El único al que temió

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Capítulo 41

—¡No se ha ido! —bramó Harry.

Andrea comenzó a temblar de rabia, pero ya no trataba de zafarse de Kingsley. No lo creía; no quería creerlo. Harry seguía forcejeando con Lupin con toda la fuerza que le quedaba, pero Lupin no lo entendía y no le dejaba marchar. Andrea escuchaba a las personas susurrar tras el velo.

—¡SIRIUS! —gritó Harry—. ¡SIRIUS!

—No puede volver, Harry —insistió Lupin; la voz se le quebraba mientras intentaba retener al chico—. No puede volver, porque está m...

—¡NO ESTÁ MUERTO! —rugió Harry—. ¡SIRIUS!

Alrededor de ellos reinaba una gran agitación y surgían destellos de nuevos hechizos; pero era un bullicio sin sentido.

Aquel ruido no tenía ningún significado para Andrea y Harry porque ya no les importaban las maldiciones desviadas que pasaban volando a su lado, no les importaba nada; lo único que les interesaba era que Lupin dejara de fingir que Sirius, que estaba al otro lado del viejo velo tan sólo a unos palmos de ellos, no saldría de allí en cualquier momento, echándose hacia atrás el pelo negro, deseoso de volver a entrar en combate.

Kingsley comenzó a hacerla retroceder y Andrea no opuso resistencia. Lupin alejó también a Harry de la tarima, pero él, que no apartaba los ojos del arco, no entendía por qué Sirius lo hacía esperar tanto, y empezaba a enfadarse...

Sin embargo, mientras Harry seguía intentando soltarse de Lupin, a Andrea se le ocurrió pensar que hasta entonces Sirius nunca los había hecho esperar. El padrino de Harry siempre lo había arriesgado todo para verlos, para ayudarlos. La única explicación posible a que Sirius no saliese de detrás del arco cuando Harry lo llamaba a voz en grito, como si su vida dependiera de ello, era que no podía regresar, que era verdad que estaba...

Dumbledore tenía a casi todos los otros mortífagos agrupados en el centro de la sala, aparentemente inmovilizados mediante cuerdas invisibles; Ojoloco Moody había cruzado la sala arrastrándose hasta donde estaba tirada Tonks e intentaba reanimarla; detrás de la tarima todavía se producían destellos de luz, gruñidos y gritos: Kingsley había soltado de repente a Andrea, que ya no quería moverse, y había ido hasta allí para relevar a Sirius en el duelo con Bellatrix.

—Harry, Andrea...

Neville había bajado uno a uno los bancos de piedra hasta llegar a donde estaba sus compañeros, Harry ya no peleaba con Lupin, quien de todos modos seguía sujetándole el brazo, por si acaso.

—Harry..., lo siento mucho... —dijo Neville. Todavía agitaba las piernas de modo incontrolable—. Ese hombre..., Sirius Black..., ¿era amigo tuyo?

Harry asintió con la cabeza.

—Ven aquí —le indicó Lupin a Neville con voz queda, y apuntando con la varita a sus piernas, dijo—: ¡Finite! —Así cesó el efecto del hechizo. Neville por fin pudo poner los pies en el suelo y sus piernas dejaron de moverse. Lupin estaba muy pálido —. Vamos..., vamos a buscar a los demás. ¿Dónde están, Neville?

Mientras preguntaba eso, Lupin fue apartándose del arco. Daba la impresión de que cada palabra que pronunciaba le causaba un profundo dolor.

—Están todos allí —afirmó Neville—. A Ron lo ha atacado un cerebro, pero creo que está bien. Y Hermione continúa inconsciente, pero le hemos encontrado el pulso...

Entonces se oyó un fuerte golpetazo y un grito detrás de la tarima.

Andrea vio que Kingsley caía al suelo aullando de dolor: Bellatrix Lestrange empezó a huir, pero Dumbledore se volvió y le lanzó un hechizo que ella desvió para luego comenzar a subir por las gradas...

Andrea Bletchley y la orden del fénix ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora