Capitulo III

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Regresó a casa por el enrevesado camino que sólo ellas conocían. Era un bosque plagado de pinos silvestres que se alzaban llegando a alcanzar grandes alturas, lucían sus ramas abiertas pobladas de espinas, que al contrario de los abetos y temblones, las mantenían todo el año. El bosque brillaba por si solo con sus colores amarillos y naranjas por el cielo y por el suelo. Según se adentraba, se veía engullida en la naturaleza. Dies alzó la cabeza y apenas podía vislumbrar el cielo.+

Quizás por la colosidad de los alargados troncos hacía que los pueblerinos prohibieran su entrada. Había rumores de que era un zona peligrosa, con senderos escondidos y fauna distinta a la que habitaba en las demás regiones. Un hábitat desconocido por el hombre, y que guardaba mitos de los antepasados que corroboran la existencia de una fuerza propia, una naturaleza pura dentro de esa tierra que palpitaba amenazadoramente al acecho de los intrusos que osaran introducirse en él. Parecía que guardara un aura maligna que inquietaba a los pueblerinos y ahuyentaba a los animales de las granjas. Ningún animal entraba o salía de aquel lugar, ni las aves migratorias se adentraba entre las ramas sino que graznaban alejándose asustadas.

Según se iba acercando al bosque se observaba como el suelo estaba más reseco, como los pajaros no silbaban alegres o como las nubes se aglutinaban por encima de forma amenazadora.

Era como llegar a un muro de arboles que impedía el paso, un sendero sin salida, sin final por donde salir. Aunque, nada de ello la importaba. Paseaba cómodamente por sus caminos. La oscuridad que mostraba para el resto se veía encubierta por el conocimiento de cada tramo. Con ojos inocentes lo único que veía era la humedad que empañaba todas las hojas amarillas y las hacía brillar.

Dies suspiró dando una patada a una de las ramas, sabía que no volvería al comercio hasta dentro de meses. Pero la daba igual, ya no echaría de menos pasear por las calles del pueblo, no soportaria volver a ver los rostros asustados.

Solamente podía bajar al pueblo algunas madrugadas cuando su madre la permitía acompañarla. Nox nunca solía bajar, se quedaba dormida y leyendo con las persianas bajadas de su habitación. Al contrario que Dies, nunca insistía en bajar. Prefería esconderse en su oscuro cuarto, evitar a la gente real y zambullirse en personajes fantásticos. Por ello, nunca la afectaba las negativas de su madre para bajar al pueblo, se limitaba a encogerse de hombros y sin mediar palabra a volver entre las sábanas. Pero Dies la rebatía, intentando controlar sus emociones y con la mayor amabilidad de la que era posible. Deseaba tanto pasear por las calles del pueblo, ver a los niños del parque, a los pocos hombres de negocias dirigirse a prisa con su maletín y a las ancianas del pueblo cotillear de balcón a balcón. Era más que un deseo, era una necesidad. Quería desdibujar su soledad. Pero nunca era posible, siempre había una escusa perfecta y absurda. Suspiraba y enjuagándose los ojos con el puño de la manga salia al bosque.

Había encontrado allí la paz. Entre las ramas y el silencio como compañía. Corría sin rumbo fijo, dejándose llevar por el laberinto de árboles y su instinto. Recuperaba su vitalidad cuando llegaba rendida al lago. El viento la azotaba el cabello y la sacaba una sonrisa. En primavera el mejor espectáculo, la mejor droga ante la abstinencia. El verde frondoso, los colores salpicados, la montaña coqueteando en el reflejo, el calor del sol.

Pero ahora ya se aproximaba el invierno, y el humor se apaciguaba según se iban haciendo más cortos los días. En cuanto llegó a casa se despojó de sus bufanda, gorro, abrigo y chaquetas. Percibió la diferencia de temperatura al entrar. Se aproximó a quitarse un par de capas más ante el calor que encendía sus mejillas. Los cacharros chocaban en la cocina.

- Buenos días dormilona ¿Ya te encuentras mejor?- dejó bandolera sobre las mesa para sacar lo que había comprado.

- Supongo estoy levantada- respondió Nox tan seca como de costumbre, en cuanto oyó como se habrían y cerraban las puertas de los armarios de la cocina se giró.- ¿qué has hecho?

Iluminando la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora