Capítulo 18:

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La espera fue larga.

Pero sin arrepentirse, la esperó sentado en el interior de su auto.

Las horas transcurrían y aún ella no llegaba. Nate comenzó a desesperarse, no sabía que iba a hacer, ni tampoco lo que estaba haciendo. Pero sin remedio continuo con su propósito.

Eran las 5 de la madrugada, y aún sobre el cielo de Londres se veían las estrellas con total perfección. El cansancio caía sobre los ojos de Nate. Había esperado una noche entera con tal de verla, su extrema locura, su enojo lo habían consumido, hasta reducirlo a un muchacho que no piensa, que no razona, que sólo sigue su instinto animal. Ese animal que todos llevamos en nuestro interior, el lo había exteriorizado.

A las 05:55 un avión proveniente de un país extranjero había aterrizado en el aeropuerto. Y por mera casualidad en ese avión se encontraban Baby y Harry. Con la mayor felicidad, como si no ocurriera nada de lo que pudieran temer, se dirigieron al estacionamiento trasero para tomarse un taxi con destino a su departamento.

Salieron con total normalidad, esperaron en una banca con sus maletas en mano, el taxi aún no llegaba. Pero en medio de la espera, Nate los vió besarse sobre aquélla banca. Al verlos sintió un acongojamiento en el corazón. No podía ver esa imágen,  pero quería verla, quería verlo a el.

Él que se la arrebató de las manos, él que se interpuso entre su felicidad, él que lo pisoteó y le robó lo más preciado que la vida pudo darle. Él era responsable de todo lo que le había ocurrido. Al verlo supo que él tenía la culpa. Que Harry tenía la culpa. Lo odiaba, lo detestaba, prefería verlo muerto antes de que se quedára con lo que a él le pertenecía.

Se los veía tan felices, esa felicidad que nunca tuvo con Nate. Eso era lo que a él más le dolía, verla ser feliz con otra persona, ver que ella sin él era mucho más feliz. Por más que intentara dejar de verla, no podía, estaba cegado. Estaba ciego de un loco amor. De un amor controlador, que no descansa hasta conseguir lo que quiere. Y eso era exactamente lo que a Nate lo estaba consumiendo.

Momentos después llegó el taxi de la feliz pareja, guardaron las maletas en el baúl trasero, se introducieron en el, y luego se marcharon. En el momento en que el taxi prendió el motor, Nate, con cautela los siguió.

Era la temprana mañana, no había gente en las calles, la ciudad descansaba aún. No habían autos transitando por las rutas. Lo único que iluminaban aquéllas desoladas calles eran los faroles amarillentos que se encontraban a los costados de la ruta.

El taxi siguió su camino, se introduzco en una calle oscura y siguió todo derecho.

Con su enorme camioneta color azul, Nate lo siguió desde muy cerca.

Entre las pocas luces que alumbraban al taxi, Nate pudo volver a ver la dolorosa imágen. Adentro del taxi se besaron, se sonrieron, se amaron. Nate no pudo soportarlo, no quería soportarlo más, ya era suficiente dolor para el.

Entre la locura y el dolor de verla en brazos de otro hombre, la furia animal que lo poseía, se hizo presente. Presionó el acelerador en dirección al taxi, y con un fuerte golpe los atropeyó por atrás.

El inocente taxi se estrelló sobre el árbol de una casa.

Se perdió una vida de las tres que allí había.

El conductor no siguió las debidas instrucciones de un taxista, por lo que no se puso el cinturón de seguridad. Y su vida fue el resultado de aquélla irresponsabilidad.

En cuanto a Harry, sólo se lastimó el brazo izquierdo, y un fuerte moretón decoraba su perfecto rostro.

Podría decirse que la persona que más daños tuvo fue el conductor, pero Babi fue la segunda. Tenía puesto el cinturón de seguridad, pero al estrellarse el auto, por el fuerte impacto, su cabeza recibió un golpe contra la ventanilla, provocando que ésta se rompiera en frágiles pedazos.

Nuestro amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora