Capítulo 17 -La Pelota De Tenis-

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A pesar de todo, Bakugou no pudo concentrarse en la explicación del pelinegro. Ni de la pregunta que le hizo sobre el temario.

Su mente divagaba entre un laberinto de pensamientos. "¿Por qué ese bastardo no iba a clase?" "¿Tanto le había afectado?" "El Bandera Canadiense es un idiota" o "¿Estaría bien?"

El último era el que más le atormentaba. Sabía lo que era estar en una habitación a oscuras.

Solo.

Con un ruido estridente e incesable dentro de tu mente. Y más aún, cuando no puedes contar lo que te ha ocurrido. Cuando no sabes ni siquiera lo que te ocurre. Pero sientes que vas cayendo. Caes. Caes en un vacío oscuro. Y tu garganta arde, tu corazón pesa, tu cabeza no quiere levantarse y te resguardas bajo tus hombros. Esos que no pueden cubrir la parte que más duele. El pecho.

Sabía que era un duelo que se debía pasar. Sin embargo, Bakugou quería acompañarle. Aconsejarle. Las batallas se pueden pasar solos o acompañados. Y, cuando hay un aliado en medio de la guerra, sabes que siempre esperará a que te levantes.

Porque él se había sentido así. Sabía que no eran la misma persona, pero sabía que eran humanos. Y que Kirishima le ayudó mucho en esos momentos, así que...

-Gafas- Casi escupió cada palabra. El delegado solía quedarse el último, para asegurarse de que todos se iban tras cumplir sus tareas.

-¡Bakugou-kun!- Se giró hacia él muy rígido, como si un palo gobernara en su columna vertebrar. Sabía lo que iba a venir antes de que abriera la boca.

-Que sí, que sí. Voy a llamarte como quiera- Rodó los ojos. Ya era mucho que hablara con su irritante compañero de clase por ese estúpido helado de fresa -Ve a ver a Todoroki- Le dijo. O, más bien, ordenó, mirándole, fijamente. Con esos faros rojos como foco de guía -Y- No habló más. Apartó la cara, para ocultar su sonrojo, mientras extendía una mano, esperando a que Iida lo recogiera.

El peliazul, dudó un poco, antes de asentir y recoger lo que fuera que le daba su explosivo compañero.

-¿Una pelota de tenis?- Preguntó, atónito.

-Solo dásela- Gruñó, antes de girarse e irse.

-¡Gracias!- Exclamó Iida, antes de que Katsuki girara la esquina.

Esa pelota... Era un desestresante que él había usado en sus peores momentos. Esperaba que le ayudara. Y que el cuatro ojos participara también.

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Iida -el buen delegado de clase- no tardó en ir a la habitación de Shoto, llamando a la puerta con 3 golpes, cortos pero fuertes.

-Soy yo, Todoroki-kun- Dijo, antes siquiera de obtener respuesta.

-Voy- Una voz lejana respondió desde el otro lado, sonaba ronca, adormecida. Como una guitarra desafinada. Mientras Iida escuchaba los pasos que se aproximaban, se ajustó las gafas con la mano libre.

-Buenas tardes, Todoroki-kun- Saludó, con su característico todo de voz -Bakugou-Shonen me ha concedido esto para ti- Le entregó, con ambas manos, haciendo una reverencia.

Shoto la miró durante un instante. Le sonaba de algo y no sabía de qué...

-Gracias- La cogió y, como si fuera una bola mágica, retrocedió en el tiempo. Era la bola que le tiró cuando estuvo por primera vez en su habitación. La que le detuvo cuando se iba a girar a ver una foto...

La guardó, con especial cariño, en uno de sus bolsillos. Una prueba de que no estaba solo. Que a Bakugou le importaba. Que no la había cagado tanto como pensaba.

Sin embargo, eso no suprimía el hecho de que no tuviera claro lo que le ocurría cuando estaba junto a él. No eliminaba el miedo que le sucumbía cada vez que su corazón latía desenfrenado al verle. No mataba el rechazo que le provocaba sentir algo tan intenso.

Un silencio rodeó a los chicos, antes de que Iida carraspeara para llamar la atención del bicolor.

-Esta tarde iremos al cine- Prosiguió, sin darle tiempo a Todoroki de procesar nada -Puesto que le concierte a Bakugou-Shonen cuidar de Midoriya-kun, sería un placer para todos nosotros que asistieras a la reunión- Shoto, simplemente asintió en respuesta. Más que nada, para volver a quedarse solo -Está bien. A las 6 aguardaremos en el salón- Iida evantó la mano y se despidió, dejando a Shoto atónito en la puerta.

No le apetecía mucho ir. Bueno, para que mentir, no le apetecía nada. No obstante... Tampoco quería quedarse en su cuarto. Y sus amigos le esperarían.

Suspiró, ya desde la comodidad de su cama, perdido en la bola de tenis que tenía entre sus manos. Tal vez no era tan mala idea salir. Tomar el aire. Despejarse con sus amigos. ¿Desde cuándo no iba con ellos? Ya había perdido la cuenta. Respiró, profundo, permitiendo que sus ojos se cerraran. Y, unos segundos después, los abrió, con determinación.

"Decidido" Pensó "Voy a comer algo e iré al cine con ellos"

La casa por el tejado [Todobaku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora