Capítulo Dieciocho

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Decisiones

"No puedo dejarla ahora, ya no convivimos como una pareja, estamos juntos por conveniencia familiar, no quiero ser el responsable de que decida volver a cometer una estupidez"

Esas palabras se repiten sin cesar en mi cabeza, el hombre sentado junto a mí en el vuelo hacia Nueva York me observa de reojo de cuando en cuando, los pañuelos húmedos yacen sobre mi regazo acumulándose, trato de llorar lo más quedo posible pero la tristeza y decepción que siento son incontrolables.
Dejé a Eduardo en el aeropuerto de Santo Domingo, se despidió de mí con la culpabilidad acechando sus ojos, y aunque le rogué para que no fuera, él insistió hasta que lo mejor fue no poner resistencia. Quiso abrazarme, pero yo no le dejé hacerlo, si sentía su cálido cuerpo una vez más hubiese sido capaz de quedarme abrazada a él hasta perder el vuelo a casa.
He comprendido hasta cierto punto las razones del porque Eduardo no puede separarse de su esposa, el sentimiento de culpa por la muerte de su madre ha hecho de él un ser un poco irracional al aplicar su dolor propio ante nuevas situaciones, y echándose la culpa de todo lo malo que pueda pasar, no sé qué pensar sobre su supuesto matrimonio por conveniencia, no entiendo cómo pudo haber sido capaz de ocultarme semejante revelación, si sabía de antemano lo que había pasado con mi ex, ¿ó es que acaso mi relación clandestina con Lucas dio pie para que él tratara de hacer lo mismo?. Tengo tantas preguntas sin respuesta, o probablemente sé las respuestas pero quiero hacerme ciega a ellas pues mi corazón ruega por darle el beneficio de la duda.
Mi vuelo aterriza exactamente a las cinco de la tarde, el frío comienza a colarse por el puente de embarque, me arrebujo en mi enorme bufanda, la cual huele a Eduardo, cierro los ojos un momento tan solo para imaginar que esta abrazándome, no puedo negar que lo extraño, como nunca he extrañado a nadie.
Dos horas más tarde estoy parada afuera de mi edificio, el ambiente me parece tan pavoroso, el cielo gris y el frío combinan perfectamente con mi estado de ánimo.
Entro al edificio a paso lento, busco el juego de llaves en mi bolso, y tras una pequeña pelea conmigo misma por no ser organizada las encuentro por fin. Entro y me dirijo hacia mi apartamento. Y justo cuando estoy a punto de abrir la puerta siento mi teléfono vibrar dentro de la bolsa de mi chaqueta, un extraño sentimiento llena mi corazón, es Eduardo quien me llama, me quedo mirando fijamente la pantalla, como si hubiese pasado un siglo desde que vi su número surgir en mi celular, lo contesto casi sin pensarlo.
-hola- mi saludo suena un tanto titubeante.
Se hace un corto silencio, en el cual le echo un rápido vistazo a la pantalla, con el temor que solo haya sido una alucinación.
-¿estás bien?- su voz es tan tranquilizante, y me encuentro apretando ligeramente el aparato, como si de alguna manera pudiese sentir su piel a través de él, ¿por qué tengo que sentirme así?, no puedo creer que me haya enamorado en tan poco tiempo, y de alguien completamente inasequible.
-si, estoy bien, acabo de llegar a casa.- quiero sonar lo más diplomática posible, no quiero que se dé cuenta que muero por tenerlo junto a mí.
-¿Isabel?- su tono de voz se torna acariciador, yo me quedo callada, no quiero caer de nuevo en sus encantos.
-¿estás allí?.
-si
-prometo no volver a llamarte, pero por favor créeme cuando te digo que te amo.

Tengo un nudo en la garganta, y sin pensar presiono el botón para finalizar la llamada, ya no quiero seguir escuchando su voz, estoy segura que voy a decirle que lo extraño, y no puedo darle esa satisfacción, inmediatamente apago el teléfono y lo pongo de regreso en mi bolso, no quiero sentir la ansiedad de esperar una llamada o un texto suyo, por lo menos no está noche. Entro a mi apartamento; y es como si hubiese entrado a un mundo al que deje hace una eternidad, a pesar que tan solo fueron unos días, dejó mi maleta y mi bolso cerca de la puerta, las llaves sobre la pequeña mesa y me dirijo lentamente hacia la cocina, pongo a hervir agua para luego buscar entre mi selección de tes uno que ayude con la desilusión amorosa, pero solo encuentro uno de manzanilla con miel y me conformo.
Minutos más tarde me encuentro sentada en el sofá, sorbiendo el té lentamente, la lluvia ha comenzado a caer golpeando mi ventana; haciéndome sentir un poco miserable, y para aumentar mi desdicha apago todas las luces y me quedo así con la mente en blanco, tratando con todas mis fuerzas de no pensar más en él...

Entre dos Fuegos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora