¿Es éste el comienzo?
Mis dedos recorren los marcos que contienen fotografías de una hermosa mujer de cabello oscuro y ojos almendrados, posiblemente la madre de Eduardo, me sorprende un poco que en ninguna fotografía se encuentra su padre...
Eduardo se acerca a mí con un vaso de jugo de naranja, la otra sostiene un whisky, inmediatamente le quito el vaso con el licor y rapidamente me dirijo al sofa sonriendo con picardía dejándolo con la boca abierta.
-Muy astuta- Me dice, para luego tomar asiento muy cerca de mí- Eso quiere decir que posiblemente van a pasar una de dos cosas, la primera sería que te vas a emborrachar con este único trago al punto que no vas a hablar, ó- Con delicadeza me quita el vaso que sostengo en mi mano- podrías beberte el jugo de naranja y hablar hasta que te canses, prefiero el segundo- Me dice en tono conspirador, y no puedo más que reír.
-Ahora me pregunto quien es más astuto- Le guiñó el ojo y doy un pequeño sorbo al jugo para luego dejarlo sobre la enorme mesa de caoba, cruzo mis piernas sobre el sofá hasta quedar cómoda. Eduardo me observa con la media sonrisa plasmada en ese bello rostro. Sus dedos acarician mi mejilla, y son precisamente estos silenciosos momentos los que mas disfruto cuando estoy con él, las caricias que no llevan al sexo y mas bien a conectarnos de una manera más profunda, nunca había experimentado esto antes, pero simplemente me dejo llevar, pues es una sensación tan exquisita que no quisiera que se acabara nunca.
-Ahora vas a decirme por que estabas llorando- Eduardo parece estudiar mis ojos, y sé que trata de escudriñar en ellos el motivo de mi tristeza. Ahora mi pregunta es ¿por qué le preocupa tanto lo que me pase?, soy practicamente una extraña en su vida tanto como él lo es para mí, y aún así siento como si nos conocieramos desde hace mucho tiempo. Y cuando sus dedos se acercan a mi boca los beso con ternura y él se termina el trago de golpe antes de acercarse a mí y besarme con la suavidad con que se besa algo preciado, y cualquier contacto físico con él enciende en mí ese fuego que pensé jamás sentir después de Lucas. Eduardo deja de besarme y se levanta para servirse otro whisky, yo me quedo con la boca entreabierta y con la respiración entrecortada.
-Creo que necesito un whisky si quieres que hable- Le digo en voz baja, y me sirve uno también, pero en menos cantidad que el suyo. Vuelve a sentarse junto a mi y esta vez me acomoda entre sus piernas de espaldas a él para luego recostarse con comodidad en el amplio sofá, coge un pequeño control remoto que se encuentra en el brazo del sofá, pronto la música comienza a invadirnos, es bachata, definitivamente puedo distinguir su ritmo ahora, aunque es un ritmo más suave, se que he escuchado a ese cantante antes.
-¿Quién canta?- Le pregunto mientras bebo el trago en pequeños sorbos.
-Juan Luis Guerra, uno de mis favoritos- Me dice, y pronto puedo sentir sus dedos deslizarse sobre mis cabellos hasta soltar la coleta que los sujeta.
-Nunca lo había escuchado- le digo, y mis ojos se cierran ante el delicado contacto de sus dedos. El fuego crepitante de la chimenea hace que el ambiente se sienta completamente acogedor. Estoy tan cómoda a su lado, como si nos conociéramos de hace muchos años, y no puedo negar que me gusta, me gusta mucho.
-Ahora si vas a decirme porque estuviste llorando, ¿o necesitas otro trago?.
-No si quieres que hable, recuerda que el alcohol tiene un efecto devastador en mi lengua.
-Hmmm... Tienes razón.
-¿Y como sabes que estuve llorando?- Quiero voltear para mirarlo pero estoy en un trance sintiendo sus caricias y no quisiera moverme nunca.
-No soy médico, pero los síntomas hablan por si solos, ojos rojos, voz gangosa y los labios inflamados- y diciendo esto último sus dedos pulgares rozan mis labios para luego mover su cuerpo hasta que ambos quedamos casi de frente, y como si tuviera una necesidad imperiosa de hacerlo me besa sin ningún control, su lengua deslizándose dentro de mi boca de una manera tan provocativa que hace que yo me incorpore de inmediato y me coloque a horcajadas sobre él. Sus labios son tan suaves, su aroma tan exquisito, su forma de besar y de tocarme tan sensual que el fuego que siento dentro amenaza con quemarnos, su calor me envuelve haciéndome sentir una extraña emoción, como si nos perteneciéramos el uno al otro, como si siempre hubiésemos tenido esta intimidad tan poco común en personas que acaban de conocerse, pienso que jamás llegue a tenerlo con Lucas, pues nunca confié en él por mas que mi mente y mi corazón trataban en vano.
-Espera- Me dice entre besos con la respiración entrecortada, sus manos sujetan mis brazos que están enredados en su cuello, se separa de mi lentamente, y coloca mis brazos a ambos lados de mi cuerpo, puedo sentir su erección rozarme mientras se incorpora, sus ojos arden de deseo, su boca inflamada de besarnos tan salvajemente y a pesar de su morena piel puedo notar el rubor que sube a sus mejillas y no quiero ni imaginar como luzco yo.
-¿Que pasa?- mi voz debe sonar tan dolida como me siento, la suave melodía de una guitarra y tambores endulzan lo que para mi es un momento terriblemente incomodo.
ESTÁS LEYENDO
Entre dos Fuegos
RomanceLa Sensualidad que la atrapó... La Belleza que lo cautivó.... El Ritmo que los unió... El diario de Isabel, una jóven en Nueva York y su introducció...