Capitulo 29

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Él alargó la mano para tocarla, tan lleno de amor, de anhelo, que estaba a punto de explotar. «Te deseo tanto…» Pero Ezgi  se dio la vuelta, seria.
«El sexo, no es suficiente».
«Te quiero, Ezgi , te quiero».
Ella empezó a desaparecer, entre la niebla. Su voz no era más, que un triste susurro.
«El amor no es suficiente, lo siento. Tienes que aceptarlo…, tienes que curarte».
Özgür se despertó al amanecer, cubierto de sudor, con el corazón acelerado por el sueño.
Al menos no había soñado con balas de mortero o disparos hechos, en medio de la calle.
Aquella noche se había encontrado amando, a la nueva Ezgi ; incluso más, que a la chica con la que se había casado. Era una mujer fuerte, independiente, llena de pasión por la vida. Ella no huía de sus miedos; se enfrentaba a ellos, cara a cara.
Pero él, no podía hacerlo.
El amor, no era suficiente. El sexo, no era suficiente. ¿Qué podía ofrecerle, un hombre roto como él?
«Acepta lo que no puedes cambiar y empezarás, a curarte».
¿Cómo demonios se hacía eso? Él no podía soportar que su vida, la vida que conocía, hubiera desaparecido para siempre. Como no podía aceptar que, la ceguera de Casey, fuese permanente.
No podía aceptarlo.
—De modo que tendré que convencerla —murmuró, mientras entraba en la ducha. Acababa de empezar el quinto día de asedio, a Ezgi.
«Acepta, lo que no puedes cambiar». Pero él no aceptaría, que todo había acabado entre ellos. Y tampoco aceptaría, que Casey no tuviera relaciones con sus padres y su hermana. La niña necesitaba el equilibrio emocional, que podía darle una familia. Además, eso ampliaría sus horizontes. Y él se habría curado, teniendo cerca a su familia.
Pronto, empezaría a trabajar en el hospital y volvería cada noche a casa, para encontrarse con sus dos preciosas chicas. Le darían a Casey, el hermanito o la hermanita que quería… la vida sería, perfecta.
Cualquier otro final para esa historia, estaba descartado.
Özgür iba silbando, mientras se dirigía a casa de Ezgi , recordando que, una vez, había querido comprar una vieja casona frente al río, para llenarla de antigüedades.
La dejaría elegir lo que quisiera, decorarla como quisiera. Ese sueño no se haría realidad de la mañana a la noche, pero… se haría realidad.
Estaba decidido, a que así fuera.
Empezó con su campaña, en cuanto la vio haciendo agujeros en el jardín, con una camisa ancha y un sombrero, para protegerse del sol.
—Hola, ángel —la saludó, inclinándose para rozar sus labios.
—Hola… —ezgi  lo miró, sorprendida.
—¡Pequeñaja! ¿Lista para ir a la playa y tomar, el mejor helado de tu vida?
—¡Sí! —gritó Casey, corriendo hacia él, para echarse en sus brazos.
Özgür  empezó a dar vueltas, riendo, seguro del todo ahora. La niña no habría corrido hacia él así, si no hubiera visto de alguna forma que el camino estaba libre.
—Uno de estos días, tú y yo, vamos a tener que hablar, Casey.
—¿De qué?
—Del pequeño secreto, que le ocultas a mamá.
Özgür  se sintió satisfecho, al ver la expresión insegura de la niña. Tenía razón.
Podía ver un poco… algo. Tenía que ser, eso.
—No pasa nada, cariño. No te asustes, no es un crimen.
No se lo digas a mamá —dijo Casey, en voz baja—. No le gustaría.
Eso lo sorprendió. ¿Por qué pensaba que a Ezgi  no le gustaría, que se curase?
—Es nuestro secreto, ¿eh? Mamá no lo sabrá, hasta que tú se lo digas.
El rostro de Casey se iluminó. La niña confiaba en él y eso era tan maravilloso… Había empezado a aceptarlo, como padre y le había confiado, el mayor secreto de su vida.
—Nunca he estado, en el mar.
—Una nueva experiencia, entonces. Nadar en el mar no es, como nadar en la piscina. Te encantará.
—¿Cómo lo sabes?
Özgür , soltó una carcajada. Su hija, no era tonta. No aceptaba las cosas, así como así; tenía que comprobarlas. Una Glennon, desde luego.
—Es algo que se llama genética. A tu mamá y a mí, nos encanta el mar. Nos encantan las olas y cómo uno flota, sobre ellas.
Mientras desayunaban, Casey con el apetito de siempre, ezgi  le dijo algo muy revelador:
—El doctor Hauser dice, que es muy inteligente. Está al mismo nivel que niños de su edad, que no sufren ceguera y eso es muy raro.
Özgür  la miró preguntándose, cómo no veía algo que era tan evidente para él.
—Has hecho un gran trabajo con Casey, ezgi . Ojalá yo hubiera estado aquí, para ayudarte.
Los ojos de ezgi , espejos de su alma dolorida, mostraron un brillo de inseguridad. Tenía miedo de creer, que todo iba a salir bien. Sobre todo, después de lo que había pasado por la noche, cuando su cita terminó abruptamente.
—No lo he hecho mal, estando sola.
—Lo has hecho, mucho mejor que bien. Por lo que he visto, Casey está muy por encima de otros niños de su edad, con su misma limitación. Y eso, te lo debe a ti.
—Gracias, Özgür .
Él apretó su mano, acariciándola con el pulgar, mientras la miraba a los ojos, intentando decirle con ellos cuánto la quería.
—ezgi , te deseo tanto… —Özgür … Él la atrajo hacia su pecho y ezgi  no pudo resistirse. Apoyó allí la cara, cerrando los ojos, disfrutando de su calor, de su fortaleza.
—Ha pasado tanto tiempo… —¿Nos vamos a la playa o no? —preguntó Casey.
La pregunta hizo que se separasen, cohibidos.
Pues claro. Nos vamos ahora mismo.
—Entonces, ¿podéis dejar de besaros ya?
—Parece como si nos viera —se rió Özgür .
—Lo sé. Siempre sabe, lo que estoy haciendo —murmuró ezgi.
—Pues entonces, no voy a poder meterte mano… Otro suspiro infantil de protesta, los hizo reír.
—Bueno, vamos a la playa —dijo él.
—¿Podré tomar un helado? ¿Y patatas fritas? —preguntó Casey.
—Ya veremos, pequeñaja —sonrió Özgür , dándole un tironcito de la coleta.
Nunca había tenido tanta paciencia, con nadie. Pero, claro, nunca había tenido un pequeño ser humano mirándolo, con tal confianza.
Y ezgi estaba contenta. En el coche, Casey iba haciendo un millón de preguntas y Özgür  contestaba a todas. La niña estaba, encantada.
Aquella semana estaba siendo, como un sueño. Pero, como un sueño, podría esfumarse. Özgür  y su hija se entendían, a las mil maravillas; Casey sonreía como nunca, cada vez que aparecía él. Y ella… ella empezaba a sentirse como una mujer, por primera vez en seis años.
Sabía que no podía sucumbir, que debía ser fuerte. No podía dejar que Casey fuera la tercera, en esa relación; la que quedase, relegada. Pero, con cada día que pasaba, con cada hora… su resolución se debilitaba. Deseaba tanto a Özgür … no, lo amaba tanto… Y necesitaba que se curase, que aceptase sus nuevas limitaciones y las de Casey.
Ezgi suspiró, al ver el azul del mar de Tasmania frente a ella. Le recordaba demasiado, a la noche que Özgür le había propuesto matrimonio; cuatro semanas después de conocerse… la luna de miel en la playa… las locuras que hicieron entonces… La playa de Avoca estaba, a unos cien kilómetros de Sidney; con unas aguas tranquilas y transparentes, perfectas para Casey.
—La verdad es, que estás en forma —murmuró, cuando Özgür  se quitó los pantalones—. Y tu pierna curará del todo, seguro.
—¿Te gusta lo que ves, ángel?
Ezgi, colorada, apartó la vista, concentrándose en ponerle crema a Casey.
Pero unas manos fuertes, la tomaron por la cintura.
—Mira, todo lo que quieras. Yo te miro, todo el tiempo. Me encanta saber, que sigues deseándome —le dijo Özgür , en voz baja—. Anoche yo… para mí todo esto es nuevo. Necesito tiempo, ezgi .
—Lo tienes. Ve a jugar con tu hija, anda —dijo ella, señalando a Casey, que estaba intentando llenar un cubito, de arena.
Juntos hicieron un castillo, un poco torcido, y lo decoraron con conchas. Özgür  guiaba sus manos para que las tocase, preguntándole dónde quería ponerlas.
Ezgi  tuvo que apartar la mirada. Deberían haberse conocido desde el principio.
Si él no se hubiera ido a África… «Tú deberías haberle dicho, que estabas embarazada; deberías haberle pedido, que se quedara contigo».
—La comida está lista.
La clase de natación en el mar, había sido un éxito. A Casey le encantaba, el olor del mar y el movimiento de las olas hacía, que se partiera de risa. Tendía a ser un poquito aventurera, buceando y tocando el fondo, con las manitas.
Ezgi contenía el aliento, cada vez que sacaba la cabeza del agua. Pero Özgür  estaba pendiente de todo y la animaba, a explorar.
Parecía tan orgulloso de ella… y tan afectuoso.
«Tengo miedo de perder, el cariño de mi hija».
El pensamiento la avergonzó, pero no podía evitarlo. Su vida de huérfana la había convertido, en una persona patológicamente insegura. Quería a poca gente;
pero cuando quería, lo hacía de verdad.
Aunque había pensado que Özgür  estaba muerto, nunca dejó de amarlo.
—¿Qué te pasa, ángel?
—¿Eh? Nada, nada. ¿Dónde está Casey?
—Ha encontrado, una nueva amiga.
—¿En el agua? ¿Estás loco? —exclamó Ezgi .
—Está en la arena, jugando con una amiguita —suspiró él—. Con el sombrero, crema, una camisa para protegerla del sol… —Voy a hablar, con su madre.
—No. No vas a estropear su momento de independencia, sólo para tener a Casey para ti sola.
—¿Por qué dices eso?
—Casey tiene que conocer el mundo y tú no puedes protegerla para siempre, ezgi. Casey, no eres tú. Ella ha sido querida, durante toda su vida. Podrá soportar el rechazo, si tiene una familia a su lado. Deja que crezca, que aprenda, que se convierta en una mujer fuerte; que conozca sus limitaciones, pero no deje que dominen su vida… como hará si sigues insistiendo, en que necesita protección a todas horas. Y de todo el mundo.
—¿Yo hago eso?
—Me temo que sí. Casey se guarda sus emociones para sí misma, como haces tú. Busca tu aprobación y tú se la das, sólo cuando no se arriesga.
—Pero, somos felices.

Tú eres feliz, ezgi? —preguntó él, levantándole la barbilla con un dedo—.
¿De verdad eres feliz, escondiéndote del mundo; no dándole una oportunidad a nadie, por si acaso te hacen daño?
Ezgi apartó la cara.
—No me analices, anda.
—No todo el mundo, te hará daño. No todo el mundo, le hará daño a Casey. La mayoría de la gente, es bastante decente… y los que se alejan de alguien como ella, en general, lo hacen por vergüenza, más que por prejuicios.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Cómo lo sé? Al menos, les otorgo el beneficio de la duda —contestó él, inclinándose para buscar sus labios—. ¿Yo te he hecho esto, ezgi ? ¿Te he hecho tanto daño, como para que no confíes en nadie más, que en los que te han demostrado fehacientemente su amor… o los que entienden, las limitaciones de Casey?
Ezgi dejó caer los hombros.
—No, no has sido tú.
Pero nunca hablaría mal de su familia, porque sabía cuánto los quería; cuánto los necesitaba.
—No hagas eso, ángel. Deja que viva su vida. No todo el mundo es, como tus padres de acogida. Algunas personas son como tu amigo Colin, que te ha dejado la casa por un alquiler tan barato… o si tienen suerte, como yo.
Sorprendida, ezgi  soltó una risita.
—Mírala. Mira qué bien lo pasa.
La niña que jugaba con Casey se reía, porque el castillo estaba torcido; pero guiaba su mano, para ayudarla.
—No la prives de la oportunidad de conocer, a todo tipo de gente. Algunos podrían hacerle daño… pero la mayoría, no lo hará.
—¿Cinco días como padre, y ya eres un experto?
—Tú eres una madre maravillosa, pero no eres perfecta —contestó él—. Todos necesitamos ayuda, ezgi. Tú me has ayudado a mí, esta semana.
—Ojalá, lo hubiera hecho —suspiró ella.
—¿Por qué no me quieres, a tu lado? ¿Qué tengo que hacer para que creas, que voy a estar siempre contigo?
—Curarte. Aceptar, lo que eres ahora.
Sin esperar respuesta, ezgi se acercó a las niñas, para presentarse a la madre

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