¿Recordáis que os dije que yo me había hecho muy amiga de Lauren? Pues si no lo recordabais ahora lo sabéis, y sí, todo lo de Brent nos unió muchísimo.
Siete de la mañana, hora de levantarse y volver al instituto. Me levanté y abrí mi armario, saqué lo primero que encontré y me lo puse rápidamente, ya no me importaba vestirme bien, realmente, no me importaba nada. Vivía sin Brent, vivía con una de las únicas personas que me importaba de verdad, además de mi familia. Brent se había ido, se había ido a hacer algo horrible, bueno aún no, pero lo haría. No podía creer que él hubiese llegado a alistarse a la mili, no era así, no era él, había cambiado desde lo de su padre, lo entiendo, perdió a su padre sí, yo perdí a los míos durante muchos años, vale que ellos estén ahora y el suyo no pueda estar nunca más, pero sé lo que es perder a quien te importa, y yo no quise matar a nadie por ello. Me senté, eso me estaba deprimiendo mucho, esos últimos días caí en una pequeña depresión, me encerré en una burbuja invisible y no hablé con casi nadie durante todo ese tiempo… Lo estaba pasando realmente mal. Me volví a levantar sintiéndome más aliviada y bajé hacía mi cocina, cogí un bol con cereales y leche y me senté a tomarlo con calma. Mi madre apareció detrás de mí.
-Buenos días cariño.
-Ah, hola.
-Debes darte prisa ya es tarde.
-¡Lo sé mamá! Ósea, quiero decir… lo siento yo…
-Tranquila, sólo quería avisarte.
-Sí, lo siento.
Me terminé el bol con asco, se me habían quitado las ganas de comer, en realidad las ganas de todo, tener depresión fue lo peor de todo, ya que nunca tenía ganas de nada, siempre lloraba, chillaba, y hacía daño a los que más quería. Recogí mi bolsa del suelo del pasillo y salí corriendo de mi casa con mis cascos en las orejas y dirección al instituto, al asqueroso y apestoso instituto. Durante mi camino vi a varias personas conocidas, vi a Joshua, que iba en el coche con su madre camino a la universidad, me ofrecieron subir pero me negué. Vi también a una de mis vecinas, una señora mayor que siempre se sentaba en el mismo banco, y justo cuando estaba en la puerta de mi centro de estudios vi a Melanie, con el señorito Charlie, morreándose allí en frente de todo el instituto, olé. Melanie ya no estaba en el centro, pero cómo Charlie era más o menos de mi edad pues lo acompañaba a clase cada día. Entré ignorándolos y dejé mis cosas en la taquilla, acto seguido me dirigí a mi clase y me senté en el sitio más cercano a la pizarra que había, entonces sonó el timbre, y todos los alumnos restantes entraron. Yo ignorándolos a todos y cada uno de ellos estuve pendiente de la clase, sin escuchar realmente la explicación, simplemente oyéndola. Es muy distinto escuchar y oír. Oír es cuando oyes un ruido, por ejemplo, pero no te preocupas por entender a que se debe, pero escuchar es cuando alguien te habla y tú pretendes entender lo que te cuenta, eso es escuchar. En un cierto punto de la clase me quedé empanada mirando por la ventana, miraba el bonito bosque que había a ese lado del centro, era realmente precioso, pero alguien interrumpió mis pensamientos.
-¡Señorita Dallas! ¿Puede usted explicarme que es lo que tanto le llama la atención?
Todas las miradas se centraron en mí, incluida la del idiota de Charlie.
-Miraba el bonito paisaje.
-Sí, ¿Y eso qué tiene que ver con la clase?
-Nada señorita Robbins.
-¿Entonces?
-Lo siento, estoy un poco distraída.
-Me dí cuenta, ahora a trabajar.
Aparté la vista del paisaje y seguí haciendo ver que escuchaba. Al final de la clase la señora Robbins escribió los deberes en la pizarra y los apunté en mi agenda, luego me levanté y salí al pasillo. No hace falta que os lo cuente todo, muchas horas de clases hasta que llegaron las dos y media del mediodía y nos pudimos ir a casa, hogar dulce hogar. Esa vez Lauren y Cristina me llevaron a casa en coche ya que estaba lloviendo. Entré en casa y subí a mi cuarto, me senté en mi escritorio, seguido de eso comprobé mis mensajes de WhatsApp, ninguno de Brent, todos eran de mis compañeros de clase. Ni los miré, ya que me daban igual. Me puse a hacer mis deberes y cuando estaba a punto de terminar Tobías entró a mi dormitorio.
-Moon…
-¿¡Qué quieres ya!?
Uno de mis libros cayó de la estantería.
-Si me podías ayudar con los deberes…
-¡NO! Vete, yo también tengo trabajo.
Cerró la puerta y se fue, oí como lloraba… Me sabía mal, pero es que mi don se había vuelto loco en esos meses, cada vez que me tocaban las narices o me interrumpían hacía las cosas el doble de fuerte, ya me empezaba a doler mucho y estaba empezando a salirme sangre de la nariz, eso solo pasaba en casos puntuales cuando yo ya me volvía demasiado… “Majara”… No mejor vamos a llamarlo agresiva.
-¡MAMÁ! MAMÁ ESTÁ PASANDO DE NUEVO.
Tobías entró con mis pastillas en la mano y con un baso de plástico con agua.
-Papá y mamá se han ido a comprar… Ten…
Y se alejó lo más rápido que pudo de mí, como para esconderse. Me tragué las pastillas con ayuda del agua y mi dolor dejó de ser tan fuerte.
-Gracias, Tobías… Lo siento…
-Ya, bueno, de nada, supongo…
Se largó corriendo… Mi hermano, mi propio hermano, me había pillado miedo… No podía ser, me estaba empezando a tener miedo a mi misma, puede que fuera mejor que me quedara encerrada en ese lugar para siempre, sin hacer daño a nadie, eso sería lo mejor…
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El don de la luna.
Romansa¿Un don o una maldición? Nunca llegué a saber de que se trataba. Viví encerrada en esa clase de manicomio la mayor parte de mi vida, y ahora, ahora he decidido explicar al mundo lo terrible que era ese lugar. Y Brent... Brent, fue realmente lo único...