Capítulo IX

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En cuanto oyó el portazo de la puerta principal salió de la cama. Se vistió con varios jerseys y tapó a su hermana con la manta. Siempre dormía destapada, no sabía como nunca tenía frío. Estaba empapada, habría vuelto a casa tarde, seguramente ella ya había caído rendida. La radio saltó cuando colocó la pierna de Nox dentro de la cama. Bajó corriendo a la cocina a apagarla para no despertar a Nox. Llevaban una temporada oyendo tantas noticias de catástrofes naturales que ya no era novedad. Miro hacia arriba de las escaleras esperando oír los pasos de Nox. Suspiró no debía haberse enterado de nada. Salió a la calle y se dirigió al pueblo. En la media hora de camino recordó las imágenes que la había transmitido la mujer del doctor.

Vió por los ojos de la mujer como pasó el tiempo tras el nacimiento de ellas. Como cada vez se encontraba menos con sus vecinos. Añoraba los cálidos ojos de Bera siempre tan dispuesta en ayudar en la comunidad de vecinos, pero supuso que estaban muy ajetreados cuidando de los bebés. Un día decidió hacerles una visita para darles la enhorabuena y ver a las dos criaturas, pero al llamar a la puerta nadie la abrió. Podía percibir las voces de los presentadores del noticiario en el interior de la casa, cuando volvió a insistir escuchó como los pasos se aproximaban a la puerta. Sabía que Bera o Rothwell estaban mirando por la mirilla, podía sentir la presencia de la otra persona al otro lado de la puerta. El sonido de la televisión desapareció de golpe, y nadie la invitó a entrar.

Según pasaron los meses al único miembro que veía entrar y salir del piso de al lado era a Rothwell con la ropa de estar por casa. Bajaba apresurado en zapatillas, lloviera o nevara a recoger los periódicos matutinos. Le solía observar por la ventana mientras cocinaba. La mujer del doctor fue observando como los montones de periódicos iban creciendo de altura. Parecía que se había vuelto un tremendo intelectual interesado en las noticias mundiales, pues llegaba a recibir periódicos en otros idiomas.

Sacando la basura se fijó en la portada del titular: <<Resucita el volcán de Tenerife>>. Echó una ojeada al resto de ejemplares, todos sobre fenómenos metereológicos o catástrofes naturales. Siempre que pasaba por su puerta escuchaba palabras sueltas de las noticias del tiempo, pero no lo encontró fuera de lo normal. Quizás estaba algo obsesionado, pero habían tenido lugar tantas catástrofes naturales seguidas últimamente que no era de extrañar que tuviera interés en ese tema.

A las pocas semanas los desastres naturales aumentando progresivamente y Rothwell comenzó a frecuentar la biblioteca para examinar mapas. Llegado un día la curiosidad pudo con la mujer, y cuando visualizó a los lejos a Rothwell caminando apresuradamente hacia la biblioteca le siguió. La recepcionista la saludó como si la viera todos los días y observó como se sentaba al lado de una pila de mapas y planos de la ciudad. Ese hombre le preocupaba, su salud no debía estar en muy buen estado declaró al observar el pijama que se entreveía debajo de su abrigo y las zapatillas de andar por casa llenas de nieve.

Al cabo de unos años después del nacimiento Rothwell pasó de pensar que su obsesión les llevaría a la perdición a aquella familia. El hombre ya no trabaja y su mujer ni sus hijas veían apenas la luz del sol. Siguió preocupada cada movimiento de Rothwell, había hablado con su marido el doctor y debía mantenerle vigilado. Quizás abría que internarle. Con la radio siempre encendida, con los prismáticos colgados del cuello, y con un cuaderno y bolígrafo en mano iba persiguiendo con la mirada a las gemelas. Quiso ayudarle intentando hablar con él una fría noche de invierno, pero reacio a entablar cualquier conversación se escabullía cada vez que intentaba saludarle . Estaba algo abrumada con tanta frialdad. Cada vez la gustaba menos aquel hombre, su paranoia repentina la asustaba. Se pasaba las noches escuchando las emisiones de la radio de Rothwell. Y de repente se dió cuenta de una cosa, Bera .¿Qué había sido de aquella delicada flor de primavera? No la había visto en dos años, únicamente a su marido. ¿Se habría marchitado o habría huido lejos de la ciudad y de su marido demente? Los vecinos desconocían el paradero de la joven y eso la inquietaba cada vez más.

Iluminando la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora