Capitulo V

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Njell se quedó atrás desconcertado. En dos pasos perdió de vista la silueta de Dies. De pronto regresó a la tierra, a la realidad, al día que era, a la hora. "¡La hora!" miró el reloj alarmado "mierda, mierda, llego tardísimo, no doy una hoy" corrió al colegio esquivando los resbaladizos charcos de escarcha. Subió los escalones y se detuvo ante la puerta principal tomando aire. Fue a abrirla cuando alguien se le adelantó con gesto serio.

Abrió los ojos de par en par. No lo podía creer. Enfocó bien con la mirada a la chica que pasaba frente a él y descendía las escaleras calladamente. "No puede ser verdad" se dijo.

- Pero, ¿cómo has llegado hasta aquí si te acabo de verte marchar?- preguntó confuso y extrañado mirando hacía la verja que rodeaba el colegio.- Hace apenas unos segundos, me has dado la espalda y...-tartamudeó- te has ido.

Estaba confundido, aunque se volvía a alegrar de volver a verla, la situación era bastante desconcertante.

La chica se giró de golpe e inspeccionó al chico de arriba abajo con sus ojos grises, en los cuales Njell no se fijó. Volvió a sentir de nuevo aquella sensación en el estómago al observar que ella le miraba examinándole, pero esta vez le invadió una sensación fría que le hizo estremecer. Sintió como si la temperatura hubiera descendido de golpe cuatro grados. Pero no obtuvo respuesta. La chica se volvió y siguió su camino hasta salir del recinto escolar, y perderse entre las barrotes de hierro y la niebla. Su silueta lentamente, y acompañada por un viento escalofriante desapareció de la vista de Njell. Fue cosa de un segundo, el aire ondeaba las ropas de la chica marcando su figura y el cabello descubría su bello rostro sin expresión alguna. Su vista parecía borrosa y acompañada de la atípica situación, hacía que pareciera cosa de un espejismo. "Que extraño... pondría la mano en el fuego de que se había marchado, ¿por qué ni siquiera me ha dirigido la palabra?" pensó anonadado. Sintió el rostro humedecerse poco a poco, mientras se hacía multitud de preguntas sin respuesta alguna. "¿Cómo habrá llegado tan rápido? Esto ha sido mi imaginación, esa chica me ha vuelto tonto." resopló. Definitivamente aquella mañana no marchaba tan bien como había esperado, miró su reloj de nuevo y rápidamente apartó todos esos pensamientos.

Njell corrió apresuradamente por los pasillos embaldosados de su nuevo colegio hasta alcanzar su aula. Veía que le iban a dejar a fuera por impuntual pero para su asombro un fondón señor con bigote canoso le hizo pasar. No obtuvo una bienvenida o una presentación formal delante de toda la clase por parte del profesor como solían hacer en los demás colegios. Se sentó en el último pupitre que quedaba vació, cómo no enfrente del profesor. Las miradas se habían clavado en él desde el momento de su entrada en el aula pero a penas le importaba. Creía que la falta de puntualidad podía haber molestado suficiente al profesor como para no presentarle, pero más tarde se percató que todos los profesores pasaban por delante de él sin darle la bienvenida. Todos fríos y distantes, como la ciudad donde había ido a parar. Definitivamente no fue un buen comienzo.

El último mes otoñal llegó con fuetes ráfagas de viento, y aunque las nubes no dejaban al descubierto el azul cielo el sol siempre sobresalía sus rallos llenando el paisaje de color. Debido a su puntualidad y a que debía de aparcar la bicicleta en la valla de atrás del colegio, solía encontrarse con la chica que conoció por accidente. Siempre venía sola al colegio y miraba a los alumnos escondida tras los setos. La buscó por el colegio, pero tras observarla varios días se dio cuenta de que nunca entraba. ¿Dónde estudiaría si solo había un colegio en cuarenta kilómetros a la redonda?

Pero una mañana la encontró acompañada de su profesora Ms. Bera de Lengua. Njell empezaba a creer que la chica con la que se encontró en las escaleras de la puerta principal no era más que un espejismo suyo.

Iluminando la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora