La niña se había quedado dormida, cuando terminó el cuento y Özgür dejó el libro en el suelo, mirando a su hija con ternura. Los rizos enmarcaban su cara, como un halo. Parecía, una diminuta figura de porcelana.
«Ésta es mi hija, mi niña», pensó, con el corazón encogido.
—Pon el libro en la estantería. Casey podría tropezar con él, cuando se levante.
«Muy bien, amigos, el primer asalto».
Özgür puso el libro en la estantería y cerró la puerta de la habitación, sin hacer ruido.
—Bueno, vamos a ver. Dime todo lo que he hecho mal, esta tarde —le espetó, cuando llegaron al salón.
Ahora que tenía la oportunidad de hacer lo que había querido hacer desde que llegó, Ezgi se quedó sin fuerzas.
—No sé qué decir.
—¿Qué pasa, Ezgi ? A Casey le gusto y… —Claro que le gustas. La llevas al parque, le compras pizza, prometes llevarla a montar en poni —suspiró ezgi —. Pensabas que estaba celosa, ¿verdad? Quizá lo estoy. No estoy acostumbrada, a compartirla. Pero no me estás dando tiempo, para que me acostumbre… especialmente convirtiéndote en su héroe.
—Yo no… —Casey es demasiado pequeña para entender la diferencia, entre ricos y pobres… Yo no soy una Atasoy , Özgür . Pagar el alquiler de esta casa, el colegio, las facturas… no me queda dinero, para nada más. Y ¿qué voy a hacer cuando Casey empiece a pedirme, que la lleve a montar en poni y tú estés de vuelta, en Melbourne?
—Yo no...Özgür no terminó la frase. Tenía razón. Siempre había despreciado a los «padres de fin de semana», que les daban a los niños todos los caprichos y luego los mandaban con su madre, para que fuera ella quien los disciplinase e hiciera el papel de mala. Había tenido que tratar con muchos de esos niños en Urgencias, cuando estaba empezando. Niños con indigestión, por tomar demasiados dulces o padres histéricos, exigiendo que les curase alguna herida sin dejar marca, para que sus mujeres no se enterasen.
Y él había caído en los mismos errores, sin darse cuenta. Y, con la misma excusa.
«Sólo quiero, que mi hijo me quiera. Quiero compensarlo, por no verlo más que los fines de semana».
O, en su caso, por no haber visto a Casey, en cinco años.
Se había creído preparado para demostrarle a Ezgi , que podía ser un buen padre. Pero no había contado con Casey, como una realidad. Ni con ezgi . Como siempre.
Pero sus palabras contenían, una verdad terrible: «No soy una Atasoy».
Ya no se sentía, casada con él.
—Muy bien. Tienes razón. Mañana iremos al Centro. Sin regalos, sin pizza, sin dinero… sólo padre e hija. ¿De acuerdo?
Ezgi asintió, con la cabeza.
—Casey no puede entrar en tu mundo, como lo hice yo. Por ella, eres tú quien debe entrar en el suyo.
Sí, podía hacerlo. Pero, por el momento, cada vez que intentaba impresionar a Ezgi , fracasaba miserablemente. Como padre podría tener una oportunidad, pero como marido…, sus defensas estaban a cinco mil metros. Y no sabía, cómo derribarlas; cómo hacerla, confiar en él.
Quizá esperaba, una intervención divina. Esperaba que, a través del milagro de su amor, ezgi pudiera erradicar las pesadillas que lo acompañaban, cada noche.
Esperaba que lo curase, que lo convirtiera en el hombre que había sido. Quería recuperar su vida y ezgi , era la clave.
Pero… ¿qué quería ella? ¿Qué necesitaba?
—Será mejor, que me vaya —dijo, abruptamente.
Si no se marchaba de inmediato, iba a hacer algo patético; como tomarla entre sus brazos y rogarle, que lo quisiera otra vez.
—¿A qué hora vengo mañana?
—A las ocho —contestó ezgi , sin mirarlo.
Evidentemente, veinticuatro horas no eran suficientes para recuperarse, de la conmoción de su regreso. Pero quizá había llegado el momento de recordarle, que estaba vivo, que la conocía mejor que nadie.
—Quítate los zapatos. Estás, deseando hacerlo.
Ezgi sonrió, quitándose un zapato.
—¿Mejor?
—Esa es la ezgi , que yo conozco —dijo Özgür , guiñándole un ojo—. Yo haría lo mismo, pero últimamente, me cuesta bastante. Menos mal que Casey, es una niña. Si tuviera que darle patadas a un balón… Ella se rió, aliviada. Parecía tan cansada, como él.
Mientras Özgür tenía que soportar, el dolor y las pesadillas, ella tenía que cuidar de una niña, con necesidades especiales. Y seis años, creyéndolo muerto.
Tenía que recordarse a sí mismo, que debía darle tiempo. Convertirse en el padre de Casey, era la clave… y no exigirle a ella nada, que no estuviera dispuesta a dar.
—Estás cansada, ¿verdad?
—Sí, mucho.
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Nuevos planes
Romance¿Qué harías si el marido que creías muerto reapareciera en tu vida con la intención de retomar las cosas donde las dejasteis? Özgür había desaparecido hacía seis años y a Ezgi no le habían quedado más que buenos recuerdos... y una hija a la que c...