Capítulo 1 -¿Nosotros?-

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...

Las carcajadas no tardaron en aparecer.

-¿Ellos?- Escupió Denki, entre carcajada y carcajada.

-Si apenas saben cuidarse a sí mismos- Completó Mina.

-¡YO no pienso hacer esa mierda!- Exclamó el rubio, señalando al crío -Paso de cuidar a un nerd mocoso- Dio un golpe en la mesa, aunque, al ver la mirada que le entregó Aizawa, se cohibió un poco.

-Lo haréis- Dictaminó -Y no hay más que hablar- Sacó el libro de debajo de la mesa -Entramos en materia. Id a la página 234.

Y así finalizó la discusión. Tanto Bakugou como Todoroki se encontraban afligidos. A ninguno le apetecía hacer la tarea con el otro, claro está, por razones distintas. Uno, porque su corazón latía demasiado fuerte cuando estaba junto al otro. El otro, porque no quería quedarse sordo escuchando al uno.

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Las clases se hicieron eternas, pero no por los conceptos, pues ni siquiera eran conscientes de lo que estaban dando, sino por los pensamientos que surgían, uno tras otro, empujandose como en la atracción de los coches de la feria.

La mente de Bakugou, era un tornado de insultos, sentimientos, quejas, recriminaciones, suerte...

Mientras que, la de Todoroki, más bien era un río con agua agresiva arrasando todo a su paso, maldiciendo que le haya tocado pasar tiempo con una persona tan irritable como el rubio.

Por suertes para la pareja, el timbre no tardó en indicar el final de la clase. La última del lunes.

Y esa semana no había ningún examen al acecho, por lo que no debían estudiar hasta que la luna les exigiera descanso.

Trataron de salir por patas, haciéndose los locos. Una súplica disfrazada para no cargar con Deku.

Sin embargo, la jugada no salió bien, y Uraraka le entregó a Todoroki al bebé casi en un abrir y cerrar de ojos.

-Casi le olvidáis, Todoroki-kun- Recriminó, entre molesta y preocupada. Le acompañaban Iida, con una expresión de negación, Kirishima, con los brazos en jarra y Mina, aguantando la risa por la imagen del bicolor inexpresivo, mirando a un Midoriya baboso -Espero que no ocurra cuando no estemos.

Bakugou ni siquiera se molestó en echarle un vistazo a esos extras molestos, así que se fue en un abrir y cerrar de ojos. Claro, seguido muy de cerca por Todoroki.

-Bakugou, hemos de vigilarle ambos- Protestó, neutro, casi corriendo tras él por el pasillo. Visto desde fuera, eso parecía una carrera de abuelas.

-Vete a la mierda- Gruñó el aludido, pero Shoto le interrumpió, interponiendose entre el camino del rubio y él, a la vez que le tendía a un Midoriya que extendía los brazos.

-Reclama tu atención- Katsuki los miró a ambos con una mueca de asco en el rostro. ¿De verdad le estaba ocurriendo esto? Se apartó y continuó su camino -Bakugou.

El nombrado se detuvo en seco. Esta vez no lo había dicho neutro, más bien, parecía molesto.

De repente, el ambiente se volvió muy tenso. Pesaba tanto como el plomo y daba miedo respirar. Incluso Deku dejó de hacer ruidos con los labios.

-Qué pasa- Escupió tras un momento en silencio. Sin embargo, no obtuvo respuesta. Todoroki le dio a Deku y ahora él tomó la delantera.

-Aguardaré en mi cuarto- Informó, cortante -Preséntate cuando te plazca e iremos a comprar pañales y alimento.

Esas palabras rebotaron desde la esquina hasta los oídos del oji-rubí. Llegaron después de perder de vista al bicolor.

La luz pareció volver a fluir como un tenue río, alumbrando al pecoso, quien, otra vez, siguió a lo suyo.

-Cállate, imbecil- Apretó contra su pecho a Deku con más fuerza de la necesaria, pero realmente estaba dolido.

Mientras llegaba a su habitación, pensaba en lo idiota que era su compañero.

Le había tratado peor que a una mierda. Y no de forma explosiva o agresiva, sino, más bien, con un frío que quemaba.

-Gilipollas- Murmuró, abriendo la puerta de su cuarto.

-Gipipolas- Balbuceó el peliverde, sonriendo. Bakugou no pudo evitar que se le contagiara, aunque el primero impulso fue llamarle idiota.

-¡Bakugou!- Kirishima acababa de salir de cuarto, con una toalla en al cuello. Parecía que había estado entrenando. Se olvidó completamente de la quedada.

-QUÉ mier- Se interrumpió a sí mismo al  ver la mirada de reproche de Eijirou y los ojitos inocentes del menor. Gruñó antes de decir -Qué.

-¡No puedes decir palabrotas delante de él!- Exclamó, super alarmado, después de deshacerse de su cara de estúpido.

Parecía que no le importaba que le hubiera dejado plantado. Al fin y al cabo, así era Kirishima.

-¿Necesitas ayuda?- Le preguntó.

-No- Dio un paso hacia su cuarto, mientras el bebé le estiraba del pelo -Puedo con un mocoso enano- Hizo el ademán de cerrar la puerta con el pie.

-No me refiero a eso- Bloqueó el trayecto de la puerta con la mano -Más bien a...

-Ni le menciones- Le miró, directamente a los ojos. Lo único que no se puede ocultar en una persona, es el espejo del alma, unos bocazas que destripan tus sentimientos a grito pelado.

El pelirrojo se sintió mal por su amigo. Sabía que quería a Todoroki como nunca había querido a nadie.

Pero este ni siquiera le miraba. Era como si fuera una persona más entre el público de un concierto.

Ambos se quedaron así, mirándose. La tensión se podía cortar con un cuchillo.

Pero Katsuki no era de hierro, y sus ojos se cristalizaron. El vaso se había llenado una vez más.

-Piérdete- Le cerró la puerta en las narices a su mejor amigo.

El cual tenía el corazón estrujado. Su bro era una persona muy insegura escondida tras una pared inquebrantable. Pero eso no quería decir que él lo fuera. Al menos, no siempre.

La casa por el tejado [Todobaku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora