Capítulo Dos

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Nueva York Enero 17, 2014

Son casi las siete de la noche, ha sido una semana muy agitada en la galería, mi jefa ha conseguido las obras de arte de una de las propiedades del magnate Donato Valtierra, nada más y nada menos que uno de los hombres más ricos de Nueva York, así que como es de imaginarse, el trabajo ha sido un poco complicado, pues mi jefa es una de las personas mas perfeccionistas que he conocido, sin incluirme a mi misma.

-¿Has conseguido al fotógrafo?- la voz de Sara, mi jefa, me saca de mis pensamientos, su oficina se encuentra frente a la mía, pero mi mente se encuentra en un torbellino de ideas y cosas por hacer que no me doy cuenta de su presencia.

-Si, hice una cita con él mañana a las dos de la tarde, también cotice los precios para el traslado de las pinturas y ahora mismo estoy ideando un plan para hacer el espacio suficiente para los nuevos artículos sin tener que sacrificar los que ya tenemos en exhibición- concluí, observando la reacción en su bronceado rostro.

La sonrisa que Sara me ofreció parecía iluminar la oficina entera, especialmente en un día tan nublado.

-Gracias Isabel, no se que haría sin ti.

Y diciendo esto salió de la oficina dejando la puerta entreabierta.

Salgo de la oficina a las siete y cuarenta y cinco, y la verdad no tengo ganas de cocinar, comienzo a buscar un restaurante en el area cuando mi celular comienza a vibrar, es mi amiga Alison, quien es la persona más vivaz y ocurrente que he conocido en mi vida.

-Hola Alison.

-¡Isabel! - tuve que quitar el celular de mi oído ante el grito. -¿tienes planes esta noche?

-Aparte de una cita con mi cama y una película, no, no tengo planes.

-tienes que venir conmigo al Copacabana.

-¿Copacabana?

-¡Siiii es noche latina!

La verdad es que no tengo ni la más mínima idea de lo que Alison trata de decirme.

-¿Estás allí?- me pregunta.

-Sé que va a parecerte tonto, pero no tengo idea de lo que me hablas.

Alison comenzó a reirse con ganas.

-te recojó en tu apartamento a las diez ¿te parece?

-yo.... esta bien- Accedí más por curiosidad que por deseo de salir, me sentía mentalmente exhausta, pero Alison siempre me alegra el día, así que no tengo nada que perder.

Luego de una rápida comida me dirijo a casa, al llegar me despojó de mi pesado abrigo, son las nueve y quince, me doy una ducha para luego pararme frente a mi armario, la mayor parte de mi guardarropa es conservativo, y algo me dice que al lugar al que vamos no es precisamente lo anterior. Me decidó por un ajustado pantalón negro y una blusa de seda color turquesa, me veo al espejo y me maquillo ligeramente, mi cabello naturalmente liso se ve perfecto, a todo esto faltan diez minutos para las diez y segundos después escuchó el timbre de mi celular.

Llegamos a la calle 47 exactamente a las diez cuarenta y cinco, el Copacabana aparentemente es legendario, y por supuesto Alison conoce al portero quien nos deja entrar sin necesidad formar la línea. El lugar esta lleno, la música es estruendosa, y en la pista hay varias parejas bailando, Alison pronto reconoce a sus amigos, y llevandome de la mano me los presenta. El ruido es demasiado para mi, y apenas logro intercambiar algunas palabras, pronto tenemos una bebida en nuestras manos cortesía del barman, quien me observa de pies a cabeza sin ningún disimulo. Y como siempre me siento fuera de lugar, y lo único que quiero es sentarme y observar, lo cual hago ante la mirada atónita de Alison.

Y es cuando me topó con la mirada oscura de un hombre que al parecer acaba de entrar al club, su ropa no es tan ajustada como la de la mayoría de los hombres aqui, pero tiene el cuerpo de un adonis, alto, de piel bronceada y un cierto contoneo en su caminar que transmite confianza en si mismo sin ser presuntuoso, noto que se acerca hacia donde yo estoy y por supuesto mis nervios me traicionan y comienzo a ver a todos lados, el hombre quien es mucho más atractivo de cerca me extiende la mano mientras me sonríe, noto que tiene unos labios cincelados y sensuales, sus ojos son como el color de la miel y tan acariciadores que la piel se eriza al contacto de sus dedos, entonces es cuando escucho la canción que el hombre de la estación del tren tenía en su teléfono el otro día, y como si otra persona se apoderara de mi cuerpo accedo a bailar con él....

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