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El sol brillaba como cada mañana, acompañado eso sí, de la mano de aquellas esponjosas y blancas nubes que otorgaban cierto toque artístico al cielo celestino.

A paso rápido, afirmando su mochila al ver que se acercaba el autobús, sintió la adrenalina correr por sus venas. Sabía que si ignoraba aquel medio de transporte, llegaría tarde y odiaba los regaños que vinieran de terceros.
Masticando aquel chicle de fresa, rosado y meloso, emprendió una carrera que no era apta para personas con problemas cardíacos.

El chófer observó como aquella persona corría a una velocidad impresionante. Como si su vida dependiese de ello, agregó más gasolina a sus pies y emprendió vuelo. Gracias al cielo, aquel hombre regordete y de bigote, espero a que el contario subiera, pagando su pasaje y encaminándose a los asientos que se encontraban al fondo.

Suspiró profundo, lento y pausado. Sacó su celular del bolsillo interior de su chaqueta azulada de mezclilla. Aún le quedaban treinta minutos para llegar a su destino.
WooYoung siempre corría contra el tiempo. Era pan de cada día.

Aquella mañana, para variar y como siempre, se quedó pegado a las calentitas sábanas grises de algodón que su mamá le había comprado hace un tiempo. Sus favoritas según él.
La alarma chillo y vibró por más de cinco veces. Cinco veces en las que el susodicho, apagaba cada una de ellas y cerraba sus ojitos. Pero no todo en la vida sale como uno espera, puesto que, ese mismísimo día, Woo tenía presentación de baile artístico.

Contemporáneo, o como le comentaba su cuñado, Seonghwa, movimientos que iban de "acá para allá o de allá para acá", además de saltitos y brincos como gatito bebé.
¿Qué iba a saber Park Seonghwa de arte si él solo daba medicamentos? Cero lógica planteaba el menor.

Cuando por fin llegó a la escuela de artes y presentó su baile, obviamente llevándose consigo miles de felicitaciones y aclamaciones por su dedicación y personalidad, además de la sensualidad que desprendía su cuerpo en cada uno de los movimientos, giros y técnica que empleó, un chico que jamás en su vida había visto, se acercó.

Cabellos rojizos, piel blanca y tersa, unos enormes ojos cafés y unos labios, unos labios rosados y tiernos le daban un toque tierno. Jamás en su vida había visto semejante ser. Era hermoso.

Maravilloso.
Espléndido.
Violable... sí, a Jung WooYoung le parecía violable y que otras ideas impuras habrán pasado por aquella cabecita. Pero eso, era lo de menos.

Frente a ello, sintió su corazón palpitar y querer brincar y huir de su cavidad torácica en cuanto el chico se acercó a él. Una sonrisa adorable y unas ganas de querer apretar sus dulces mejillas, hicieron que su cuerpo tocara hondo y supiera que estaba en la tierra; y no en el cielo hablando con semejante Ángel.

- Bailas hermoso Hyung- su voz, era como un bálsamo para sus oídos.

- Eh... gracias, muchas gracias- susurró nervioso. Sus manos llegaban a sudar.

- ¿Estas bien? ¿Quieres ir por un café?- WooYoung trago duro. Jamás lo habían invitado a un café.

- Gracias, pero debo irme... mi familia me espera, ya sabes...

- Oh, pero puede ser otro día.

- Disculpa, pero estoy algo apurado- estaba nervioso, no apurado. Woo no sabía mentir, y fue algo que noto aquel chico misterioso.

Sin decir más, Jung sonrío nervioso y se volteó con el fin de ir en una dirección contraria. Sentía que la bilis subía por su garganta y en cualquier momento, vomitaria. No quería quedar en ridículo y menos delante de un chico tan precioso y angelical como aquel pelirrojo.
Aunque, cabe señalar que una parte de WooYoung desconfiaba en cierta manera de la cercanía tan pronta e inesperada de aquella persona. Persona que además, jamás había visto en su vida.
Era como si el mismísimo diablo lo hubiera puesto en su camino.

YOU (Choi San, ATEEZ).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora