Capítulo Ocho

212 15 4
                                    

Su boca...

Mi boca revolotea a un centímetro de la suya, pero soy incapaz de besarlo, mis manos se deslizan hacia sus hombros, mi cabeza me da vueltas, y apoyo mi frente en la suya, en un abrir y cerrar de ojos puedo sentir sus labios tibios e insistentes sobre los míos, besa delicioso, tan dulce y a la vez tan sensual, una combinación peligrosa, no recuerdo haber sido besada de esa manera nunca, con el abandono que nada mas he visto en las películas, sus manos se deslizan por mi cabello; liberándolo de las horquillas que lo sujetan en un moño, puedo sentir como las puntas rozan mi espalda y él continua besándome, y me siento completamente indefensa ante lo que este hombre me hace sentir, como si la barrera emocional que había comenzado a construir se disolviera poco a poco, pero trato de no dejarme llevar, presiento que es él quien se resiste a cualquier afectuosidad, se separa de mi, su respiración entrecortada, sus manos acariciando mi cabello, puedo sentir el calor de su piel mezclarse con el mío, puedo sentir el debate mental al que se somete cada vez que esta conmigo, su deseo por poseerme esta siempre latente, pero al mismo tiempo hay algo que no le permite entregarse y no voy a negar que me da temor caer en un juego en el cual siempre he salido lastimada.

-¿te sientes mejor?- me pregunta mientras sus dedos acarician mis brazos.

Asiento con la cabeza, y sin poder resistirlo vuelvo a besarlo, esta vez sin ninguna censura, poniendo a prueba el beso mas sexual en mi limitado repertorio, y Eduardo responde con las mismas ganas, y con la agresividad a la que no estoy acostumbrada me tumba sobre la cama y se coloca sobre mi sin dejar de besarme, mis manos buscan ávidamente los botones de su camisa, pero él se levanta abruptamente, dejándome sin aliento.

-¿donde esta tu teléfono?- su pregunta me deja confundida por un momento, me incorporo con lentitud y señalo vagamente hacia mi bolso que yace en una pequeña silla cerca de la cama.

Lo observo abrir mi bolso, sacar mi celular para luego sentarse cerca de mi.

-Tengo que irme, así que voy a darte mi número, quiero que me llames si necesitas algo, no importa la hora.

-¿por qué no te quedas aquí?- Mi voz suena tan patética que me dan ganas de darme una bofetada y en la oscuridad de mi pequeña habitación puedo notar su media sonrisa, su mano sostiene mi teléfono y sin responder mi pregunta procede a ingresar su número, y por alguna razón ajena a mi, su sonrisa se ensancha aún mas mientras teclea, pero no voltea a mirarme.

-Muy bien- me dice dejando el teléfono sobre la mesa de noche para luego colocar sus manos sobre sus rodillas, por fin voltea a verme.

-Eres una tentación andante, pero si me quedo esta noche es posible que no vuelvas a verme nunca más- Mis ojos se abren desmesuradamente, es la primera vez que un hombre se niega a una invitación de esta naturaleza, no se si sentirme halagada o rechazada, él simplemente me revuelve el pelo con ambas manos y se levanta de la cama.
-Tengo que irme preciosa, bebe mucha agua y la próxima vez recuérdame que eres peso ligero en cuanto al alcohol.- ¿Una próxima vez?, ¿acaso quiere volver a verme?, mi corazón da un vuelco, no se que decirle.
-Pero el alcohol hace algo increíble contigo- Me dice y puedo notar el tono risueño- te deja sin palabras.-
Se inclina hacia mi y me da un beso en la frente, luego procede a salir de mi habitación cerrando la puerta tras de sí, y puedo escuchar sus pasos alejarse hasta que la puerta de la entrada se cierra, y yo me dejo caer sobre la cama, mis dedos tocan mis labios inconscientemente pues aun puedo sentir sus besos quemándolos.

🎶🎶🎶🎶🎶🎶🎶

La gente va y viene y Marcelo aun no aparece, es casi la una de la tarde, me encuentro en Sardi's, y esta completamente lleno de comensales, Marcelo me ha citado para almorzar y aunque no tengo apetito accedí por compromiso, lo espero sentada en una pequeña mesa, uno de mis pies se mueve con nerviosismo, mi teléfono yace sobre la mesa y lo observo con detenimiento, siento curiosidad por ver el número de teléfono de Eduardo, la necesidad de hablar con él es casi imperiosa; pero trato de contenerme, y es entonces cuando soy testigo por primera vez de el poder de la telepatía, la pantalla se enciende y veo el nombre "Amore" plasmado, esta llamándome, inmediatamente se que es él.
-Hola- le saludo, y trato de no sonreír, no quiero que note que estoy mentalmente brincando de la felicidad.
-Buenas tardes señorita Aragón, espero que su noche haya sido tan placentera como la mía- puedo sentir su sonrisa socarrona a través de la línea, y no puedo evitar sonreír como una tonta.
-Fue una buena noche, con potencial para haber sido placentera.- Y esto último lo digo con voz seductora.
-Ahora el que se sonroja soy yo- Me dice riendo a carcajadas.
-Me alegra, a una persona como usted le hace falta un poco de eso de vez en cuando.
-Espero que la palabra "eso" sea en doble sentido- Me dice, y de pronto siento la intensa necesidad de verlo, cierro mis ojos un momento y puedo imaginar sus ojos bailar con picardía mientras me habla.
-Piensa lo que quieras, las dos cosas van bien conmigo.- Espero su respuesta con ansias, pues el silencio se esta volviendo un poco incómodo.
-No sabes las ganas que tengo de verte Isabel- Me dice por fin, y es algo que me toma por sorpresa. Eduardo no parece el tipo de hombre que ventila sus sentimientos así por así.
-¿Por qué no te quedaste?- Le pregunto, mi mente aun trata de comprender su actitud de anoche.
-Es complicado Isabel, es mejor que todo se quede como esta.- Su respuesta me deja aun mas confundida, y un poco dolida ¿Qué es lo que esconde?.
-Esta bien- le digo, mientras observo que Marcelo viene en dirección mía, y aunque quisiera seguir escuchando su voz, se que es hora de despedirme.
-Tengo que colgar, hablamos luego- Le digo y sin esperar una respuesta presionó el botón de finalizar la llamada.
Marcelo me abraza fuertemente para luego mirarme de arriba a abajo como buscando algo para luego decirme:
-¿estas bien?, bueno te ves muuuuy bien diría yo.- Sonríe burlonamente y luego se sienta muy cerca de mi. Me mira fijamente sin decir nada.
-¿Qué?- le pregunto.
-¿No vas a contarme los detalles de tu noche de pasión con el señor Valtierra?
Me río con ganas y por primera vez me gustaría inventar la noche pasada y contarle como fueron las cosas si todo hubiese ido de la manera en que yo quería.
-No paso nada Marcelo, así que deja tus dotes de detective para otra ocasión.
-¿nada?, ¿ni siquiera un beso?
Y en el momento justo en que menciona la palabra "beso" me toco los labios, lo cual es un gesto que no pasa desapercibido para Marcelo.
-Así que te beso ¿eh?.
-Si
-¿En donde?
-En mi apartamento.
Ahora Marcelo me mira escéptico.
-¿En tu apartamento?, ¿se besaron y no paso nada mas?.
Yo lo niego con la cabeza.
-¿Por qué?- Me pregunta, y es la primera vez que lo veo hablarme con seriedad.
-Porque estaba borracha y porque posiblemente es un caballero y no quiso aprovecharse de mi estado.
-Pero, ¿es raro no?. - Su pregunta me hace decidir no decirle que me sentí rechazada y un poco dolida, pero al mismo tiempo no me sentí utilizada, no de la forma en que Lucas me hace sentir cada vez que lo veo.
-No lo creo así Marcelo, él me hizo sentir como una dama, todos los hombres buscan una sola cosa en nosotras, él es diferente, a veces siento que en verdad le gusta mi compañía, y es tan amable, no solo conmigo pero con las personas a su alrededor, y tiene un sentido del humor que caza perfectamente con el mío.
-oh, eso me dice que te estas enamorando del millonario Valtierra.
-¿enamorarme?- Me río de buena gana, pero si analizo la situación es muy posible que me enamore, y no es el momento ni la persona indicada. Eduardo me parece el tipo de hombre que no desea ningún compromiso serio.
-¿Marcelo?, ¿crees que podrías investigar si Eduardo esta saliendo con alguien mas?.
Mi amigo trata inútilmente de contener una sonrisa.
-¿Ves?, estas que te mueres por arrojarle el anzuelo, admítelo.
La mesera llega en ese preciso momento y ordenamos el almuerzo.
-Marcelo, no se trata de si quiero arrojarle el anzuelo como tu dices, sino de entender el porque siento que cada vez que hay un acercamiento entre nosotros él parece evadirlo, es tan extraño, a veces es tan tierno y en un segundo se arrepiente de serlo, es como una lucha mental.- La mesera llega con las bebidas y observó que Marcelo pondera la situación, y al fin me dice:
-¿Has hablado con él de esto?.
-No, nunca he tenido la oportunidad.
-La próxima vez que lo veas, pregúntaselo, de una manera concisa y directa, a los hombres nos gusta que nos hablen así, sin la palabrería que ustedes usan.
-¿Palabrería?
-Con ustedes siempre es un laberinto, y tu lo sabes.
Sonrío ante la forma que tiene mi amigo de decir las cosas, siempre mezclando la seriedad con burla. Se me queda mirando.
-Y dime, ¿qué ha pasado con el enfermo sexual?
-¿Enfermo sexual?- le pregunto, y se inmediatamente que se refiere a Lucas.
-Si, espero que me digas la verdad Isabel, y también espero que me digas que no lo has visto mas.
-No lo he visto desde hace casi seis meses.- Le contesto, y es la verdad, Marcelo me conoce demasiado como para mentirle.
-Increíble, ¿se dio cuenta que amaba locamente a su esposa?
Esta vez me río, y casi me atraganto con la bebida.
-Ese hombre no ama a nadie, lo que ama es el dinero y lo material.
-¡vaya!- me dice sorprendido- Hasta que por fin te escucho hablar mal de Lucas, ¿será el efecto Valtierra?.
-Tal vez... -Le contesto y él me sonríe con calidez, mi amigo ha sido uno de los pocos que desean fervientemente que olvide a Lucas.

**********

Me despido de Marcelo y subo al taxi, hace un día espléndido y a pesar del frío el sol parece alegrar las calles, hay muchísima gente por todas partes, pero al vivir en Nueva York, las multitudes no es algo inusual. Me dirijo a mi apartamento, no tengo ganas de hacer otra cosa que ver una película y tomar una prolongada siesta. Tan pronto veo a lo lejos el edificio, el cansancio comienza a hacer su acto de aparición.
Y hablando de apariciones, mientras el taxi se acerca, veo un auto estacionado frente al edificio, un auto que no podría olvidar en un millón de años ni al dueño tampoco...

Entre dos Fuegos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora