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Cuando ella no está
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Flegt E.

Mi cuerpo duele al igual que mi cabeza y la luz resplandeciente alumbra directamente a mis ojos, era un sensación conocida, casi idéntica a cuando seguí las luces,  pero algo era diferente, ella no estaba.

Abro mis ojos por completo y me pongo de pie mientras sujeto mi cabeza en un fallido intento de que el dolor desvanezca. Busco a Farah por todo el lugar, pero termino al percatarme de que ni ella y menos Aster estaban conmigo. No se con exactitud dónde me encuentro, pero no estoy seguro en este lugar o tal vez solamente es mi paranoia.


Observo el luegar en donde me encuentro una habitación con paredes de madera y una cama la cual parece extremada cómoda, un clima cálido el cual no había sentido en mucho tiempo.

— Al fin despiertas comenzaba a creer que estabas muerto — una niña de cabello negro enrollado en un par de coletas se acerca a mi lo cual me hace dar un salto — ¡Mamá, ya despertó!

— Ana, no molestes al joven debe estar abrumado.

La madre de la niña entra a la habitación, estaba esperado un señora de edad avanzada o al menos mayor que yo, pero dudo que ese sea el caso, se mira como alguien joven.

— ¿Dónde estoy y dónde está mi hermana? — digo con precaución mientras me refugio en una esquina

— Te encontramos inconsciente a la orilla del risco, no había nadie contigo, pero puedo preguntar si alguien ha visto algo.

— ¿A la orilla de un risco? — pregunto con confusión.

Se supone que íbamos a volver a casa, regresariamos al bosque en donde comenzó todo, no a un risco en un lugar completamente desconocido.

— Estamos en Wedmitong, ¿no eres de aquí verdad?

— Se supone que tenía que regresar a Sarter — digo en un murmuro

— Está a dos horas de aquí, puedo llevarte la otra semana, tengo que hacer una entrega en ese lugar.

— No me gustaría seguir abusando de su hospitalidad — esbozo una sonrisa — Puedo tomar el autobús o el tren.

— La mejor manera es tomar el tren, sale el viernes a las ocho de la mañana puedes quedarte si quieres, no nos incomoda tú presencia — esboza una sonrisa

— Muchas gracias — me acerco a ellas — Una pregunta más ¿qué día es hoy?

— Martes, ¿quieres comer algo?, debes estar hambriento dormiste todo el día.

— Muchas gracias, prefiero comer después, tengo que buscar a mi hermana.

— Te acompaño, puedes extraviarte en este lugar.

Salimos de la habitación y llegamos a una sala con un estilo rústico, la chimenea estaba encendida, pero aún así hay un inmenso frío, la niña de antes se encuentra viendo televisión mientras come algunos dulces que esconde al ver a su madre.

— Vamos Ana, toma tu abrigo.

La niña corre hacia el segundo piso y baja con un abrigo rosado junto a un gorro verde. Era como una fresa gigante.

Luces En FebreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora