33.

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Simón se hallaba ansioso, hoy tendría una cita con la familia de Ámbar en la mansión de Alfredo.  Ya él había puesto las cartas sobre la mesa y pedido pruebas de la supuesta paternidad, pero algo le decía que estás personas decían la verdad.

Un vaso de licuado de fresa es derramado a unos pies de él, maldice por debajo y gira a ver al responsable de tal torpeza. Para su sorpresa es Luna que lo mira sin expresión alguna, la chica frunce sus labios incómoda.

— Lo siento.

Simón asiente sin más y decide buscar el trapeador detrás del mostrador ignorando la intensa mirada ojiverde.  Cuando regresa
Ella todavía está allí, obviamente.

— Dame, yo lo haré. Es mi culpa.

Sin esperar respuesta toma el trapeador de sus manos, toma el desinfectante de la otra y limpia. Él la observa sin querer hacer el momento más incómodo pero tiene que.

— Es mi trabajo, Luna, déjame.

Luna suspira y detiene sus movimientos, lo observa detenidamente para después soltar un comentario directo.

— A diferencia de ti yo si soy capaz de limpiar loque ensució.

Simón cerró sus ojos frunciendo sus facciones sintiendo muy claro esa flecha.

— ¿Algún día... — Sin abrir los ojos dijo. — ... Me perdonarás?

— Simón, mírame. — El moreno abre sus ojos para ver a la pequeña terminar de limpiar el piso. — No se trata sobre perdonar solamente. Se trata de que al parecer no fui nada para tí... Y eso es lo que más me duele.

Simón la observó estático, lo ojos esmeraldas llenándose de lágrimas que el provocaba.

— Hemos sido inseparables desde la primaria. — Sorbió. — Si estabas... Si estás enamorado de ella, ¿Por qué no fuiste sincero conmigo? ¿A caso cambié este año? ¿Ya no era tu mejor amiga?

— Luna, no es eso. Es que... — Pensó las palabras. — Yo creí que de verdad podría intentarlo contigo, que eso que una vez sentí volviera.

— Me utilizaste. — Afirmó tajante pasando el dorso de su mano izquierda por su rostro para secarlo. — Tú muy bien sabías que eso era imposible, es como si de repente volviera a querer estar con Matteo.

— No quise faltarte, Luna. — Su mirada sé nublaba entre lágrimas. — Te juro que no paso nada después de ese beso que nos dimos Ámbar y yo, no te fui infiel. Pero al ver las circunstancias sabía que tenía que terminarte.

Ella suspira fastidiada al ver que él no la sigue.

— Es lo que menos importa ahora, Simón. — Él observa confundido y ella decide seguir. — Al principió si me sentí muy mal, llegué a comprender el pesar por el que pasó Ámbar cuando sucedió lo de Matteo. Hasta quise llegar a dañar su relación, pero... Ya luego, después de pasar tardes enteras con Nina, ella me hizo entender que eso no arreglaría nada, que solo crearía más odio, un círculo interminable. — Su pequeña mano se apoya en su cadera. — Lo que si me duele es ver cómo me olvidaste. Ni una sola vez volviste a buscarme y ante todo, tú decías que iba primero la amistad.

Extiende el trapeador a él, que no sabía cómo contestar a eso. Era cierto, él fue el mayor culpable. Cuando sucedió lo de Matteo,  ella eligió a el italiano sin separarse de su mejor amigo, apoyándolo en todo, a pesar de saber los sentimientos que él tenía hacía ella. La chica no dejo de lado su amistad por conflictos del corazón.

Ella se equivocó, pero el también tiene culpa.

El toma el objeto entre sus manos y observa el piso limpió, ella se va sin decir nada más. Él viendo que ya la conversación terminó, va a lavar el trapeador.

Bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora