capitulo 11

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Y no sería así, si no te hubieras ido a África».
Y entonces, de repente,Özgür   entendió la verdad. Quizá la había sabido desde el principio. Y no por primera vez se sintió culpable, por haber seguido adelante con su sueño, olvidando las necesidades de Ezgi . Por vivir su sueño, la había dejado con un embarazo difícil y el resultado estaba allí, a su lado; aquella preciosa niña, que nunca podría ver su cara.
Había sido tan arrogante, tan loco al pensar, que podía salvar el mundo en lugar de salvar a su familia… Pero no había funcionado para nadie, ni para los refugiados de Mbuka, ni para Ezgi , ni para Casey, ni para su padre, que ahora estaba en una silla de ruedas.
De modo, que tenía mucha gente a la que compensar.
—He venido a conocerte, Casey. Habría venido mucho antes, pero… pero vivía muy lejos y no sabía, dónde estaba tu mamá.
—Bueno —dijo la niña, ofreciéndole su mano—. Encantada de conocerle, señor… —Me llamo özgür atasoy, Casey —dijo él, apretando su manita—. Y me alegro mucho de conocerte. De verdad.
—Estás sonriendo —dijo la niña, entonces—. Lo noto en tu voz.
—Sí, es verdad. Es que me alegro tanto de verte… no sabía que tuviera una hija tan guapa.
—Pero yo me llamo inal  —dijo Casey, entonces—. En el colegio, los padres de los otros niños, tienen el mismo apellido. ¿Por qué tú te llamas, de otra manera?
Özgür  sonrió. De modo, que también había heredado su tendencia a ser inquisitivo… —Como te he dicho antes, estaba muy lejos. Vivía en un sitio que se llama África. Soy médico y quería ayudar a la gente, porque pasan hambre y están sufriendo… Y allí no había teléfono, así que no podía llamar. Ojalá hubiera sabido antes, que tenía una niña como tú. Habría venido enseguida a conocerte.
—¿Puedo mirarte? —preguntó la niña.
—Quiere decir que si puede… —empezó a explicar.
—Lo sé, lo sé —dijo él, doblando dolorosamente una rodilla, para ponerse a su altura. Luego tomó la manita de Casey y la llevó a su cara.
Casey exploró con sus deditos sus ojos cerrados, su nariz, sus pómulos bien definidos, la línea de sus cejas, sus orejas. Y luego le tocó los hoyuelos de las mejillas… La pregunta número uno contestada: era absolutamente ciega, no tenía porcentaje alguno de visión. ¿Qué habría causado esa ceguera?, se preguntó. ¿El estrés del embarazo, había podido provocar aquello? ¿Podría haber hecho él algo, de haber estado en casa?, se preguntó.
—Tienes hoyuelos en la cara, como yo.
—Y tenemos los ojos iguales —asintió Özgür , sin mencionar el color. Porque ella no lo entendería, pensó, con el corazón encogido. Creía haber aceptado el hecho de que su hija era ciega, pero resultaba mucho más doloroso de lo que había creído.
—¿Me parezco a ti?
—Un poco —contestó él, orgulloso—. Pero te pareces más a tu mamá, por eso eres tan guapa.
Casey puso una mano en su torso y frunció el ceño.
—¿Por qué estás triste?
—¿Por qué dices eso?
—Porque andas de una forma rara y te apoyas en algo. Te duele la pierna y tienes arrugas… ahí —dijo Casey, tocando su frente.
—Puede que sea mayor —contestó Özgür , sorprendido por la inteligencia de aquella niña.
—No. Porque no tienes arrugas en las manos. Y tu voz, tampoco es de señor mayor.
«Lección número dos: no la subestimes, porque no pueda ver con los ojos».
—¿Por qué estabas peleándote con mi mamá?
En realidad, no era una pregunta, sino una afirmación. No, Casey no era una niña a la que se debiera subestimar.
—Venga, a la cama, princesa —dijo ezgi, entonces.
—Pero tiene derecho a saberlo —replicó Özgür .
—¡Sólo tiene cinco años! Ella no entendería… —Es que, le di un susto a tu mamá —dijo él entonces—. No esperaba que viniera y pensaba, que estaba muy lejos.
—¿Es que no te gusta mi mamá?
—Sí me gusta, Casey. Siempre me ha gustado, desde el día que la conocí.
Ezgi se alejó un poco y ese gesto fue, como una bofetada para él… pero entonces vio que estaba llorando. Ese encuentro con la niña estaba siendo, para ezgi , mucho más duro que para él.
Y tras la espalda de su mujer vio entonces, unas fotografías enmarcadas: el día de su primera cita, de la mano, el día que celebraron su compromiso y su foto favorita de la boda, una que hizo un amigo cuando los dos estaban riéndose, porque ezgi  había tropezado con el vestido de novia.
De modo, que no lo había olvidado. Si hubiera algún hombre en su vida, habría guardado esos recordatorios del pasado en un cajón.

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