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-Hasta el momento va todo bien- comenté sonriendo. Su sola presencia alegraba mis días acá en los turnos.

-Sinceramente no sé si creer- comentó con su voz algo apagada. Estaba triste, se notaba en su mirada perdida, perdida en la tristeza y angustia que atravesaba día a día.

Era entendible el que YeJi estuviera así. Lamentablemente, a la edad que ella poseía en este preciso momento, era comprensible el que a lo mejor quisiera otro estilo de vida. Una vida plena. Una vida llena de momentos que cualquier otro chico de su edad e índole querría disfrutar y gozar. Gozar de la libertad. Ella atada a una vía venosa y a un suero. Gozar de los gratos momentos ocasionados por sus amigos. Ella no tenía amigos por lo que notaba, sólo a un chico post tratamiento de cáncer que venía a visitarle cuando pudiese. Jamás vi con mis ojos, la presencia de otros chicos o chicas en la habitación de la mayor de los Jung. Gozar de las cosas dulces y exquisitas de la vida. Ella sólo consumía alimentos sin sal y bajos en azúcar, además de vitaminas y pastillas. Pastillas. Pastillas. Malditos medicamentos.

- ¿Sucede algo? - su voz me saco de transe. Su voz no era la típica voz dulce o con un toque de agudez. Era algo grave. Ronca. Llamativa. Única.

-Nada, ya hicimos el chequeo diario- tomé entre mis manos aquella ficha con su historial médico, para luego despedirme en silencio y abandonar aquella blanca alcoba. Dejando allí, a YeJi. Otra vez sola.

Me encontraba en mi despacho, mirando prácticamente a la nada. Sentía una ansiedad crecer en mi interior de manera desesperante y agotadora. Sentía que miles de cuchillas me atravesaban y destrozaban mi corazón. Tenía coraje. Rabia. Impotencia.

¿Por qué la vida es tan injusta con quienes son buenos?

Aún no hallaban en este planeta una maldita cura definitiva para el cáncer. Muchos de quienes optaban a la radioterapia, o a la quimioterapia; sin contar las miles de pastillas y fármacos de gran calibre que consumían, no lograban sanarse completamente. Muchos de ellos, luego volvían años más tarde, porque lamentablemente aparecía un pequeño tumor cancerígeno por un sitio que en muchas ocasiones no tenía nada que ver con el punto inicial. La ramificación y la multiplicación celular era algo sin cura. Sin solución. Una maldición.

- ¿En qué tanto piensas? - dirigí mi vista hacia quien me hablaba en ese entonces.

-Park Jimin, primo de mi alma- sin decir más, me coloque de pie, para enlazar nuestros brazos en un fuerte y cálido abrazo.

-Tanto tiempo Park Seonghwa, te extrañaba.

-No me mientas- sonrió de tal manera, que sus ojos se transformaron en una fina línea recta- ¿A qué se debe tu visita?

-Pues quería visitar a mi primo favorito, pero alguien más quería venir- algo dudoso dirigí mis ojos hacia el ingreso, en donde estaba Suni con un bebé en sus brazos.

-Mi pequeña Park SunHee- aquella pequeña bolita de grasa, se movía en los brazos de su madre de manera juguetona.

- ¿A qué horas sales del trabajo? Digo, para que vayas a comer con nosotros.

-Tengo turno hasta las 6 creo- respondí ahora con SunHee en brazos. Era tan adorable- ¿Cómo están mis tíos?

-Pues bien, no se quejan de la vida que tiene- Jimin miraba los diversos diplomas que colgaban en aquella pared color crema- siempre fuiste el cerebrito de la familia.

- ¿Has sabido algo de Young Mi? - asintió - aún recuerdo cuando se fue de la ciudad, ibas a mi casa, recuerdo que mamá te dejaba ingresar y llorabas por horas extrañando a tu mejor amiga.

-Volvió hace unas semanas- Suni comentó quitándome a la pequeña de los brazos, quien empezaba a sollozar- esta mejor que antes, es la misma que conociste.

A pesar, de haber ido un grado más adelantado que mi primo en aquellos años, dado por las altas calificaciones que sacaba y por el intelecto que poseía, me dieron la chance de estudiar con tan solo 17 años a la Universidad Nacional de Séul; logré conocer a Kim Young Mi.

Debía admitir que en sus años, me atraía, pero no a tal grado de formalizar a algo, ya que, nunca entablamos una charla más allá del típico "hola" y ser conocido como el primo de Park Jimin.

Hasta, que en su vida apareció Jeon JungKook, o más conocido por los noticiarios como Killer Jeon; un chico con un supuesto pasado oscuro y basado en actos ilícitos. Parece historia de esa aplicación que usan las adolescentes, llamada Wattpad. Pero bueno, eso es historia de otro lado.

Decidido, acepte la invitación a cenar de mi primo y de su esposa. Debía admitir, que me encantaba verlos tan felices y llenos de vitalidad. Eran perfectos. El amor, brotaba por los aires.

Tras unas horas, luego de acabar mis funciones por este día, arregle mi bolso y salí de la oficina a paso lento. Llevaba la bata colgando de mi brazo derecho. Debía lavarla, estaba manchada con algo de sangre creo, porque dudo que sea del jugo de frutas que arrojó sin querer Yunho. Caminaba por los largos pasillos, hasta que vi a lo lejos a Choi San, salir de la habitación 129. La habitación de Jung YeJi.

Una enorme sonrisa adornaba su rostro mientras acomodaba los tirantes de su mochila. Se veía feliz. Debía reconocer que él, a todo le veía un lado positivo. Quizás donde era psicólogo, tenía otra manera de pensar o que yo. Sin embargo, yo veía todo desde el punto de vista de la vida o la muerte. Quería pensar positivo frente a ella, pero me costaba. O más bien, no podía.
Me escondí detrás de uno de los muros para esperar a que este se fuera. A paso veloz, me acerque hasta aquella puerta, para luego, girar el pomo e ingresar.

YeJi al verme, abrió sus ojos de par en par, mientras con sus manos intentaba esconder lo que creo que era, un envoltorio de chocolate. Al notar mi presencia sus manos se movían presurosas y rápidas debajo de las sábanas.

-Tranquila, no te lo quitaré - asintió.

- ¿A qué viene doctor Park? ¿Hay algo malo?

Ni yo mismo sabía el porqué ingrese a esa alcoba. Con una sonrisa recta, me retire de allí, para irme al estacionamiento.
Sentía que la lengua me fue devorada por un ratón. Ninguna palabra salió de mis labios. Me sentía patético y mucho más frente a mi paciente. Sentía mi corazón palpitar veloz, fuerte y duro contra mi pecho.

Dios mío, Seonghwa.

Luego de salir de aquella sala prácticamente corriendo una maratón, me dirigí a la casa de mis tíos. Hace un tiempo que nos los iba a visitar. Debía admitir, que era un ingrato y poco considerado hacia ellos, puesto que, durante mi infancia, los padres de Jimin fueron como unos segundos padres, dándome todo su amor y apoyo. Mientras manejaba, a mi mente, miles de pensamientos rodeaban mis neuronas, entre ellas, YeJi.

Sentía una sensación inexplicable lo que causaba ella en lo más profundo de mi ser. Sabía y era consciente, de que ella tenía algo con Choi San. Pero su sonrisa. Su maldita sonrisa. Sus ojos. Su cabello. Era perfecta.
Desearía poder recorrer su bello rostro, aquellas mejillas níveas con mis dedos. Acariciar aquellos belfos rosados y esponjosos.

Suspiré profundamente, para finalmente exhalar y apretar el manubrio con ambas manos.

Park Seonghwa
¿Qué te esta ocurriendo?

🌻🌻🌻







Gracias a cada uno/a de ustedes por su apoyo ❤️

YOU (Choi San, ATEEZ).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora