23.

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Toda la mañana la pasamos hablando y conociéndonos. Patricia me enseñó una habitación bastante espaciosa, aunque no tanto como la de mi casa. En esa, pasaría los próximos días, aunque mi intención era -y sigue siendo- resolver las cosas en menos de una semana.

Terminamos de comer las pizzas que nos habían traído y comenzamos a recoger la mesa. Mientras doy viajes a la cocina llevando los cartones y vasos vacíos, observo con atención cada detalle de la casa. Me resulta muy acogedora pese a su amplitud; Patricia es una chica muy coqueta para decorarla y me encanta el gusto que tiene. Los muebles son blancos y grises, y el parqué es de color grisáceo también, quedando totalmente todo el interior de la casa y sus muebles a juego.

— Chicos, voy a sacar la basura un momento.— nos avisa Patricia, entrando a la cocina y dirigiéndose a la galería donde se encontraban las dos lavadoras y la basura, entre otras cosas.

— ¿No te multan? La basura se saca de noche. — se cruza de brazos Dani, mientras se apoya en el hueco de al lado del frigorífico.

— ¿Ah sí?— frunzo el ceño.

La verdad es que había escuchado ese rumor hace tiempo y varias veces. Nunca he llegado a saber si era cierto o simplemente coñas.

— Sí nena.— afirma Patricia, anudando bien la bolsa para evitar que el nudo se suelte.— Lo que pasa que no pienso perfumar mi casa con la mierda que hay dentro.

— Eso, tú dale más trabajo de la cuenta a los pobres barrenderos y barrenderas, tirando basura fuera del horario.— ladea la cabeza Dani, mientras bebe un vaso de agua.

— Te juro que como te descuides, te vas para dentro del contenedor también.— sonríe ella falsamente, y automáticamente, siento que me cae mejor de lo que me caía antes.— Es obvio que me sabe mal, pero no me queda otra. Esto apesta a tu mierda, Daniel.

— Serás cabrona.— dice él, dejando el vaso sobre la encimera y dirigiéndose a ella para hacerle cosquillas. En ese momento siento algo extraño, y quiero pensar que no son celos.

— Venga, me piro vampiro.— dice ella cuando consigue salir de entre los brazos de Dani—. Ahora vuelvo.

Se escucha el portazo de la puerta principal y Dani se dirige a mí.

— Que carita más seria.— lleva su mano a mi cara para dibujarme una sonrisa, y después, posar sus labios en los míos.

En ese momento, siento que se me olvida todo. Llevo mis manos a su nuca y comienzo a besarle. Los besos suaves se convierten en besos cargados de pasión e intensidad. Desliza su mano por mi pierna descubierta y me agarra el muslo cuando llega a él.

— Nunca te lo he dicho, pero me pones demasiado.— me confiesa cuando separa sus labios de los míos. Esa frase hace que le bese con más fuerza.

Me levanta y me sienta encima de la encimera. Le quito la camiseta y comienzo a besarle su clavícula, y todo lo que me permite a esa altura. Él me desabrocha los botones de la camisa y comienza a besarme los pechos.

Siento el calor por todo el cuerpo, uno que nunca antes había sentido. De repente, me viene la cara de Jesús cuando busco los labios de Dani, y le detengo.

— Eh, ¿estás bien?— me coge de la barbilla y me obliga a mirarle a los ojos. Ese brillo en los ojos es inconfundible, y automáticamente veo y siento a Dani. Es Dani. Es diferente. Me quiere de verdad.

Uno mis labios con los suyos a modo de respuesta y siento un bulto procedente de sus partes bajas.

— Dios cuando te muerdes el labio.— suspira él ante mi reacción. Se desabrocha el cinturón pero, de repente, veo que cede—. No puedo.— comienza a abrochárselo de nuevo y yo lo miro confusa.

Y me terminaste buscando #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora