32.

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La chica acomodó sus lentes con el dedo índice y medio, miró atentamente a Benicio y no encontró la manera de responder ciertamente a su pregunta.

— ¿Qué? — Al final, eso fue lo único que salió de la boca de la letrada.

Benicio trago en seco, no sabiendo si volver a repetir la vergonzosa pregunta. Se sentía idiota por haber comenzado una conversación de esta manera.

— ¿Qué me has preguntado, Benicio?

Nina habló al no recibir respuesta, aunque ella tampoco la haya dado. Solo quería ver si se retracta algo de su cometido.

Benicio, con una mano en los lokers, pasó la otra por su cabello.

— ¿Quién te gusta, Nina?

Su tono fue cansino, algo arrepentido, pero ya sin poder dar vuelta atrás.

— ¿Por qué me preguntás eso?

Nina abrazó su torso y miró como él cruzaba los suyos sobre su pecho.

— No me respondas con otras preguntas, Nina.

Alzó su tono, no enojado, sino avergonzado completamente.

Ella río, sin ánimo de ofenderlo, solo siendo nerviosa; aunque logró todo lo contrario en él, sí se sintió ofendido.

— No te burles de mí. Respondé.

— Lo siento, Benicio, no quiero burlarme de vos. Pero me parece muy curiosa tu pregunta.
¿Cómo responder a ella si no sé por qué la hacés?

— Ehh... — En ese momento se sintió más avergonzado sí era posible, podría jurar que hasta sus mejillas se tornaron levemente rojas.

— ¿Benicio?

Él suspiro profundamente.

— Mira Nina... — Hizo una pausa y tomo aire. — Yo no sé muy bien porqué la hago. Pero si respondes definitivamente tomaré una decisión.

— ¿Qué clase de decisión?

El se acercó un pasó, acortando un poco el metro de distancia.

— Respondé.

Nina lo miro a lo ojos, estaban mucho más cerca de lo que alguna vez habían estado, y sus alientos ni siquiera se sentían. Pero ella verdaderamente comenzó a verse en su mente más pequeña de lo que realmente era.

— Erick. Es él, es quién me gusta.

Nina sintió sus palabras salir vacías, como si aquello se lo llevara el viento de lo livianas que eran.

Benicio por su parte, se sintió desfallecer, como si su sistema nervioso colapsará y que por lo que había venido no sirviera de nada.

— Esté... — No encontró las palabras exactas para seguir. — ... Que afortunado. — Fue lo único que pudo articular con su lengua.

— ¿Cómo? — De un momento, Nina sentía que estaban en extremos muy diferentes de la conversación. — ¿Benicio vos...?

No sabía muy bien que preguntarle, que indagar, sólo intentó acercarse un poco más y tocar su hombro como forma de apoyo para darle ánimo a hablar. Aunque sólo término consiguiendo el rechazó de él al alejarse repentinamente de ella.

El chico colocó sus nudillos sobre sus labios, avergonzado, cansado y destrozado. No sabía que hacer o qué decir, si besarla y hacerle entender que él podría hacerla muy feliz, o simplemente irse y dejar todo como estaba, raro, pero sin complicarlo más.

Bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora