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Ha pasado mucho tiempo, desde la última vez, desde que toda la mierda explotó. 

Y ahora, lo que estaba ocurriendo, no podía ser cierto.

Me encontraba en la entrada del aeropuerto, a dos metros de la puerta que tendría que cruzar para dejar atrás todos estos años. Toda una historia.

Hoy se cumplía exactamente un mes desde que Dani se enteró de que su padre me intentó...Cerré los ojos para olvidar la tragedia que comenzó pero terminó. Intentamos durante todo este tiempo que la policía hiciera algo al respecto, pero lo cierto era que no teníamos pruebas físicas que mostrar.

—Sigue sin parecerme buena idea esto de que coger un avión e irme a Asturias a vivir— les dije a los dos hermanos. Dani no había articulado ninguna palabra en todo el trayecto, y no parecía querer añadir nada. Había sido su idea el mudarme a otro lugar, porque él había decidido por mí que lo mejor era empezar de cero. En otro lugar. Sin ellos. Sin él.

Me di cuenta de que Jesús miró de reojo a su hermano, como esperando a ver si decía algo. 

—Es la mejor idea—soltó Jesús al ver que su hermano no se dignaba a hablar. 

—Ahora vengo— dijo en voz baja, pero suficiente para oírlo. Y sin esperar respuesta de nosotros, se fue a saber dónde. 

Se me inundaron los ojos de lágrimas.

—No es justo— expulsé con la voz entrecortada. Jesús me abrazó instantáneamente.

—Él te quiere, probablemente es quien peor lo va a pasar de todos—me dijo al oído, y eso fue lo que hizo que me soltara de golpe de su abrazo—Fue su idea y eso nunca lo olvidará— continuó, intentando que mi expresión de enfado se esfumara.

—No..No te atrevas a decir que va a ser el que peor lo va a pasar—me pasé el dorso de la mano por la cara bruscamente para quitarme las lágrimas—Quien tiene que abandonar este lugar, a las personas que quiere, soy yo. La que tiene que huir soy yo—Jesús hizo una mueca, sabía que yo tenía razón. Se le acabaron las palabras, se le acabaron las excusas. El labio inferior me empezó a temblar—No puedo creerme que hayas decidido dejar de luchar, que os hayáis rendido tan fácilmente.

—Irene...—comenzó a decir.

—Adiós, Jesús.—le dije. 

Mi mirada se centró en una figura de espaldas que se encontraba un poco lejos de nosotros. Dani. Mis ojos recorrieron esa espalda que nunca volvería a tocar, y se cerraron al mismo tiempo que él se giraba. No. No quería volver a ver la cara que tendría que olvidar en cuanto me subiera al avión.

Y así fue, como de la manera más cobarde, dejé atrás todo.

Le dejé atrás a él.

Comencé a correr, dándole la espalda a todo, dejando atrás los gritos de Jesús. Probablemente, la gente a mi alrededor se preguntara sobre la situación, pero todo quedó en un segundo plano. Me encontraba sola, corriendo, subiendo la rampa automática y perdiéndome entre la gente. Sentí mi móvil vibrar y sonar varias veces, pero hice caso omiso a ese dispositivo. Bueno miento, lo que realmente pasó fue que lo cogí, saqué la tarjeta y lo tiré a un contenedor que me pregunté qué cojones hacía ahí en medio.

Ya no había vuelta atrás. 

¿No querían que empezara de cero?

Pues eso iba a hacer. 

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