Y ahí estabas tú...
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Un silencio demoledor emergió en mitad del salón, a su paso, tan solo los crujidos de la madera bajo sus pies descalzos. Sus manos estaban heladas, rozaba con las yemas de los dedos su piel y sentía la gélida sensación, los nervios en el estómago, los ojos de los hombres clavados en cada centímetro de ella. Por un momento creyó desvanecerse, sus pasos acompasados se hicieron cada vez más sonoros. Ya estaba a los pies de la escalera, justo en la parte inferior, el último peldaño, el suelo frío del salón. Creyó oír una melodía más allá de las paredes de la casa, más allá de su cabeza.
—Roxenne —pensó—, si al menos tú estuvieras aquí... Kiba...
Giró y quedó frente a ellos. El horrible silencio que se cernía sobre sus cabezas resultaba incómodo. Sasuke permanecía algo más apartado del grupo, un grupo que se limitaba a observarla de arriba abajo como en su vida lo habían hecho. Colocados casi formando una semi circunferencia perfecta quedó plantada en mitad de los cuatro y se postró de rodillas con la cabeza inclinada hacia delante. Suplicó que alguno de ellos dijera algo, Sasuke ni siquiera se había movido, incluso creyó si quiera haberlo visto pestañear. Pensó, que llegado ese punto donde se encontraba totalmente desnuda e indefensa, qué más daba todo. Debía intentarlo, demostrar de algún modo que ella podía con esa prueba aunque ni siquiera supiera las declinaciones de aquellos tipos, lo que pretendía Sasuke de ella o incluso lo que simplemente esperaba de ella sin más.
—¡Qué bella Matrioska! —el hombre descomunal se inclinó hacia delante y la observó minuciosamente.
—No hables si no te preguntan, compórtate como una verdadera esclava—pensaba para sí—. Es más, lo has leído infinidad de veces, incluso Shikamaru te enseñó ciertos detalles que desconocías, recuerda a Hinata, sus formas, su humildad que a la vez la hacen segura, por qué no se siente avergonzada de ser lo que es.
—Levanta la cabeza Matrioska —elevó la mano por debajo de su mentón y la hizo mirarlo—. Deliciosamente tensa, deliciosamente nerviosa y avergonzada ¿Me equivoco? —la sonrió.
—No Señor —dijo.
Sasuke se mantenía a un lado del salón, con una copa de vino dando pequeños sorbos apoyado en la pared.
—¿Y eso? —volvió a preguntar.
—Simplemente humilde —musitó.
Se dibujó una sonrisa bonachona en el hombre ruso y la soltó la cara, ella volvió a bajarla.
—Incorpórate —el tono cavernoso de Argas emergió de la nada y avanzó dos pasos al frente aferrado a su bastón— y mírame.
Se levantó con torpeza, realmente eran más altos de lo que pensaba.
Situada frente a ellos a penas les llegaba por la nariz, bajó los brazos y se quedó plantada nuevamente frente a ellos mientras los dos hombres más jóvenes analizaban hasta el más mínimo detalle de su cuerpo. Era horrible, ¿Qué mujer por muy segura de sí misma es capaz de soportar aquello? Sus manos, el hombre más joven y rizoso alargó el brazo y la tomó la palma de la mano con suma delicadeza, repasó su brazo, sus dedos, se acercó a ella y pasó por detrás haciendo lo mismo con el otro brazo y dejándola con ellos en cruz mientras acariciaba su espalda como si buscara un defecto, como si fuera a comprar una joya y no estuviera seguro que fuera real o una copia.
La apartó el pelo hacia delante y sintió sus fríos dedos por debajo de su espalda, las nalgas. Una leve palmadita le provocó una suave risa, casi dulce y aniñada y volvió a colocarse frente a ella.