¿Era algo interesante? Podría ser que sí porque se desvió del camino después de ver hacia allí y atravesó un terreno de pasto cubierto por escarcha blanca.

De bajo de un árbol, el único árbol que había en esa área, se encontraba una bicicleta, sin su ciclista.

¿Era eso lo que atrajó su atención?¿La bicicleta ?

El niño caminó un poco más lento, parecía que quería encontrar algo. Se paró frente a la bicicleta, la miró por unos segundos y después caminó al rededor del árbol. El tronco era muy grueso pero parecía que no era por eso que él no pudo terminar de rodearlo. Había alguien recargado contra ese tronco roñoso.

El niño miró a la persona con atención. Era un chico mayor, un adolescente, que estaba sentado sobre una manta azul y bajo la sombra un árbol a pesar de frío que hacía.

El niño se arrodilló para ver al adolescente a los ojos.

—¿Estás bien? ¿Estás pasando por algo difícil? —preguntó el niño.

El adolescente alzó la cabeza y lo miró con una sonrisa.

—¿Eso te parece? —dijo el más grande.

—Me preocupa.

El adolescente reprimió una risilla.

—No. Estoy muy bien, niño.

El niño no mostró expresión en su rostro y se enderezó.

—¿Por qué siempre vienes aquí? —preguntó el niño.

—¿Te molesta?

—Me intriga —contestó el niño.

—Eres muy pequeño para saber pronunciar bien esa palabra... —murmuró el adolescente—. ¿Por qué siempre caminas por aquí solo?

—Porque vine aquí solo y así me iré, solo —contestó.

—Ni más ni menos, chico —El adolescente asintió—. Dices que me viste muchas veces, si te intrigaba saber de mí, ¿porque no viniste antes?

—Tú también dijiste que me viste caminar solo y tampoco hiciste nada.

—¿Cómo te llamas?

—¿Y tú? —el niño devolvió la pregunta.

LA DAGA DE PAIN©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora