Capitulo 5

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Ezgi  había vuelto a levantar las barreras. Özgür  pensó que estaba preparado para eso… después de todo, lo había visto antes.
Creía que la había ayudado a curar las inseguridades y los miedos, que una infancia de abandono y soledad habían dejado en su alma. Pero parecía aterrorizada por su aparición y, aunque había esperado algo así, porque debía de parecerle un fantasma, la verdad era que no había demostrado felicidad alguna al descubrir, que estaba vivo.
Lo único que lo había hecho seguir hasta aquel momento, era la esperanza de que Ezgi  se alegrase de verlo con vida. Que se echara en sus brazos, para disfrutar de su resurrección… pero se había apartado, cuando intentó tocarla.
¿Significaba eso, que lo prefería muerto? ¿Por qué? ¿Por qué?
—No estoy jugando a nada —contestó—. Soy yo el que nunca recibió cartas tuyas, cuando por fin pude notificarle a mi familia que estaba vivo. Soy yo quien esperaba una llamada tuya, todos los días. Soy yo quien lleva casi dos años, buscándote. Tuve que enterarme de que había tenido un hijo, por mis padres… pero fue un detective quien me dijo, que era una niña. Tuve que averiguar su nombre, gracias a un extraño.
Ezgi se dio la vuelta, metiendo las manos en los bolsillos del vestido. Su pelo era el mismo, una melena de desordenados rizos de un rubio ceniza. Iba descalza, como la hippy que siempre le decía que era. Él la amaba así, su ángel descalzo, su dulce inconformista. Se había quitado las sandalias, en la fiesta en la que se conocieron… eso fue lo que lo atrajo de ella. En un sitio lleno de vestidos de diseño y gente, que intentaba impresionar a los demás, Ezgi  era un bello fantasma de la libertad.
Aparentemente, seguían teniendo eso en común: ninguna necesidad de impresionar a los demás o ser otra, cosa que ellos mismos. Pero ¿qué más tenían en común? ¿Conocía a la mujer, que había sido su esposa?
—Podrías haber dejado, una dirección —siguió, intentando calmarse, deseando que su corazón hiciera lo mismo—. ¿Tanto te alivió, que hubiera muerto?
Ezgi lo miró, horrorizada.
—Tú no sabes lo que he sufrido —contestó—. Pero, claro, en mi dolor por la pérdida de un marido, al que apenas conocía, decidí que empezar de nuevo era lo mejor —añadió, intentando parecer sarcástica sin conseguirlo.
A Ezgi  nunca se le había dado bien el sarcasmo, pensó Özgür , sintiendo una inesperada oleada de ternura.
«Pero mi Ezgi , tampoco ha sido nunca una cobarde».
—¿Cambiando tu nombre y sin dejar, una dirección? ¿No te has puesto en contacto con mis padres o con Médicos sin Fronteras, para comprobar si estaba vivo?

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