5. QUE SE ABRAN PUES...

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Con esto aprenderás que no hay nada a mi alrededor que no pueda controlar.

***

—Tengo que probarlo... —musitó Shikamaru suavemente.

Karin se giró en el tocador. Estaba de rodillas a los pies de la cama y miraba al joven con curiosidad.

—Te he dicho mil veces que no hables a menos que yo te lo ordene. Eres un esclavo desobediente y contestón.

—Y me encanta... Señora... —susurró de nuevo.

Se levantó con brusquedad y le abofeteó la cara varias veces.

—¡No te permito que me desobedezcas!

Shikamaru se inclinó hacia delante. Las fuertes bofetadas le provocaron un ardor exquisito. Su miembro se irguió casi al mismo tiempo que su rubor.

Karin volvió al tocador y siguió azuzando su melena mientras se maquillaba y arreglaba para la última cena en Quimera.

—Esta noche querido esclavo quizá tengas suerte y pruebes de la bella Sakura —musitó—Me apetece horrores jugar con ella. Quiero ver de qué pasta está hecha.

—La ama demasiado para usarla de moneda de cambio en sus juegos, Señora.

Se giró enfurecida y le dirigió una mirada de desprecio.

—¿Cómo te atreves?

Otra vez se levantó y le abofeteó con tal fuerza que el muchacho cayó hacia un lado.

—¡No te he preguntado! —le cogió por el pelo y Shikamaru la sonrió.

Su rostro se enrojeció de la ira y volvió a abofetearlo. Cuanto más le zurraba más brillaban sus ojos.

—¡Levántate! —ordenó—. Dado que la libertad que has tenido en esta casa ha hecho que te vuelvas más irreverente te enseñaré a no faltarme al respeto.

—Si quiere voy por la fusta y se la doy —dijo entonces—. Es más, con todos mis respetos, Señora, si quiere le enseño cómo hacerlo.

Karin abrió los ojos como platos, la cara la ardía y el corazón la palpitaba con fuerza. Shikamaru se levantó y la cogió por la mano justo cuando iba a propinarle otra cachetada por insolente. La giró de un golpe y la empujó contra la cama, esta vez fue él, el que trepó de un salto arrastrándola por el pelo hasta el centro del colchón. Karin no dejaba de patalear y maldecir mientras le ataba las muñecas a la espalda y la tiraba boca abajo sobre las suaves colchas de algodón.

—¡Te arrepentirás de lo que estás haciendo! ¡Tienes un contrato firmado conmigo y aún te quedan dos años para...!

No la dejó terminar. La metió en la boca un pañuelo y la enceló con fuerza la cara para que no lo escupiera. Podía ver la ira en sus ojos, la rabia y la desesperación por lo que estaba pasando. ¡Qué delicioso ver sus ojos centelleando bajo la apretada y repentina mordaza! ¡Si al menos él hubiera sufrido un poco ese tormento alguna vez a su lado!

—Mi Señora, la amo con toda mi alma, pero amo más aún lo que lleva dentro. Ahora seré yo quien le enseñe un par de lecciones —la susurró.

Cogió la fusta con la mano y tras arrancarla el vestido que llevaba la azotó una vez tras otra hasta que sus nalgas quedaron al rojo vivo. Ella no dejaba de gimotear bajo la mordaza, de patalear histérica, humillada por lo que la estaba haciendo. Su esclavo, su precioso y obediente Shikamaru, había perdido el juicio y ahora se vengaba de ella cruelmente. Tiró de su inmensa melena y arqueó su espalda, sintió la presión de su miembro entre sus piernas, en la entrada de su ano, apunto de clavarse en ella sin compasión.

La iniciación (SEGUNDA PARTE: LA VENGANZA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora