Capítulo Siete

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¿Bailar? ¿Yo, Isabel Aragón?

Aún no puedo creer que voy sentada cerca del hombre que he visto en mis sueños incontables noches, su mano derecha yace en su muslo mientras la otra maniobra el volante; de pronto siento la compulsión de cogerla y entrezalar mis dedos con los suyos, el ambiente esta cargado de una tensión que no podría llamarse de otra manera que sexual, la forma en que su mano se desliza sobre el volante hace que piense en la forma en que me tocaría si algún dia me acostara con él, y justo cuando mis pensamientos comienzan a descarrilarse, Eduardo voltea a mirarme, y el fuego del rubor sube a mis mejillas tan rápido como alguien que deja caer un fósforo encendido sobre un charco de gasolina, y le doy gracias al cielo porque es de noche y no puede notarlo, pero su mano me acaricia la mejilla para luego colocarla de vuelta en su muslo, puedo notar que se sonríe.

-¿Qué es tan gracioso?- le preguntó con rudeza, el efecto del alcohol ha pasado ya, pero quiero hacerle creer que es el vino el que me hace actuar con insolencia.

-Me encanta cuando te ruborizas, y lo haces a menudo- me dice ¿como sabe eso....? inmediatamente el dorso de mi mano toca mi mejilla, la cual por supuesto se siente demasiado tibia.

-¿Por qué han decidido vender las obras de arte?- le pregunto sabiendo de antemano que posiblemente va a evadirme.
-No nos hacen falta- Me dice, y trato de encontrar en su voz un atisbo de arrogancia, y me sorprende no encontrarlo.
-Tu padre tiene muy buen gusto, muchas de las obras son únicas..
Eduardo se detiene frente al semáforo en rojo y voltea a mirarme fijamente, la luz blanca de una de las carteleras iluminan su bronceado rostro.
-En primer lugar no le pertenecían a él sino a mi madre.- Puedo notar la repentina tristeza en esos ojos que he comenzado a adorar y a detestar al mismo tiempo.
-oh, es una pena que tu madre no las quiera mas.
El auto vuelve a ponerse en marcha y el silencio que mantiene durante unos minutos esta matándome.
-Mi madre falleció hace cinco años Isabel.
Por un momento siento morir un poco, su tono de voz ha cambiado, ahora es triste, demasiado triste.
-Lo siento.
-No es tu culpa.
-¿Y tu padre no volvió a casarse?- Su cuerpo se tensa ligeramente y parece como si se debatiera entre responder o evadir mi pregunta, ahora siento que he me he pasado de la raya.
-Si, volvió a casarse, mi padre no es un hombre que pueda estar solo por mucho tiempo.
Trato de descifrar que clase de relación tiene con el señor Valtierra, pero por la forma en que habla de él me da la impresión que no es muy buena. Me doy cuenta que hemos salido de Manhattan, pronto estamos en una zona que no visito con frecuencia.
-¿El club al que vamos esta aun mas lejos?- Mi pregunta parece ablandar un poco la atmósfera.
-El Bronx- Me dice con suavidad.
-oh- le digo por toda respuesta, me ve de reojo y su sonrisa burlona vuelve a hacer acto de presencia, me tranquilizo un poco, por lo menos ya no vamos a hablar sobre temas que parecen disgustarle.
-¿Has estado alguna vez en una zona del bajo mundo?- me pregunta tratando de contener la risa.
-¿acaso quieres venderme en el mercado negro?
-Tal vez no a ese extremo, pero Amsterdam es muy conocido por su zona roja, serias la sensación.
Entrecierro los ojos y cruzo los brazos en señal de enfado. Voltea y al ver mi expresión le da un ataque de risa. Pronto estamos en una angosta calle, estaciona el auto y Eduardo coge su celular que esta en un pequeño compartimiento, marca un número, y espera unos segundos.
-Estoy aquí- Le dice, y puedo escuchar la fuerte voz de un hombre en la línea. Eduardo corta la llamada y gira su cuerpo hacia mi.
-¿lista?
Solamente puedo asentir y él sonríe divertido para luego tocar mi mejilla con la punta de sus dedos, inclino ligeramente mi rostro hacia él, hay cierta ternura en cada caricia, como si de alguna forma quisiera contrarrestar sus rudos comentarios, y por primera vez en mucho tiempo deseo fervientemente que me bese, sus dedos continúan acariciando mi mejilla para luego deslizarse hacia mi mentón, es uno de esos mágicos momentos en donde no se necesita ningún contacto sexual para sentirse conectado a alguien, nunca lo había entendido hasta este preciso momento.
Pero la magia se acaba el momento en que escucho la voz de un hombre que se va acercando hacia donde nosotros estamos, parece un guardia, vestido de negro y con expresión seria.
Eduardo sale del auto y habla con él, luego le entrega las llaves del auto y lo rodea para abrirme la puerta, he notado que la caballerosidad en él es innata y es algo tan nuevo, tan fresco como su sonrisa al alargar su mano para ayudarme a descender del auto.
Caminamos en silencio, su mano esta entrelazada con la mía, su calor es deliciosamente reconfortante en una noche tan fría, luego puedo escuchar el ruido sordo de la música que proviene de algún edificio cercano, pronto puedo divisar algunas personas fuera de lo que más bien parece un antiguo almacén. No hay ningún nombre fuera pero a medida que nos acercamos puedo percibir el olor a cigarro, y algunas mujeres en diminutos vestidos que miran a Eduardo sin ningún disimulo. Dos hombres se nos acercan.
-¡Mi pana!- Le saluda uno de ellos, Eduardo le da la mano a cada uno para luego mirarme.
-Ella es Isabel, ¿hermosa no es cierto?- Hay cierta calidez en la forma en que habla, y me hace sonrojar, es la primera vez que me siento tan consciente de mis experiencias corporales que al estar con él se despiertan en perfecta sintonía.
-Hola- Les digo y el frío de la noche comienza a hacer mella en mí, trato de arrebujarme inútilmente en mi liviano abrigo.
-Mucho gusto bella dama- Me dice uno de ellos, e inclina su rostro en señal de saludo, su piel morena contrasta exquisitamente con la chaqueta roja que viste.
-Pero pasen adelante, su mesa esta lista- Dice el otro, y comienzan a caminar en dirección a la parte de atrás del edificio. Hay gente por todas partes, y Eduardo parece conocer a la mayoría, y para mi desilusión esa mayoría parecen ser del género femenino, pero su mano sigue fuertemente aferrada a la mía y es un gesto que no parece ser muy bien recibido por sus fanáticas. Al fondo puedo escuchar la música, hay varias parejas que bailan al ritmo de salsa...

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