Capítulo 3
Mew Suppasit, el nombre del sujeto que lo había comprado era Mew Suppasit. Era un hombre rico, se veía en el lujo desmedido y extravagante que tenía la casa. Y probablemente era alguien muy importante, pues nadie con esa cantidad de dinero podía pasar desapercibido. Lo importante ahí era saber si todo su dinero era legal o no.
Gulf era consciente de que lo que hacían con él y otras personas no era lícito, es más ni siquiera era moralmente aceptado por la sociedad, pero desafortunadamente para él, ese era su destino, el camino que le había tocado vivir y aunque no lo quería no le quedaba de otra, ya estaba resignado a ser siempre un objeto para los demás y sabía muy bien que cuando Mew Suppasit se cansara de él, tendría que aceptar un nuevo dueño. Y así sería hasta que muriera. A veces deseaba que su final llegara muy pronto.
- Es hora de ir a la cama – habló Mew cargándolo. Nunca nadie lo había llevado en brazos, por lo general lo arrastraban por el suelo o lo hacían caminar con pesados grilletes en sus pies - ¿Por qué te asustas? – cuestionó al notar que Gulf se ponía tenso – no es como si fuera tu primera vez –
- Es la primera vez que alguien me carga señor – respondió Gulf.
A Mew le parecía increíble que una acción tan... insignificante lo tensara tanto, y sin embargo no se asustaba con el hecho de que fueran a tener sexo. Eso solo le indicaba que en realidad jamás habían hecho algo bueno por ese muchacho y él tan solo esperaba lo peor de las personas. No lo culpaba ni mucho menos lo juzgaba, en parte estaba bien pensar de esa forma, pues en la vida las personas que menos imaginas pueden ser las primeras en traicionarte.
- No eres pesado, así que puedo hacerlo – dijo Mew sin darle importancia a ese hecho.
La regla principal de Mew Suppasit era: jamás tener sexo con sus sumisos en su habitación. Su recámara era sagrada, ese era su refugio, su guarida, la morada de alma, el lugar donde se sentía en calma y en paz. Así que caminó con Gulf en brazos hasta la alcoba que había sido asignada a éste. Bonita, elegante, moderna y minimalista como el resto de las habitaciones de esa mansión.
- ¿Te gusta la habitación? – preguntó Mew dejándolo en el suelo. Gulf inmediatamente se quedó ahí y deshizo el abrazo.
- Si señor –
- Si requieres hacer una modificación me lo puedes decir – dijo Mew y el más joven parpadeó un par de veces antes de responder.
- No tengo ninguna queja señor –
- Eres muy hermoso Gulf – súbitamente cambio de tema – Max tenía mucha razón, jamás pensé que serías así de bello... bonito... precioso... -
El más joven no sabía que decir. Si bien en el pasado le habían dicho que era hermoso jamás lo habían hecho como Mew Suppasit, en ese momento a Gulf le pareció tan... sincero. Pero los hombres podían decir cualquier barbaridad con tal de conseguir lo que querían, él lo sabía muy bien así que prefería obedecer a sus dueños que escuchar palabras bonitas disfrazadas de falsas verdades.
Mew solía ser brutal y salvaje a la hora de follar. Le excitaba golpear, morder, humillar, quemar e incluso mear a sus "sumisos" para conseguir placer. El sexo rudo, despiadado y cruel era lo suyo. Su miembro se ponía tan duro cuando hacía sangrar a sus amantes con la fuerza de su mordida o cuando pronunciaba adjetivos degradantes, ofensivos y ultrajantes a la persona que estuviera bajo su poder en ese momento, incluso cuando los golpeaba con sus manos o con cualquier instrumento que tuviera a la mano podía sentir un enorme placer recorrer todos y cada uno de los rincones de su cuerpo.
ESTÁS LEYENDO
Obediente
RomansMewGulf Si, es verdad que Mew Suppasit es un "dominante", pero al ser un hombre con una reputación intachable, con negocios cien por ciento lícitos y un apellido de abolengo nadie sospecha de sus extravagantes gustos en el ámbito sexual. Nadie sabe...