Capítulo Dieciséis

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En la oscuridad de la noche...

El auto se estaciona afuera de la casa, lo cual se me hace extraño, ha anochecido pronto y el aire se siente fresco en mi rostro.

-¿no vamos a entrar?- le pregunto, pero en ese momento Eduardo abre la puerta de su lado no sin antes guiñarme un ojo.

El chófer voltea a mirarme y me sonríe, yo le devuelvo la sonrisa, pero aún no entiendo el por que de este misterio, Eduardo ha estado actuando extraño todo el día, me recuerda a esos niños que guardan un secreto y se debaten entre si es debido o no divulgarlo; aunque no puedo negar que me fascina esta nueva faceta de su personalidad, es tan fácil estar con él, y lo mejor de todo es que me hace sentir como una princesa, la plenitud que he sentido en estos días ha sido algo nuevo y excitante, y no me gusta pensar en Lucas, pero con él nunca sentí esta tranquilidad, e incluso cuando por momentos me asaltan las dudas con respecto a Eduardo no me roban el sueño como me pasaba con Lucas. El sonido del portón abriendo sus puertas me devuelve a la realidad, el auto se mueve despacio y al llegar mis ojos no pueden creer lo que ven, hay infinidad de largos postes con pequeñas luces enrolladas que titilan suavemente, al final del último poste hay una tarima con varios instrumentos de música, varias personas se encuentran deambulando por el jardín y el auto se detiene y pronto la puerta es abierta por Eduardo, quien con una sonrisa de oreja a oreja me observa cuidadosamente, yo le extiendo mi mano y desciendo.
-¿qué es todo esto?- le preguntó sin soltar su mano.
-tu sorpresa cariño- me besa el cabello y con su singular alegría me encamina hacia dónde se encuentra un pequeño grupo de personas, quienes tienen un ligero parecido a él, los hombres altos, bronceados y los mismos atributos en algunas de las mujeres. Todos detienen sus conversaciones al vernos, noto que una de las mujeres me sonríe de una manera no amistosa, pero los demás se acercan a mí para saludarme.
-la famosa Isabel- me dice uno de los hombres, sus ojos azules parecen brillar cuando me da un beso en la mejilla- soy Bernardo, el primo- me dice en ese acento tan característico de los dominicanos.
-mucho gusto- le saludo, y pronto el otro hombre también se acerca y me abraza, parece la versión adolescente de Eduardo.
-soy Julio, muchísimo gusto.
-el gusto es mío- le digo tratando inútilmente de arreglar un poco mi cabello, el cual estoy segura que esta enmarañado por el viento. Me siento completamente fuera de lugar, todos parecen modelos sacados de una revista. Las mujeres simplemente me hacen un gesto de bienvenida, pero una de ellas gira su rostro hacia la tarima, como si mi presencia le molestara sobremanera. Trato de ignorarla, pero no puedo evitar notar que es la única persona que no me dirige la palabra en toda la velada.
La música es apabullante, y no hemos parado de bailar, a Eduardo se le ve tan feliz, su sonrisa una permanencia, la luz de su personalidad parece iluminar cada rincón, y de pronto siento que en tan poco tiempo su dulzura ha despertado esa parte de mi corazón que estaba adormecida por tantas desilusiones. Pero tengo miedo, ese temor que nunca he sabido controlar, ese desasosiego de que algo oscuro está por pasar, y aunque me ha demostrado que todo entre nosotros esta bien; no puedo dejar de preocuparme o más bien de sospechar.
De pronto se hace silencio, y un grupo de hombres vestidos de negro sale del costado de la mansión, para luego subir a la tarima que tiene algunos instrumentos preparados, la familia de Eduardo forman una rueda alrededor de la tarima, Eduardo coge mi mano entrelazando sus dedos con los míos, descargando en mí esa energía tan única que es complementada con su sonrisa.
La banda comienza a afinar el sonido, Eduardo voltea a mirarme y se inclina para hablarme al oído:
-Esta canción es para ti- me dice y pronto el sonido de la guitarra eléctrica comienza a inundar el cálido ambiente.

"Te encontré de madrugada
cuando menos lo esperaba
cuando no buscaba nada
te encontré

pregunte con la mirada
tu sonrisa me invitaba
para que tantas palabras
para que

y yo que me pasaba noches días
entre amores de mentiras
entre besos de papel
(coro)
y yo que no creía en cuentos de hadas
ni en princesas encantadas
no me pude defender

y eres tu solo tu
la que me lleva a la luna
la que calma mi locura
la que me quema la piel
y eres tu solo tu
ángel de la madrugada
el tatuaje de mi alma
para siempre te encontré
y eres tu solo tu
ángel de la madrugada
el tatuaje de mi alma
para siempre te encontré"Te encontré de madrugada
cuando menos lo esperaba
cuando no buscaba nada
te encontré

pregunte con la mirada
tu sonrisa me invitaba
para que tantas palabras
para que

y yo que me pasaba noches días
entre amores de mentiras
entre besos de papel
y yo que no creía en cuentos de hadas
ni en princesas encantadas
no me pude defender

y eres tu solo tu
la que me lleva a la luna
la que calma mi locura
la que me quema la piel
y eres tu solo tu
ángel de la madrugada
el tatuaje de mi alma
para siempre te encontré"

Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos, me pongo de puntillas y le beso en los labios lenta y tiernamente, él sonríe y acerca sus labios a mi oído:
-Eres mi ángel- me dice y sonríe con timidez, mi corazón simplemente quiere estallar de felicidad, nunca nadie me había dedicado ninguna canción, al menos no de este modo.
Nos abrazamos por largo rato, y cuando por fin nos separamos pude notar el instante en que la mujer que me ha ignorado toda la noche entra a la casa con una sonrisa sardónica y sacudiendo la cabeza en señal de desapruebo.
Nos quedamos unos minutos más escuchando a la banda, pero la curiosidad por saber quién es esa mujer y la razón por la cual parece desagradarle mi presencia, ¿acaso es una ex novia de Eduardo?, lo dudo muchísimo, pero me intriga y necesito saber que es lo que pasa; así que suelto la mano de Eduardo, con la mirada le hago señas que voy a la casa, él simplemente me da un beso en lo alto de la cabeza para luego acercarse a la tarima para hablar uno de los integrantes de la banda.
Me dirijo hacia la casa sin mirar atrás, no quiero que Eduardo piense que me traigo algo entre manos pues su intuición es completamente superior a la mía, en ocasiones...
Entro a la casa, y me sorprende ver a más invitados dentro, personas que no me fueron presentadas y que de algún modo parecen saber quién soy, pues me sonríen de una manera afable pero a la vez extraña, lo cual me hace caminar más aprisa hasta que por fin encuentro a la mujer, noto que es mucho más atractiva de cerca, su cuerpo me recuerda a las jóvenes de mi familia en las fiestas de quinceañera, voluptuoso y firme, pero de facciones finas y porte elegante. Ella se detiene ante uno de los altos ventanales, mis pasos resuenan sobre el pulido piso de mármol, ella voltea por una milésima de segundo para luego
fijar sus ojos en la ventana, nos quedamos así, ella dándome la espalda, pero decido hablarle.
-creo que no nos han presentado- le digo, mi voz suena tan pequeña, pero trato con todas mi ser de influir fuerza en mis palabras.
La mujer se voltea completamente, su sonrisa es casi felina y sus verdes ojos brillan como si en ese momento ella fuese a ganar una batalla.
-no creo que Eduardo fuera a presentarnos jamás- me dice, su voz es suave, melódica y contenida.
-¿por qué dice eso?- le pregunto, trato de no parecer intimidada pero la forma en que me mira me enerva de una manera que me hace dar un paso atrás.
-no creo que a mi querido primo le convenga, no, de ninguna manera- me dice y se acerca a mi.
-¿por qué no?
-no creo que a su esposa le guste mucho la idea.
Y siento como si un balde de agua fría fuese vaciado sobre mi cabeza, y a ella parece divertirle mi expresión, y me odio por nunca poder ocultar mis emociones.
-¿su esposa?- mi voz se escucha entrecortada, las lágrimas amenazan con brotar de mis ojos pero hago lo posible por calmarme... Y ella me mira fijamente, con expresión triunfante, y por dentro siento morir un poco....

Entre dos Fuegos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora