Cuando mamá me preguntó por qué me corté el pelo, le dije la verdad a medias; le conté había pasado aquella noche luego del concierto cuando peleé con mi novio.
Le dije que necesitaba ir a ese viaje para pensar un poco lejos de Robert. No estaba muy convencida de dejarme. Isabella no le inspiraba mucha confianza —no sabía que estaba al tanto de lo que pasó aquella noche en que llegué tarde por cuidar a la escritora—, además creía que era demasiado escándalo para uno de mis dramas adolescentes.
Aún así logré que me dejara ir, aunque no sin ayuda de la escritora, quien le firmó un documento en el cual se hacía responsable de lo que pudiera pasarme.
Así fue como escapé de mis problemas, como siempre lo había hecho. Sin despedirme de Robert y con mi mamá algo molesta.
Pero al ir en un avión al lado de mi escritora favorita, todos mis problemas parecieron pequeños a comparación de aquel futuro orgiástico como diría Fitzgerald, que se me antojaba como un pastel de chocolate listo para ser devorado.
Y luego la realidad me mordió desde el primer instante.
Yo no era más que esa pequeña rubia, en medio de todas esas mujeres elegantes, cultas, mucho más experimentadas e inteligentes que yo.
¿Qué podía hacer excepto sentarme a mirar? Ni siquiera contaba con la protección de mi mentora, quien con una mirada gélida me indicó cuál sería nuestra relación durante aquella semana.
Hablamos sobre las escritoras y los retos que enfrentaban. De cómo a lo largo de la historia superaron obstáculos distintos en su vida por ser mujeres en un mundo diseñado para los hombres y cómo la opresión que vivieron en manos del hombre afectó su obra de una manera u otra.
Ese grupo de mujeres entre las cuales me sentí como una preescolar, discutían en una jerga que era nueva para mí: machismo, patriarcado, estereotipos, hombres, mujeres, privilegios, políticas de género, relaciones de poder...
Fue como si me quitaran una venda de los ojos y estuviera viendo el mundo por primera vez a la luz cegadora de una nueva verdad.
Si bien era una chica americana blanca de clase media, el sistema nos oprimía a todas de una manera u otra. Mamá y yo habíamos sido oprimidas por papá. Luego yo lo fui por Robert y por todos los y las que en algún momento me condicionaron a ser solo una cabeza hueca que no tenía nada mejor que ofrecer que su belleza física para el disfrute de los hombres con sus bailes y sus faldas cortas.
¡Y entonces vi la luz! El problema nunca fui yo, sino lo que me rodeaba. Lo que me pasó no tenía nada que ver conmigo ni con mi ropa, sino con el sistema. Jesse también estaba condicionado a probar que era el más macho entre los machos, por eso actuó como actuó.
Fue en cierto modo liberador el quitarme el peso de la culpa. Pero eran demasiadas verdades que asimilar en un día para una niña hasta hacía poco, muy inocente, como yo.
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En prosa o en besos [COMPLETA]
Teen FictionCuando Sabrina, una ingenua adolescente, desesperada por demostrar que es más que una cara bonita, toca a su puerta para pedirle un autógrafo, Isabella Riverz, la famosa autora, encuentra a la rata de laboratorio perfecta en aquel desastre rubio p...