Follar con Ricky me dejaba siempre un mal sabor de boca, aunque él era excelente en la cama y me enseñó muchas cosas de las que no tenía idea pero me encantaron. Mamá estaba aterrorizada: Llegadas hasta tarde o al amanecer, chupones en el cuello, una notoria pérdida de peso y nuevo color de cabello.
Dejó de insistir en llevarme al médico; al parecer encontró las píldoras entre mis cosas, pero no sabía cómo actuar o cómo abordar el tema conmigo.
No ayudó que no entrara a Columbia. Pero la gota que rebalsó el vaso fue cuando le dije que en vez de ir a la universidad en otoño, me iría con Isabella a Londres.
—¡No vas, te lo prohíbo! ¡Me importa un pepino si esa mujer te va a convertir en la Reina de Inglaterra!
Con los brazos en jarras, solté una carcajada, al más puro estilo de Isabella.
—¡Tú no vas a prohibirme nada, madre! ¡En unas semanas cumplo 18! ¿O vas a salirme con que mientras viva bajo tu techo haré lo que tú dices? ¡Dios! Eso es tan cliché.
Me amenazó levantando un dedo.
—Cuida tus palabras, Sabrina Jane...
—¿Preferirías que sea como tú y tenga un hijo a los 18 porque me da miedo abortar?
La mano de mi madre impactó contra mi rostro dejándome helada. Jamás en la vida me había puesto un dedo encima y no iba a tolerar que lo hiciera. Aunque, siendo justos me lo mereciera en aquella ocasión. Así que me fui de casa, llevándome el auto de tía Maddy, en una declaración de rebeldía.
Estuve viviendo de ahí en adelante en casa de la escritora, aunque casi no la veía. Si no estaba en reuniones, estaba fuera de la ciudad y cuando estaba en casa, solía mantenerse encerrada en la biblioteca, escribiendo. Siempre ebria, gritando y arrojando cosas.
La escuela no era mucho mejor. Ricky tenía una novia y yo había aceptado ser su plato de segunda mesa. No sabía quién era, solo que estaba en la universidad y que era amiga de su hermano mayor.
Ardía de celos cada vez que veía a Robert con Liv ¿Estaban saliendo? No había forma de saberlo con certeza. Robert siempre fue hermético con sus relaciones, era difícil saber cuando andaba con alguien y cuando no a menos que fueras cercano a él. Sin embargo, solo de pensar en ella poniendo sus labios sobre mi...
¡Robert ya no era nada mío!, pero no se deja de amar a alguien de la noche a la mañana, en especial cuando tienes 17 años y ese chico ha sido tu único amor verdadero.
Todo lo que me quedaba para escapar del dolor y la confusión, además de mis píldoras de cafeína. a las cuales había agregado una nueva variedad que me recomendó Isabella, fue una vez más, mi estúpido libro.
Comprobé que Isabella tenía razón, sin Robert en mi vida fue mucho más sencillo. Vacié todo mi dolor en las páginas finales. Por lo menos en mi mundo mágico existían los finales felices.
"EL FIN."
Leí despacio y en voz alta esas dos palabras que significaban tanto. Acaricié las letras una por una tratando de sentir en ellas todo mi trabajo, mi esfuerzo y la dedicación. Había sacrificado todo para llegar hasta allí. Merecía disfrutarlo aunque fuera un ratito.
Me costaba trabajo creer que todo lo había hecho esa misma niña que hace unos meses no podía ni terminar su ensayo sin quedarse dormida. La misma a quien Liv, mitad en broma mitad en serio, le explicó que la clase de "estética" no se trataba sobre arreglar uñas.
Lo único que envidiaba de esa chica era que no le costaba sonreír. Robert decía que mi sonrisa era suficiente como para dotar de luz a un país en vías de desarrollo.
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En prosa o en besos [COMPLETA]
Novela JuvenilCuando Sabrina, una ingenua adolescente, desesperada por demostrar que es más que una cara bonita, toca a su puerta para pedirle un autógrafo, Isabella Riverz, la famosa autora, encuentra a la rata de laboratorio perfecta en aquel desastre rubio p...