Al agua patos

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Capítulo 1

Andrea llevaba tan solo una semana de vacaciones y ya se había desmayado tres veces. Batiendo todos sus récords. En cuanto había acabado el curso se había sentido aún más sola y sentía como si alguien le estuviera quitando la poca fuerza que tenía.

La marca le ardía al menos una vez al día, y con nadie que pudiera distraerla se dedicaba a pensar en ello demasiado tiempo. Tenía pesadillas a menudo, rememorando la noche en la que había visto a Cedric morir y a Voldemort volver.

Su padre parecía ausente, distraído y muchas veces asustado. A cada rato le preguntaba a Andrea como se encontraba, la trataba como un cristal que en cualquier momento se fuera a romper. Eso a ella no le sentaba muy bien.

Llevaba desde el principio de las vacaciones enfadada con él. En cuanto habían llegado a casa le había prohibido bajo cualquier circunstancia enseñar el tatuaje del brazo a alguien, ni siquiera podía enseñárselo a su madre o a su hermano. 

Ambos sabían que ocurría algo entre padre e hija, pero ninguno decía palabra sobre ello y cada vez que lo sacaban, uno y otro rehuían del tema. La tensión que había en la casa se podía cortar con un cuchillo.

Para lo único que había aceptado Andrea en hablar con él fue para que le enseñara a camuflar la marca, pero era casi imposible. Por muchos hechizos y encantamientos que se pusieran sobre ella. Quedaba proyectada una sombra en su piel, recordándole que no iba a poder escapar nunca de ella.

Ni siquiera el mismo Dumbledore había sido capaz de difuminarla por más de un minuto, la marca volvía a resurgir en su brazo muchas veces causándola dolor como si tratara de castigarla por intentar borrarla.

Su padre tampoco había querido contestar las miles de preguntas que Andrea se formulaba, como por ejemplo por qué tenía la maldita marca en el brazo o que era lo que Voldemort quería de ella. Ni siquiera a la simple pregunta sobre Atenea Bletchley, se había limitado a responder que si los apellidos eran los mismos se debía a una mera casualidad. Andrea sabía perfectamente que eso era la mayor mentira que su padre le había dicho hasta el momento. 

Eran tantas las emociones que la invadían que era incapaz de mostrarlas. Desde que era pequeña Andrea siempre había estado sonriendo, era lo que más la representaba, pero desde que había dejado el colegio y a sus amigos era incapaz de hacerlo. Pocas veces, su madre o su hermano conseguían sacarla una pequeña sonrisa.

Y al igual que no podía mostrar el mínimo resquicio de felicidad tampoco podía mostrar la tristeza que muchas veces la embargaba. Era incapaz de llorar y desahogarse, pensara en lo que pensara las lágrimas se negaban completamente a salir.

Andrea sentía que podía explotar en cualquier momento, que todas esas emociones que la consumían, iban a escapar a la vez de golpe. Ella intuía que el resultado no iba a ser bueno, porque sabía que al igual que no iba a poder controlar sus sentimientos tampoco iba a poder controlar su magia y temía las consecuencias de ello. Andrea era una persona muy impulsiva y eso, la mayoría de veces no le hacía ningún bien.

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Andrea se encontraba sentada en el borde de la piscina con un bikini azul. Se apoyaba hacia atrás con las palmas de las manos. Tenía el cuello inclinado también hacía atrás para que el sol le diera justo en la cara. Con los ojos cerrados sentía como los pequeños rayos se colaban entre sus parpados y el calor le abrasaba las mejillas.

Daba suaves patadas removiendo el agua que tenía a sus pies, el agua estaba helada, pero a ella no le importaba, sabía que era imposible que esa piscina pudiera calentarse.

Andrea Bletchley y la orden del fénix ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora