Capítulo 20

83 18 30
                                    


Yo sabía que Ricky no era como mi dulce chico, y yo no era su princesa. No iba a cubrirme con el edredón para que no sintiera frío y a acurrucarse conmigo al terminar de hacer el amor.

Él no era mi Robert.

¡Mi Robert jamás me hubiera llevado a ese lugar para cogerme y le hubiera importado poco si mi cuerpecito se llenaba de sarpullido cada vez que nos tirábamos desnudos en el pasto! Pero no esperaba que me tratase así cuando me negué a tener relaciones, porque estaba muy asustada luego de lo que pasó durante el partido. No me agredió ni nada pero se fue, en busca de lo que él llamó, «una mujer de verdad» y me dejó sola en medio de los árboles.

Sola, en posición fetal detrás de un árbol en medio de la oscuridad, vomité sobre mis propios zapatos. Lloré a gritos mientras contemplaba la prueba de embarazo que no me atrevía a realizarme.

Solo pensar en que podría estar embarazada, ¿tendría el valor de deshacerme del niño? No iba a ser capaz de criarlo sola ya que Ricky era claro que no iba a apoyarme en nada. Pero hacerme un aborto me daba pánico. ¡Todo por criticar a mi mamá! ¡Al menos mi papá nos amaba!.

Estando en esas, Lex me encontró.

—¿Sabrina eres tú?

No le respondí, humillada, tenía la esperanza que se largara para que no me viera así. Pero no lo hizo.

—¿Qué demonios haces aquí solita?

—¡Vete! ¡Tú también me odias! —chillé, con la cara escondida entre mis manos.

—No, no te odio.

—Dijiste que yo era una...

—Sé lo que dije, pero una vez parte de mi manada, lo eres para toda la vida.

Me obligó a ponerme de pie tirando de mi pequeño cuerpo hacia arriba. Luego me abrazó.

Me ofreció agua pura y un pañuelo para limpiarme la cara. Luego me abrazó.  A regañadientes le acompañé a su auto. Estando allí quiso ir por hamburguesas al autoservicio. A la luz del rótulo de neón de McDonald's mientras ordenaba dos hamburguesas con queso y papas, me di cuenta que traía el párpado morado.

—¿Qué te pasó en tu ojito?

Aparté su cabello para ver mejor la herida. Me esquivó con la excusa de arrancar el auto.

—¿Por qué carajo no me dijiste lo que te hizo Jesse? —me cuestionó.

Su pregunta me sobresaltó. No le respondí.

—¡Responde, te digo!

En silencio, las lágrimas resbalaron por mis mejillas. No tenía ni agallas para preguntarle cómo fue que se enteró.

—¿Te das cuenta que te traté como a una basura y no dijiste nada para que me detuviera? —rió irónico—. ¡Tal vez sí eres más tonta de lo que pareces!

—¡Quizá sí lo soy! ¡Tal vez me cansé de intentar probar algo a todos ustedes!

Con una mano en el volante, me miró de reojo y rió por lo bajo.

—¿De qué te ríes?

—Nada, nada. Solo es que, mírate. Eres blanca, bonita, heterosexual, vas a publicar un libro. Por si no sabías, en otros lugares las chicas de su edad ya tienen tres hijos y no saben ni leer ¿Tú qué problemas tienes además de tu horrible color de cabello y el vago de Ricky?

Apreté la mandíbula al ver cómo no paraba de reírse de mí. Adivinando mi próximo movimiento, me atajó con una mano sobre mi cabeza.

—¡Solo quería hacer algo importante, para que dejaran de verme como una niña tonta...! —le dije entre lágrimas de una manera casi inentendible.

En prosa o en besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora