Capítulo XII

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Nox y Dies salieron al jardín y rodearon la casa fijándose en cada ventanal. Pero todos estaban cerrados e incluso con las cortinas corridas. Tampoco vislumbraron algún agujero o avería en el tejado que produjese ese gran ruido. Vista desde abajo la casa semejaba una fortaleza, de muros altos que se alzaban al cielo pareciendo inalcanzables por el caballero, y con ventanales plenamente cerrados con el propósito de recluir a la hermosa princesa. Las palabras del dialogo que mantuvieron con su madre se repetían en sus mentes incómodamente, aún con la sensación de que algo marchaba mal en su oculto hogar. Sus mentes hilvanaron colores y trazos sobre la imagen de su casa, jugaron con la imaginación y unieron pequeñas esencias de lo que habían leído en los libros de caballería. Diseñaron un castillo antiguo como habían hecho desde que eran pequeñas; sustituyeron los maderos por frías piedras, las chimeneas las alargaron y ampliaron terminando erigiendo unas torres, en cuyo interior estaba el alcázar. Nox desertando sus pensamientos a los que ella llamaba “distracciones” siguió con la búsqueda de algún resquicio por el cual se filtraba el viento. Dies dejó independientes a sus ideas, y con pinceladas alzó la verja que rodeaba la casa edificando una elevada muralla defensiva.

Dies siguió creando detalles, incluso se imaginó una princesa encerrada no en la más alta torre, sino en el desván. Muchas veces ella se creía esa princesa; pero no por habitar en un castillo, por ser bella o por desencadenar amores platónicos entre los caballeros, sino por estar sola todos los días con su hermana. Sin padres, encerradas en la casa que debía guardar en secreto, manteniendo sólo conversaciones con su hermana y suspirando desde el alfeizar de la ventana soñadora.

A menudo por las tardes contemplaba el mar y escuchaba como él intentaba conversar con ella en su idioma nativo, el que Dies completamente desconocía y por muchos intentos que hiciese por aprender, no lo lograba. Así que, se conformaba con percibirlo, oír su suave pronunciación y aunque no comprendía su lenguaje, la pareció elegante y sutil.

- ¡Fíjate allí!- apuntó Nox señalando con el dedo una rejilla de metal que había en la fachada oeste de la segunda planta.

Las torres se derritieron volviendo a su forma original, a la muralla la atravesó una intensa luz de realidad desquebrajando sus muros y todos los detalles se esfumaron dejando tras de sí una nube blanquecina de esencia de imaginación. Esas que aparecen cuando hay ausencia de lo imaginario, con pequeñas chispitas que brillaban.

- Anda, nunca me había fijado en esa rejilla- confesó Dies extrañada- Pero según está situada debería de dar a la habitación de mamá, y allí no hay ninguna.

- Entonces habrá que mirar a donde da-señaló pensativa.

Ambas se quedaron con la cabeza elevada y la mandíbula caída mirando la pared. Dies reaccionó rápidamente subiéndose al porche y trepando como pudo por el arambol de madera. Sus pies se escurrían y sus esfuerzos eran patosos; y el viento no la ayudaba en absoluto, pues hacían volar sus cabellos a su cara dificultando que viese.

¡Ten cuidado Dies!- advirtió alarmada Nox mientras se acercaba a ella apresuradamente para vigilar donde ponía los pies.

Dies llegó hasta el techo del cobertizo y gateando escaló el tejado empinado clavándose cada teja en la rodilla y rasgándose los leotardos. Sus manos se aferraban fuertemente a cada objeto que podía alcanzar asegurándose de no precipitarse al bajo suelo. Se arrastró hasta llegar a la pared donde estaba la rejilla.

; ¿Qué tal vas Dies?, ¿ya has alcanzado la rejilla?- preguntó desde el lejano césped nevado Nox inquieta, mientras se ponía de puntillas e estiraba el cuello para alcanzar a ver a su hermana. No la gustaba nada que Dis se hubiera vuelto tan "aventurera", hace unos meses se hubiera escondido bajo las sabanas como una cría.

Iluminando la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora