17.

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Jesús y Dani se miran de una forma bastante intensa. Soy yo la que decide cortar la tensión a mi manera: abriéndome paso entre ellos dos y entrando. La ignorancia a veces es el mejor remedio.

— Ay mi pequeña.— se emociona Eva al verme—. No sabes las ganas que tenía de verte.

— Mamá.— la abrazo; siento que ella se queda de piedra, pero en el buen sentido, al escucharme llamarla por ese término. Nunca he sido de llamarla de esa forma, pero la cuestión es que echo de menos poder contar con unos padres día a día. Eva y Juan sé que son los más cercanos a eso tras la muerte de mi abuelo, son la familia que me han escogido. Debería estar más agradecida con ellos día a día.

El abrazo se interrumpe con la llegada de Jesús y Dani al salón. No han sido testigos de cómo he llamado a Eva, y sinceramente, mucho más cómodo así.

— Hola mamá.— le sonríe Dani, acercándose a ella para darle un abrazo más largo que el que le he dado yo.

— Bueno, ya estamos la familia al completo.— ironiza Jesús.

Intento no mirarle a los ojos, prefiero ignorar su presencia, es más fácil. Me dirijo al sofá y me siento, cruzando la pierna sobre la otra. Estoy nerviosa pero no tanto como lo deben estar los chicos. Sé que sospechan que puede ser algo de algún tipo de enfermedad por parte de Eva o Juan Carlos. Sin embargo, intentó mantener la positividad y dejar que sean ellos los que me sorprendan.

Cuando Juan llega a casa, nos saluda a todos uno a uno. Se sienta al lado de la silla de Eva y se miran, cómplices, de lo que están a punto de soltar.

— Nos vamos a separar.— suelta sin más Eva. Juan Carlos le mira atónito. Jesús baja la mirada para clavarla en el suelo y Dani deja caer el vaso de agua que sostenía hasta hace unos instantes.

— ¿Qué?— me animo a intervenir yo. Quizás el hecho de que no sean mis padres biológicos, me afecta en el sentido de que, al no haber estado tantos años con ellos como Jesús y Dani, la noticia no me duele con la misma intensidad.

— Está bien.— habla Juan Carlos, guardando la compostura. Eva se limita a permanecer callada. Noto en ella una cierta liberación; como si se hubiese quitado un peso de encima.

— Como bien sabéis, nos enamoramos.— comienza explicando Juan, de forma general—. Las historias comienzan así, o de forma distinta. Hay veces que hay flechazos de amor, que son aquellos que se enamoran a primera vista. Y luego están aquellos que empiezan odiándose, y acaban amándose.— se detiene y mira a Eva—. Vuestra madre y yo nos odiábamos, a muerte, pero entre unas cosas u otras, comenzamos a amarnos. Formamos una familia, vosotros.— nos señala a los tres, y siento que en ese preciso instante, sobro, aunque sé que no es así —. Pero todo acaba.

Giro la cabeza para observar qué hacen Dani y Jesús, y me encuentro con el primero de estos, rompiéndose en lágrimas. Siento ganas de levantarme y darle un abrazo, pero la mirada de Jesús clavada en mí, me detiene.

— El roce hace el cariño.— comenta Eva, de repente—. Así comenzó nuestra historia. Lo cierto es que, el roce también desgasta. Hay rozaduras que dañan, que arden. Tarde o temprano iba a acabar pasando. No nos odiamos, pero hay cosas que nunca pueden funcionar.

De repente, siento la necesidad de recordar mi historia con Jesús. Exactamente igual, solo que nosotros sí nos odiamos y nunca formaremos una familia.

— ¿Eso es todo? — Dani está colorado. Sus ojos están hinchados y las mangas de su sudadera están remangadas. Pequeñas gotas de agua, lágrimas, han empapado la tela de su sudadera. Tengo el presentimiento de que hay algo en él que no termina de estallar.

— Lo siento...— dice Juan Carlos de forma inaudible.

Dani se levanta de golpe del sillón y se dirige al lado opuesto de la puerta principal. Se dirige al jardín. Mientras tanto, Jesús permanece sentado mirando un punto fijo en el suelo.

— Os entiendo.— rompo el silencio, llamando la atención también de Jesús, quien me mira atento a cada una de las palabras que suelto a continuación —: Os habéis querido durante muchos años, y por circunstancias personales, os vais a divorciar. Es duro dar un gran paso como ese, pero quiero que sepáis que os voy a apoyar en vuestras decisiones. Sois adultos, y sabéis lo que hacéis. Agradeceros por haber hecho las cosas bien desde el principio, y felicitaros por haber podido saber quereros y cuidaros durante tanto tiempo.— trago saliva —. Ahora si me disculpan, voy a buscar a Dani.

Eva y Juan Carlos me sonríen levemente, y salgo del salón. Cada uno de los rincones de esa casa me traen recuerdos que nunca dejarán de formar parte de mi pasado; nunca dejarán de formar parte de mí.

Llego a la cocina y salgo por la puerta grande de cristal que lleva al jardín. Busco con la mirada a Dani pero no veo rastro de él. Decido acercarme a la barra y buscar detrás de esta.

— ¿Qué haces aquí? — me pregunta Dani, secándose los ojos con las mangas.

— Se me rompe el alma verte así.— le respondo, sentándome a su lado. Apoyo mi espalda en la pared de piedra, y poso mi mano sobre la suya.

— Sí claro, igual que dentro, ¿no? — me lleva unos segundos comprender a qué se refiere. Se ha dado cuenta de que he estado apunto de levantarme hacia él, pero no lo he acabado haciendo.

— Dani ... — aparta su mano de debajo de la mía.

— Dijiste que no estabas enamorada de él.— su tono de voz parece endurecerse —. No parece que sea cierto.

— Es un capullo. — escupo molesta —. Nunca volvería a estar con alguien como él. He aprendido con esa relación que no puedo estar con alguien que me miente constantemente.

— Espero.— suspira Dani —. No quiero verte sufrir de nuevo. Se hace duro.

Llevo mi mano a su mejilla y le acaricio. Su piel está suave, como la de un bebé. Me sale una sonrisa al ver  lo pequeño que es a veces. Tiene muy buen fondo, y por más que en muchas ocasiones me saque de quicio, es inevitable el cariño que le tengo.

— Irene. — sus ojos se clavan en los míos.

Por unos segundos, nos quedamos mirándonos. Veo en sus ojos un brillo desconocido, pero bonito a la vez. No me doy cuenta de que estamos a centímetros hasta que una voz llama nuestra atención.


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Ig | paulaaa_sg

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