Capítulo 10

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El patio trasero del hospital se encontraba moderadamente desolado, un escenario agradable para mi recorrido

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El patio trasero del hospital se encontraba moderadamente desolado, un escenario agradable para mi recorrido. Merodié al rededor de las jardineras por un tiempo razonable y luego me recosté de espalda en uno de los bancos de cemento, que se encontraban a lo largo de los cenderos, con la intención de tomar una breve siesta.

Si hubiese escogido un sitio con más sombra, no habría tenido que luchar para esquivar los feroces rayos de sol que permeaban a través de mis pestañas.

Me coloqué el brazo derecho sobre los ojos con la intención de repeler la luz.

¿Qué hacía yo buscando la luz?¿Acaso no era la oscuridad mi ambiente predilecto? Lo era. No obstante, más que la cerrazón, ese día necesitaba algo que me ayudara a sentirme humano: el calor del sol. Que mi cuerpo exigiera sol y aire para poder coexistir en este planeta resultaba un gran estímulo para conectar con el resto de la humanidad. Al menos en eso coincidimos.  

Una sombra se presentó ante mí, bloqueado la luzm Me obligué a retirar el brazo para abrir los ojos, con cierto porcentaje de recelo.

—¿No eras más del tipo vampiro? —cuestionó, con gracia, la chica rubia que estaba parada frente a mí.

Mi temor se confirmó cuando, tras breves instantes, mi vista logró acoplarse para desenmascarar el rostro de la sombra.

Era ella de nuevo.

—Lisseth, ¿qué haces aquí? —cuestioné con apatía.

—¿Debería herirme tu actitud? —su pregunta fue retórica—. De algún modo... no lo hace.

—¿Puedes darme la respuesta a mi pregunta? —insistí.

—Te buscaba. La recepcionista me dijo que estabas a fuera pero comencé por los lugares sombreados; nunca imaginé encontrarte bajo el sol —confesó ella.

¿La recepcionista? La privacidad no era que me hiciera enfadar y aún así se aguerrian a despojarme de ella. Sin olvidar lo incómodo que me resultaba tener ojos curiosos espiando cada paso que daba.

Me incorporé, ya que ella tenía la intención de seguir hablando.

—¿Por qué me buscarías?

—Porque no quieres que lo haga. ¿Tiene eso sentido?

Opté por solo negar con la cabeza. Ese día de verdad no me apetecía agregar una segunda discusión a mi agenda.

Extendió el brazo, ofreciéndome un sobre blanco. Lo recibí en silencio y luego saqué el elegante y pesado papel que había dentro.

—¿Puedo tomarles una fotografía? —escuché preguntar a una voz, masculina, distante.

Levanté la cabeza del sobre y fijé la vista en el fotógrafo qué dirigía el lente de su cámara hacia una pareja de mediana edad.

LA DAGA DE PAIN©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora