Capitulo 28

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Özgür
había estado horas pensando, dónde podía llevarla. Pero, viendo su sonrisa en la semioscuridad, supo que había elegido bien.
—¿Cómo lo sabías? —preguntó ella, mientras salían del cine.
—Cuando salíamos juntos, te encantaba ir al cine. Se me ocurrió, que podrías echarlo de menos.
—Es el único sitio, al que no puedo llevar a Casey. Otros padres se han ofrecido a quedarse con ella, para que pudiese ir, pero… Sí, «pero». Como la televisión. El simple placer de ver una película estaba prohibido, para los padres de una niña ciega. No era el dinero, sino él: «¿Y si…?» ¿Y si fuera uno mismo, el que tenía que quedarse atrás?
Mientras iban al restaurante, fueron comentando la comedia que habían visto y, por primera vez desde que volvieron a verse,ezgi parecía relajada de verdad.
El siguiente objetivo era la piéce de résistance. Ezgi parecía haber olvidado lo que era, disfrutar de la noche y ninguna mujer lo necesitaba, más que ella.
—¿Vamos a cenar aquí? —exclamó, al ver el restaurante—. He pasado por delante muchas veces, cuando voy en el autobús y tiene una entrada tan elegante… —He pensado, que te gustaría.
El restaurante, lleno de fotografías de actores y políticos famosos, tenía sofás de terciopelo y velas, en todas las mesas.
—¿Qué vas a tomar?
—A ver… pastel de chocolate con ron, tarta de chocolate al licor… —¿Te sigue gustando, el chocolate negro? —se rió Özgür .
—Sí, pero a Casey no le gusta. Le gusta con leche.
Y ya estaba. A Casey no le gustaba, así que no podía comprarlo. Le gustaría besarla, decirle que nunca le faltaría nada…, especialmente amor. Si pudiera, la rodearía de amor, durante toda su vida.
—Bueno, ¿vas a hablarme de estos seis años?
Ezgi le contó la historia a su manera, como una serie de datos: quedó embarazada y el embarazo no fue bien. Visitó a varios especialistas tras el parto;
luego la echaron del apartamento, cuando Casey empezaba a andar… El amigo de su amiga Serena, Colin, dejó que viviera en aquella casa, por un alquiler mínimo; luego encontró el Centro para Casey y ahorró cada céntimo, aprendió a cocinar y a hacer ganchillo, para recaudar fondos… —Una vez hice de payaso, en una función.
—¿En serio?
Pues sí; aunque no te lo creas, estuve graciosa. Y recaudamos, un montón de dinero.
Özgür tuvo que tragar saliva. Le habría gustado encargar, un camión entero de chocolate para ella. Quería sumergirla en flores, comprarle un vestuario nuevo para compensar, los años de sacrificio.
—Casey es una niña segura de sí misma, inteligente y encantadora por ti, ezgi.
Eres una madre, maravillosa.
—Me alegro, de que pienses eso.
Pero había algo, tras esas palabras; un misterio, que a Özgür  se le escapaba.
Quizá, porque no conocía a ezgi, de verdad. Admiraba su valor, su fuerza, su espíritu de sacrificio. Pero hasta que confiase en él lo suficiente como para contarle sus miedos, permanecería fuera de su vida.
Después de la cena, llegó el postre; un trozo de pastel de chocolate con ron, que no pudieron terminarse entre los dos.
—Lo digo en serio, ezgi. Yo no podría ser, ni la mitad de bueno que tú. Todas mis teorías sobre ser un buen padre, no funcionarían sin ti. Tú me estás enseñando, a ser padre.
—Yo no habría pensado nunca en ir, a un sitio como Mbuka, para ayudar a gente que no conozco; así que tú también sabes lo que es, el sacrificio. Pero no me has contado nada, de tu vida allí.
—Porque quiero, dejarlo atrás —contestó él.
—No lo has superado, todavía. Sé que el dolor tiene cinco fases… me lo enseñaron en el Centro, cuando intentaba superar la ceguera de Casey. Tú estás perdido en la negación, intentando olvidar y sin poder hacerlo. Pero eres médico, Özgür . Y debes saber que nunca volverás a ser el hombre que eras, ni podrás rehacer tu vida, hasta que lo aceptes.
Como la bala de un francotirador, ezgi lo había golpeado con la verdad con tal fuerza, que Özgür se echó un poco hacia atrás.
—Yo prefiero, no hablar de esto. De verdad.
—Sabes que tengo razón. Y te entiendo, porque yo también he pasado por eso.
Desde que volviste es, como si te faltara algo. Hablas de lo que es importante, para Casey y para mí… te preocupa que suframos, pero tú, también estás sufriendo.
¿Ése era el problema? ¿La había dejado fuera? ¿No era que ella no lo quisiera en su vida, sino que se sentía excluida de la suya?
—Mira, yo pensaba que podía cambiar el mundo. Como todos los que van a África a luchar, contra situaciones imposibles, eternas. La mitad de la gente que fue conmigo murió y a los que salvábamos, no nos daban ni las gracias. Querían comida, encontrar a su familia o volver a la guerra. Decirle a la gente que había que cortarle las piernas o que sus hijos habían muerto… te aseguro que, las ilusiones, desaparecen enseguida.
—Debe de ser, horrible.
—Cuando me dispararon, yo sólo quería volver a casa lo antes posible… Pero tuve que trabajar para unos señores de la guerra, curando a sus hombres… —Özgür  estaba temblando—… te vuelves inhumano, ezgi . Trabajaba dieciocho, diecinueve horas al día, comiendo apenas, con metralletas apuntándome… Curaba a los soldados y ayudaba a mujeres a traer niños al mundo, pero no había ni una gota de alegría. Los niños iban a la guerra y empezaban a matar, antes de cumplir los diez años. La mayoría, no volvía nunca. Y las niñas… ezgi , le apretó la mano.
—Debería haber estado, a tu lado —dijo, en voz baja.
Había esperado seis años, para oír esa frase.
—No, tú tenías razón. No era un sitio, para Casey. Y yo no debería haber ido, después de casarme contigo. Debería haber estado con mi mujer, con mi familia. Y entonces, no estaría así… —dijo Özgür , golpeándose la pierna—. Con esta carga, que no puedo sacudirme… Yo quería que me curases, ezgi.
—Ojalá pudiera hacerlo, Özgür , pero no puedo. Sólo puedes hacerlo, tú mismo.
Acepta lo que ha pasado, acepta lo que no puedes cambiar y empezarás, a curarte.
Ezgi  se acercó a él para darle un beso en los labios, pero Özgür  se había apartado, rechazando el consejo.
—No puedo, maldita sea. ¡No puedo! —se le quebró la voz.
Aparentemente, la cita había terminado.

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