prólogo: los bandidos

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El aire matinal le cruzaba de forma violenta la cara y le dificultaba ver con claridad; el ardor en los músculos y el tener que estar alerta tanto tiempo desde las doce de la noche comenzaba a cobrarle factura al joven sheriff de 26 años, que sin tregua, continuaba cabalgando tras su objetivo cual sabueso tras su presa

El sol ya asomaba por el orizonte, regalando un espectáculo en colores violaceos, azules y anaranjados, iluminando el camino que develaba su tortuosa naturaleza plagada de irregularidades que a más de uno hacía tropezar, la luz del día avanzaba por la estepa de aquél extraño desierto, augurando otro día de calor extremo en aquellas tierras salvajes

Aunque por un momento, Colt olvidó ese hecho al darse cuenta de lo entumecidas que tenía las manos, que sostenían de manera temblorosa sus pistolas debido al frío del ambiente, siempre se le olvidaba el calor a la caída de la noche, pues aunque cueste creerlo, sin un abrigo adecuado, el frío nocturno se había colado hasta el fondo de sus huesos, haciendo que los dientes le castañesen y que el cuerpo entero se sintiera pesado y entumecido pese a estar en movimiento constante.
Sabía que si se detenía, aquello sería aún peor, así que no le quedaba más remedio que hacer a su montura galopar cual loca tras los cuatreros que les llevaban bastante ventaja a él y a Shelly, su compañera, que les seguía la pista un par de pasos más adelante que él

No hay otra ley en el desierto más que la de seguir avanzando, y de ello eran conscientes ellos dos, Shelly y Colt, los únicos policías en más de cien leguas a la redonda, los únicos lo suficientemente locos como para aceptar un trabajo en un lugar como ése teniendo una ciudad más moderna y sofisticada a lado.

Si lo ponemos en perspectiva, era un día bastante normal, incluso podía pasar por un día tranquilo en comparación con un día agitado en aquél pueblo de locos en el cual ocurría de todo

Ese tipo de correrías en aquél aislado y pequeño pueblo al que llegó hace tres años era de lo más usual, e incluso, cuando los días eran realmente malos las cosas llegaban a ponerse muy muy tensas entre los habitantes.

Esa noche, por ejemplo, Shelly y él recibieron reportes desde la zona fronteriza del pueblo, rumores de que había unos sujetos causando problemas en la periferia, causando estragos en la vida "apacible" del lugar.
Aparentemente trataron de robar ganado, entraron a dos casas a saquear y habían herido gravemente a uno de los ciudadanos recidentes, por lo cual, Shelly y él salieron a la caza de aquellos canallas inmediatamente

A penas encontraron el rastro de las huellas de los animales y las bestias que se los llevaron gracias a la ayuda del nativo, Bo, se la habían pasado correteando a aquellos dos bandidos desde la caída del crepúsculo hasta el despuntar del alba.

Está de más decir que las balas volaban de aquí para allá e incluso una o dos le dieron a los cuatreros y otras más estuvieron a nada de darle a ambos oficiales, las balas de aquellos cobardes alcanzaron en el hombro a Shelly y estuvieron cerca de darle a Colt en la cara, sin embargo, no habían alcanzado a hacer más que una pequeña herida en su mejilla derecha.

Al sentirse en peligro de ser capturados, los bandidos no aflojaban el paso para no ser atrapados, y los policías corrían con todas sus fuerzas tras ellos para no perderles la pista, o mejor dicho, los caballos corrían cual posesos tras aquellos sin vergüenzas, espueleados por los dos oficiales, que no daban reposo a los pobres caballos con tal de hacer cumplir la ley.

Pese a que les llevaban ventaja, los dos cuatreros comenzaron a cansarse de estar tirando de las cuerdas de las reses que, necias, buscaban volver a su rebaño, haciéndolos avanzar a marchas forzadas por el pedregal traicionero y sin gran tiempo para descansar de aquella larga y agotadora carrera, aunque en ese momento hicieron lo más sensato que hubieran imaginado en hacer durante todo ese tiempo, además de que, cansados y sin fuerza suficiente para seguir peleando con las reses, se detuvieron y las soltaron, dejando correr de forma ininterrumpida a sus caballos, sacándole aún más ventaja a los oficiales, Shelly se quejó sosteniendo su hombro sangrante, y al ver a las vacas sueltas, lanzó como pudo el lazo para atrapar a una mientras Colt hacía lo mismo con la otra.

La Bestia Del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora