Porque sé que con esto aún estás incompleta, todavía guardo una baza que no te esperas.
***
Nunca había imaginado su boda como un espectáculo de desconocidos y una algarabía de niños corriendo por un jardín, no. Casi más bien, todo lo contrario. Un sitio íntimo, un momento entre dos, quizá alguien más de confianza y un paisaje hermoso donde respirar un aire diferente. Estaba radiante y contenta, la pequeña capilla a las afueras de Florencia era idílica, su vestido de organza con un escote palabra de honor y una leve cola ribeteada era precioso. Su hermano estaba histérico, Sasuke como siempre rozando una tranquilidad casi inhumana permanecía entre el cura y otro hombre mientras hablaban en bajo sobre los veinte papeles que había tenido que firmar sin apenas leer.
—Nos falta un testigo —musitó el hombre que parecía un funcionario del Ayuntamiento.
Naruto miró la hora y pestañeo nervioso.
—¿Dónde coño se habrá metido?
—¿Quién?
Sakura quedó totalmente a cuadros cuando la puerta chirrió y un hombre atravesó la galería renacentista a paso ligero. Abrió los ojos como platos, si había algo que la podría sorprender en aquel momento era verle a él allí.
—¿Tú? —musitó.
—Hola, muñequita —Sai la besó en la mejilla y dio la mano a Sasuke—. Me perdí un poquito... disculpad el retraso —clavó sus inmensos ojos azules en ella y la profirió una sonrisa angelical—. Divina...
—¿Qué haces tú aquí?
—Oh, vamos, Saku... —susurró Naruto—, si les digo algo a Sasori y Kiba se monta un circo y tienes aquí a doscientos invitados en lo que canta un gallo.
Sai se colocó la chaqueta del traje y se aliso la camisa.
—Por nada del mundo me perdería un acontecimiento de este calibre y más tratándose de la muñequita y mi buen amigo.
—Señor, su carné de identidad, por favor —dijo el funcionario.
Sasuke avanzó varios pasos y la ofreció la mano.
—¿Lista? —musitó.
—Lista —contestó ella.