10.

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A la mañana siguiente, me despierto sobre las doce. Mi cabeza parece dar más vueltas que una lavadora, y siento que tengo náuseas.

Me levanto y voy corriendo al baño . Comienzo a potar como si no hubiese un mañana, y cuando consigo parar, voy a la cocina a por vaso de agua.

— Joder.— me ha sentado peor.

Vuelvo al baño y me tiro aproximadamente diez minutos así.

Cuando termino, tiro de la cadena y opto por darme una ducha caliente. El sentir el agua recorrerme cada poro de mi piel, me relaja.

Escucho el móvil sonar desde mi habitación, y suspiro a modo de queja por la persona que me está estropeando este momento de gloria.

Al terminar de ducharme, me pongo una toalla en el pelo y otra en el cuerpo y me dirijo a la habitación. Busco el teléfono y, tras mirar en todos lados, me doy cuenta de que está debajo de las sábanas.

Me meto en el registro de llamadas y veo que me ha llamado un número desconocido.

Por un momento siento miedo, pero decido no alertarme y hacer como si no hubiese visto nada.

Me acerco a mi armario y busco algo de ropa para ponerme. Me decanto por una sudadera de Adidas gris y unos pantalones de chándal a juego. Cuando comienzo a hacer la cama, mi móvil vuelve a sonar.

— Número desconocido.— leo en voz alta.

— ¿Es que no me lo piensas coger? — escucho a gritos desde la puerta de mi casa.

Siento como el corazón casi me atraviesa el pecho de lo rápido y fuerte que comienza a latir.

Enfadada por el susto, me acerco de mala gana a la puerta y me encuentro con un Dani bastante divertido.

— ¿Te hace gracia? — le pregunto mientras me cruzo de brazos.

— Oye, relaja guapa.— entra a mi casa riéndose—.No es mi culpa que no me tengas agregado.

Pongo los ojos en blanco y le doy un abrazo.

Sinceramente, me alegro de que sea él. Pensaba que iba a ser otra persona, o Martín. Estar en Madrid sola, bueno, con Jesús y Dani cómo conocidos, me inquieta mucho.

— ¿Qué haces aquí? — le pregunto entrando a mi cuarto, para acabar con la cama. Coloco los cojines y veo que me falta uno.

De repente, me giro y veo cómo Dani me lanza uno.

— ¡Eh!— le digo tras esquivarlo. Lo vuelvo a coger sin que se dé cuenta y me preparo para lanzárselo—. Por cierto, ¿has desayunado?— le pregunto, haciendo que se gire para contestarme.

— N...— él no consigue esquivarlo—. Hija de puta.— y corre hacia a mí para tirarme contra la cama.

Se deja caer encima de mí y comienza a hacerme cosquillas.

— ¿Te acuerdas cuando te pedí perdón en la plaza hace tiempo?— me pregunta y asiento—. Pues esa misma noche acabamos los dos en el sofá, así.— y vuelve a hacerme cosquillas.

La verdad es que a diferencia de Jesús, Dani cada vez que me ha perdido perdón y me ha prometido cambiar algo malo, lo hacía. Sin duda, son pocos los malos recuerdos que tengo con él, y eso en parte, me hace sentir feliz.

De repente, suena el timbre de mi casa.

— ¿Esperas a alguien? — me pregunta con el ceño fruncido.

— No tengo a nadie aquí en Madrid.— le respondo—. Solo conozco a una chica, que se ha ido a su pueblo durante unos días por temas personales, al capullo de Martín y al capullo dos de Jesús.— le sonrío divertida, para evitar una situación incómoda o tensa.

Pongo mis manos sobre su pecho y le impulso hacia arriba para apartarlo.

Me dirijo hacia la puerta y miro para ver quién es. Jesús.

— ¿Quién es?— lee mi mente Dani.

Retrocedo sin hacer ruido y me asomo a mí cuarto para decirle con los labios que es Jesús.

Se lleva las manos a la cabeza y veo que sus intenciones es seguir haciendo de hermano desparecido. Se dirige al baño y se encierra dentro.

Suspirando, me acerco a la puerta y, sin abrirle, le pregunto qué quiere.

— ¿Qué coño quieres ahora?— le pregunto a Jesús—. Julia no está.

— Vengo a traerte una cosa.— me dice y yo río.

— Pues ya sabes qué tienes que hacer.— le digo—. Girarte e irte por donde has venido.

— Ábreme, por favor.— me insiste.

Suspiro y dirijo mi mano hacia el pomo de la puerta. La abro y veo que me tiende un móvil nuevo.

— ¿Qué?— le pregunto sin entender nada.— Yo ya tengo uno. Gracias.

— Dame tu móvil.— me pide, y automáticamente, sin ser consciente de ello, se lo tiendo.

Lo deja caer al suelo y lo pisotea. Mis ojos se salen de las órbitas y siento ganas de cogerle de la cabeza y estamparlo contra la pared.

— ¿Pero tú estás bien de la cabeza? —me arrodillo para observar cómo mi móvil se encuentra destrozado en añicos.

— Martín, no sé cómo, tenía tu móvil hackeado. Era capaz de encontrar donde estabas, y sinceramente, no sé cómo no te ha hecho nada.— me explica— Me alegro de que estés bien.

Extiende su brazo para tocarme el hombro pero retrocedo.

— Irene, habremos puesto punto y final a nuestra relación.— tensa la mandíbula—. Y yo estoy haciendo una vida nueva con Julia, pero por lo menos podríamos ser amigos.

Le tiendo el móvil a Jesús y se lo devuelvo.

— No lo quiero.— le digo al ver su cara de poco entender—. Lo siento, soy más de Samsung que de iPhone. Además, no hace falta que te gastes dinero en mí.

Voy a cerrar la puerta pero coloca su pie y la detiene.

— ¿Amigos? — me insiste.

— Pero lo hago por Julia. No por ti. — cierro la puerta.

Pego mi espalda a ells y observo cómo Dani sale del cuarto de baño tras oír el ruido del ascensor. Su cara refleja algo de confusión y dolor.

— ¿Quién es Julia?— me pregunta.

— Su novia.— le respondo, suspirando.

— Irene.— me dice, mientras se acerca a donde estoy.— ¿Sigues enamorada de mi hermano?

— ¿Sigues enamorada de mi hermano?

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