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Iba observando a través de la ventana que estaba a mi costado. Los faroles iluminaban las calles oscuras de la ciudad, dado que, había anochecido.
Algunos sujetos deambulaban por las calles y locales que estaban al costado de ellas. Cafeterías, almacenes y miles, pero miles de luces blancas y otras coloreantes, alumbraba cada espacio. Hasta el más mínimo.
Quien conducía, se encontraba con un deje de seriedad que daba de pronto escalofríos. Pero tratándose de Choi San, hasta lo más mínimo lo volvía serio, con un temple de molestia, inexplicable.

El semáforo cambió de amarillo a rojo, por lo que detuvo el vehículo. Yo por mi parte, acerque mi mano izquierda, para posarla sobre aquella ajena, la cual se encontraba sobre el panel de cambios. Sus ojos se dirigieron a los míos, a lo cual, sonreí levemente. Por un momento, pensé que dicha acción le molestaría, pero fue todo lo contrario. Me encantaba ver sus labios curvarse, sus ojos volverse una fina linea recta y esos hoyuelos, sin duda, lo mejor de este mundo.

- Estamos cerca de donde vivo, pero primero, iremos a un lugar a comprar algunas cosas- asenti.

Luego del cambio de semáforo, volvió a poner en marcha el vehículo. Admito que, era bastante suave o tranquilo así por decir para manejar.

Pero la pregunta es... ¿Cómo llegué al vehículo de San en plena noche de un viernes?

La respuesta es simple. O más bien, no tan así. En el instante en que mamá estaba con San supuestamente lavando los platos, este le sugirió a mi madre como gran y brillante idea, el que yo, su hija, pasara una noche con él. No una noche romántica o algo por esa línea, sino que una noche que fuera atractiva y fuera de lugar, es decir, algo a lo que yo muy pocas veces había hecho, o prácticamente jamás he realizado.

Por lo que Sannie me relataba en este preciso momento, mamá se negaba rotundamente, puesto que ella creía que él se estaba prestando para esto con un solo propósito. Pero, por lo que notaba, no nos dirigíamos a un apartamento, sino que íbamos en dirección al centro.

Estacionó el vehículo, para luego dirigirnos a lo que creo que era un cine. Había una fila, no tan larga, pero si con un buen número de espectadores ansiosos por conseguir un boleto.
El tema fue, que en lugar de ir allí como suponía que sería, nos encaminamos a un local de comida. Específicamente comida rápida. En las vitrinas, destacaban los productos que ofrecían. Desde pizzas, hasta hamburguesas o copas de helado con más de tres sabores a elección. Estaba en el paraíso.

- ¿Qué desea comer mi princesa?- su sonrisa era hermosa.

-Pizza, hace meses no puedo comer un trozo de pizza... y refresco, con hielo, una Pepsi idealmente- respondí ante su pregunta, a lo cual, él asintió y gustoso se colocó en la fila del local.

Mientras esperaba a que la fila avanzara, sentía mi estómago gruñir. Era extraño, puesto que en casa ya habíamos cenado, pero algo como lo que probariamos en unos minutos más, obviamente no me podía negar.

-Hola ¿qué desean?- la chica que estaba de cajera, era bastante atractiva. Esta en cuanto vio a San, una enorme sonrisa se formó en sus labios.

- Hola, quiero una pizza familiar de peperoni con extra de queso- mientras la chica anotaba el pedido en la pantalla, lo observaba de reojo- ¿Quieres papitas?

-¡Ya!- exclame. Admito que adoraba las papitas fritas.

-Añade papas fritas tamaño grande y dos refrescos de Pepsi- San sacó de su billetera, una tarjeta de crédito con la cual cancelaría el monto que fue dicho por la chica.

Sin embargo, en cuanto ella tomó la tarjeta entre sus manos, sus ojos se fueron hacia el nombre. Una sonrisa se expandió en aquel rostro blanquecino lleno de pecas. Algo no me daba buena espina.

YOU (Choi San, ATEEZ).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora