Capítulo 23

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No fui al baile de graduación del sábado. En vez de eso, decidí organizar una noche de videojuegos y una maratón de Misterios Sin Resolver comiendo papas y helado, bajo el fuerte de sábanas que armé en mi sala, abrazada a mi chico. Sabía de sobra que los bailes le parecían cursis y pasados de moda. Quería darle un gusto para variar.

—Me alegra que no aparezcas en el programa, bebé.

—No sé, me hubiera gustado salir en la tele —rio—. De todos modos, no hubieras descansado hasta encontrarme.

—¿Lo crees?

—Claro, confío en ti. Tú siempre me cuidas aunque no te des cuenta —suspiró y me abrazó más fuerte—. Te amo mucho, Baby Jane.

Le di un pequeño beso en los labios. Un día cuando éramos niños vimos un auto aparcado frente a la escuela. Robert siempre fue más cauto que yo, pero no dudó en correr hacia él, no sin antes hacer que prometiera guardar el secreto. Pero no lo hice. La idea de que algo malo pudiera pasarle no me dejó tranquila y se lo dije a su mamá. No sabía que el hombre del auto era su padre. Aquel fue el inicio de un drama por su custodia.

—Hay algo que tengo que decirte —Me cortó con una mirada seria—. Cuando terminamos lo único que quería era dejar de pensar en ti.  Creí que lo correcto era...

Fruncí el ceño.

—Ya sé que elegiste Stanford. Está bien, sé que era a donde en realidad querías ir. Tenemos todo el verano para estar juntos antes de...

Estiró los hombros.

—Es que no solo es eso. Le pedí a papá que me consiguiera una pasantía con un amigo suyo en el departamento de informática de su empresa durante el verano. Me voy después de la graduación para no volver.

Se me hizo un nudo en la garganta.

—No importa, estaremos bien... —dije en un intento de sonar optimista—. Lo que tenemos es real, no importa lo que pase... Como los pingüinos.

Enterré mis dedos entre sus rizos hasta que su cabeza descendió al nivel de mi hombro.

—Según las estadísticas —me dijo serio—, sólo tres de cada diez parejas a larga distancia logran mantener la relación.

Le di un beso en la nariz. Me dieron tanta ternura sus ojos de cachorro asustado ante la posibilidad de perderme.

—Pues vamos a ser una de esas tres parejas. Hacer las cosas como la mayoría no es nuestro estilo, Robert. Si mal no recuerdo, cuando entramos a la prepa decías que había un 90% de posibilidades de que termináramos nuestra amistad en el primer trimestre del año escolar.

Volvimos a escuchar otro trueno. Se llevó las manos a la cabeza.

—No me lo recuerdes, fui un idiota. No te hablé durante un mes luego de que te inscribiste en las animadoras porque tenía miedo de que me humillaras si te hablaba en la escuela —confesó avergonzado.

—Tonto. Creíste que iba a olvidarte por un par de pompones.

Asintió avergonzado.

—Tampoco lo haré cuando estemos lejos. Existe el teléfono, las cartas, los emails... Tú eres experto en tecnología y a mí me gusta aprender cosas nuevas.

—Es el problema conmigo. Mi tendencia al autosabotaje, creo —se quejó como si no hubiera escuchado eso último que dije—. Siempre espero lo peor de todo. El pasaje es caro y tendremos horarios apretados. No creo que...

—Robert, nunca ves el lado positivo. Pero para eso estoy yo. Olvidas las ventajas que nos trae esto.

—¿Cuáles?

En prosa o en besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora