Nuestras raíces nos persiguen y nunca se alejan demasiado de nosotros.
***
Durante la sobremesa todo pasó con total tranquilidad. En unas horas deberían partir. Nadie escuchó el golpeteo insistente en la puerta a excepción de Ino que volvía de la cocina con una enorme copa de helado en las manos. Ni siquiera entendió o pudo reaccionar cuando lo vio. Pasó a su lado como una exhalación y se quedó con la misma expresión de asombro que cuando abrió la puerta. Cuando se quiso dar cuenta de lo que pasaba el hombre ya estaba en mitad del salón, justo en frente de la inmensa mesa de madera que tantas horas de charlas les había regalado.
El silencio se apoderó de todos los que allí estaban. Sakura no entendía que sucedía. Lo contempló de pie, en mitad de la estancia. El extraño tenía una tupida melena de color manzana hasta los hombros, el rostro muy moreno y aunque era un hombre mayor, su rostro era jovial. Abrió los ojos y fijó la mirada hacia un punto de la mesa. Sakura no entendía nada. ¿Quién era aquel hombre? Era como uno de esos reyes sin armadura que salían en las películas antiguas, tenía una constitución fuerte, pero estaba claro que tenía más años de los que realmente aparentaba, incluso su pelo que se balanceó al entrar con maestría parecía sacado de un cuento. Miró a su alrededor, nadie dijo nada.
—¿Cómo has podido? —dijo.
La fuerza de sus palabras la provocó una tremenda punzada en el estómago. Algo no iba bien. No cuando Sasuke permanecía en silencio y no hacía nada ante aquella presencia que había aparecido rompiendo la calma de Quimera y permanecía digna, ante ellos. Jiraiya se levantó de su silla y se quedó plantado en la cabecera de la mesa justo en el momento que Gaara intentaba incorporarse y era agarrado por Sasuke.
—Gaara... —musitó Jiraiya.
—¿Tan difícil era para ti mantenerte alejado de mis hijos? —dijo con despotismo—. ¿Acaso no eran suficientes ya? ¿Tanta necesidad tenías de vengarte de mí? ¡Mi hija no tiene ni dieciocho años! —golpeó la mesa y esta vibró con ferocidad.
—Yo nunca me he querido vengar de ti, Gaara —dijo con suavidad—. Tus hijos están aquí porque así lo desean.
—Padre —Gaara se incorporó—. Aquí no, por favor.
Le dirigió una mirada desafiante y apretó con fuerza las mandíbulas.
—Tú... —el odio invadió sus palabras—. Debías proteger a tu hermana, debías haberla apartado de todo esto —le apuntaba amenazadoramente con el dedo mientras mantenía el puño sobre la encimera—. ¡Te pedí mil veces que no te acercaras a esta gente!
—Formaste parte de lo que reniegas —dijo Jiraiya—. No entiendo tu odio, no entiendo tu miedo. ¿Acaso fuimos nosotros lo que te hicimos daño? No... Ni siquiera me miras por la calle y he soportado tu arrogancia durante más de treinta años, vienes a mi casa, y me reprochas. ¿El qué? ¿Qué cuide de ellos? ¿Qué me preocupe de tus hijos? ¿De los hijos de tus amigos?
Las sienes de Gaara empezaban a latir.
—Son mis hijos, ¡maldita sea! —gritó.
—¿Tus hijos? —dijo Jiraiya—. ¡Mira al resto Gaara! ¿Acaso no te suenan sus ojos? ¿Acaso no ves en ellos lo que fueron tu familia hace tanto tiempo?
—No tengo por qué escuchar todo esto...
—¡Oh, claro que sí! —Jiraiya pareció encolerizarse—. Mira a Uchiha, el hijo de tu amigo. Mira aquel muchacho del fondo, Kiba ¿Acaso no te suena su cara? ¿O quizá no ves a Sasori? Que casualmente se llama como su padre ¡Tu amigo! Tiene los ojos de su madre Kanae, si... La misma que te curaba las heridas por las continuas palizas, ¡Ella! ¿Acaso no la recuerdas? ¿Acaso no recuerdas las horas que paso a tu lado cuando llorabas desconsoladamente? —apoyó las manos en la mesa y bajo la cabeza—. Todavía no sé qué te hicimos... No sé qué te hice... Maldita sea.
***
Gaara parecía que iba a estallar en cualquier momento. Miró a su hija y luego dirigió una mirada inquisitiva al resto. Nadie abrió la boca. Ambos hombres permanecían en sendos cabeceros, uno en frente del otro.
—Aquí sufrimos por nuestras necesidades....
—No sigas —musitó.
—¿Qué no siga? —Jiraiya señaló a Gaara—. Tu hijo conoce tu pasado mejor que tú. ¿Te ha juzgado? ¡No!
Le dirigió una mirada casi de estupor, Temari estaba aterrada, temblaba
como una hoja y se aferraba con fuerza a Shion.
—¡Cállate! —le gritó—. ¡No te permito que les hables a mis hijos...!
—¿De qué? —volvió el tono agotado y triste en sus palabras—. ¿De tu vida...? Casualmente en la misma que la mía, la de sus padres, la de sus madres. ¿Quién eres tú para impedir que sepan sus raíces? ¿Quién, Gaara?
—Enterré mi vida el día que salí de aquí —le señaló—. Y tú me lo recuerdas cada vez que bajas al pueblo y paseas a tus chicos provocando a la gente que te cruzas.
—No puedes cambiar tu pasado.
Gaara avanzó con pasos firmes hacia Jiraiya. Sasuke hizo un amago con la intención de levantarse, pero este le hizo un gesto para que permaneciera quieto. Llegó hasta él y se quedó inmóvil.
—Mi pasado solo me hizo sufrir.
—¿Dónde quedó lo que fuiste una vez? ¿Dónde quedó tu humanidad?
—Enterrado bajo este mismo suelo.
Se giró y avanzó de nuevo hacia la puerta, se quedó de espaldas unos momentos y se alejó por el pasillo hacia la puerta.