Rubio, sereno e inexpresivo, aquel hombre que afirmaba parentesco con ella.
Sus ojos azules, los cual ahora la observaban sin vacilación, daban una perfecta vista de su extensa profundidad. Un hombre determinado, era lo único que lograba captar.
– ¿Qué... Ha dicho? – No respiraba a un ritmo normal, de momento se transformó en algo quedado, casi no percibido y apaciguado.
– Soy tu padre, Ámbar. – No dejo nunca el contacto visual. – Y no, no estoy utilizando los diálogos de Star Wars para hacerte una mala pasada.
Sonrió, volviendo a esa aura juguetona con la que apareció. Ella se levantó cautelosa, como quien no quiere la cosa y se acercó paso a paso a él. Entonces, le propinó una cachetada.
– ¿Cómo podes cargar una sonrisa? – era retórica, dolida, pero sobre todo confundida.
– Vaya, tienes la mano igual de pesada que tu madre. – Sobo el área afectada. Sacudió su cabeza y sonrió quedito, algo apenado. – Lo merecía. Lo siento. Hubiese sido mejor que mantuviera más contacto con mi familia, aunque algo me hace pensar que de todas formas no me hubieran dicho nada.
Sus ojos suspicaces no sabían que sacar de él, por ello y el nerviosismo no respondió a su comentario despreocupado.
– debí empezar con: "mucho gusto, soy tu padre Dario" – ironizó.
– Ni siquiera se hubiera molestado en venir. De todas manera tiene una vida plena.
Él frunció el entrecejo ante lo último dicho, sin mostrar ningún enfado por lo que antecedió, mostrando que de alguna forma estaba completamente de acuerdo. O lo aceptaba, al menos.
Y suspiró, pareciendo cansado.
– Verdaderamente te pareces a mí, quizás si tuvieras el cabello corto podría hacerte pasar por varón... – Sonrió, pero aquel gesto no llegó a sus ojos. – Es broma. Te pareces a mí, pero eres una mujer demasiado hermosa como para que lo hombres no se den cuenta de tus atributos así te disfraces.
Volvió a no responder, ni siquiera tenía muy claro si era un cumplido o un comentario de desprecio.
Y él, pudo ver la inseguridad en sus ojos.
– tranquilas. Eres mi hija, se vería muy feo que ligara contigo o con cualquier chica de tu edad. Uy, aparte estoy casado. – ella se alarmó a que él pensará que creía eso. No, no tenía nada que ver.
– Eh, no, no, no... Yo sólo...
– Es broma, de nuevo – se inclinó levemente sonriendo juguetón, tratando de hacer algún tipo de reverencia a su público. – Quiero decir... – Volvió a erguirse. Se le quedo mirando unos segundos antes de seguir, tratando de hallar las palabras correctas. – Quiero decir que eres muy bonita y no se como hacer esto. Sólo trato de ganar un poco de terreno siendo... Divertido. – Y en cada palabra bajaba más su voz hasta que la última fue sólo un susurró, casi imperceptible para ella. – No se cómo se hace esto, es muy raro e inesperado. Menos he tenido que tratar con una hija adolescente, porque, mira, estoy casado y tengo dos hijos con mi esposa. El mayor es un chico y tiene once, no he tenido que tratar problemas de mujeres con él, obviamente. Después esta la nena de cuatro años con la que sólo he llegado a la etapa: tratar de que mi pierna sea libre y ella entre al kinder... Sin llorar.
Ámbar, ante lo dicho no pudo evitar sentir envidia, así sea por lo que eran sus medio hermanos – Por lo menos hasta que se demostrará lo contrario.–, ellos tenían el calor de una familia, algo que ella anhelo. Se imaginaba las escenas, porque si tan sólo ese hombre que estaba en frente hubiera estado en su vida, si el hubiera sabido... No, no hay la seguridad de que se hubiera hecho cargo de ella.
– Vaya... Veo que la haz pasado bien, igual no te hice mucha falta. – secamente respondió.
– Estas confundiendo mis palabras. – se apresuró a aclarar, ella sonrió sarcástica y dio la vuelta para volverse a sentar, a lo que él la siguió. – nunca quise jactarme de que tengo eso. Lo quiero decirte, por el amor de Dios, es que no se que hacer. Nunca he tenido que enfrentar a un hija que no sabia que tenía. – Ni lo miró, hizo como si estuviera leyendo, pero escuchaba atentamente cada palabra. – tenés que creerme. Si lo hubiese sabido no estaríamos hoy aquí, hubiera tratado de ser lo mejor para ti, por ti. Así hubiese sido ese muchacho malcriado que estaba en las drogas... – Notaba como su voz empezaba a quebrarse. No giró en su dirección. – te habría encontrado así tuviera que ir al último rincón del mundo, porque no hay nada más maravilloso que la alegría de ser padre.
Él se canso, tomó uno de hombros y la hizo girar sin esfuerzo, ella vio sus ojo acuosos.
– fue increíble enterarme que iba a ser padre de aquellos dos que tengo en casa. Pero saber, hasta hace sólo unas horas que te tenía a vos... Fue devastador. Me sentí impotente de sólo pensar que no estuve para ti en nada de tu vida. Ansioso por verte. Destrozado porque sabía que me odias desde antes de verme. ¿Y que podía hacer con ello? ¿Quedarme en casa y olvidarme de tu existencia? ¿o salir a que entiendas que sin haberte conocido te amo?
Aquello fue demasiado, ya no podía soportarlo, el nudo de su garganta casi no aguanta en salir en lágrimas; lágrimas que él ya derramaba. Entonces vio a Erick y Pedro, respiró hondo y habló.
– Saquenlo.
Y no dio más explicaciones, porque sabía de antes mano que no podría darlas sin que su voz quebrará en llanto.
Dario lo único que sintió fueron las manos de los chicos en sus hombros y antebrazos antes de reaccionar a las palabras de ella. Entonces forcejeo, porque para él la conversación no había acabado.
– ¡Entiendo! ¡Yo puedo solo! – Furioso y entristecido, Ámbar ante la imagen asintió en dirección a los chicos, que seguidamente lo soltaron. Su padre se enderezó con la dignidad que le quedaba.
– Veo que te has convertido en alguien con un control emocional excelente. Pero eso no es suficiente, tu padre va a recuperarte y no importa lo mucho que quieras huir, tenés una familia que ansia tenerte de vuelta.
– Vos nunca me tuviste.
– Venga, te he dicho que te pareces a mí, buscando los pequeños hilos de la conversación. – su cara mojada fue secada de forma digna con la manga de su camisa. – Pero, respondiendo de acuerdo a tu perspectiva, te diré que entonces te obtendré hija mía, obtendré tu corazón para cuidarlo a capa y espada como el padre que quiero ser.
Y con la voz un poco apagada todavía, se retiró del lugar.
Sí, se parecían. Los dos eran unos obstinados de primera.
Ahora la cuestión es que no podía evitar el tema como venía haciendo desde que conoció a su abuelo, ahora le había llegado de frente, delante de todos.
Él con la única intención de conocerla y ella con la intuición de que sus palabras eran sinceras.
No sabia que debía hacer, tal vez la solución era dejarse ir, pero era una decisión que chocaba con estipulada frialdad. Aunque al final todo se reducía a cuanto se esforzaban aquellas personas, y eso ella lo tenia claro, no por nada se le quedo grabado en la mente y en el corazón el esfuerzo de Simón por tratar de conocerla, y el de ellos en conjunto por lograr caminar lado a lado.
con esfuerzo y fe todo se logra.
por ende sabia que corazón tarde o temprano se derretiría.
el verdadero problema siempre ha sido asumir y aceptar la derrota.
Por lo menos el encuentro, para trabajar en lo demás y ustedes no me maten por no publicar. Aunque para que sepan que no público es porque trabajo y hasta la imaginación se me cansa, así que tengan más paciencia de la que ya me tienen, por fa.
Besos ^o^