El juicio

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Capítulo 10

Harry no pudo contener un grito de asombro. La enorme mazmorra en la que había entrado le resultaba espantosamente familiar. No sólo la había visto antes, sino que había estado allí. Era el lugar que había visitado con Andrea dentro del pensadero de Dumbledore, donde había visto cómo sentenciaban a los Lestrange a cadena perpetua en Azkaban.

Las paredes eran de piedra oscura, y las antorchas apenas las iluminaban. Había gradas vacías a ambos lados, pero enfrente, en los bancos más altos, había muchas figuras entre sombras. Estaban hablando en voz baja, pero cuando la gruesa puerta se cerró detrás de Harry se hizo un tremendo silencio. Una fría voz masculina resonó en la sala del tribunal:

—Llegas tarde.

—Lo siento —se disculpó Harry, nervioso—. No... no sabía que habían cambiado la hora y el lugar.

—De eso no tiene la culpa el Wizengamot —dijo la voz—. Esta mañana te hemos enviado una lechuza. Siéntate.

Harry miró la silla que había en el centro de la sala, que tenía los reposabrazos cubiertos de cadenas. Había visto cómo aquellas cadenas cobraban vida y ataban a la persona que se había sentado en la silla. Echó a andar por el suelo de piedra y sus pasos produjeron un fuerte eco. Cuando se sentó, con cautela, en el borde de la silla, las cadenas tintinearon amenazadoramente, pero no lo ataron. Estaba muy mareado, a pesar de lo cual miró a la gente que estaba sentada en los bancos de enfrente.

Había unas cincuenta personas que, por lo que pudo observar, llevaban túnicas de color morado con una ornamentada «W» de plata en el lado izquierdo del pecho; todas lo miraban fijamente, algunas con expresión muy adusta, y otras con franca curiosidad.

En medio de la primera fila estaba Cornelius Fudge, el ministro de Magia. Fudge era un hombre corpulento que solía llevar un bombín de color verde lima, aunque ese día no se lo había puesto; tampoco lucía aquella sonrisa indulgente que le había dedicado a Harry cuando en una ocasión habló con él. Una bruja de mandíbula cuadrada y con el pelo gris muy corto estaba sentada a la izquierda de Fudge; llevaba un monóculo y su aspecto era verdaderamente severo. A la derecha de Fudge había otra bruja, pero estaba sentada con la espalda apoyada en el respaldo del banco, de manera que su rostro quedaba en sombras.

—Muy bien —dijo Fudge—. Hallándose presente el acusado, por fin podemos empezar. ¿Están preparados? —preguntó a las demás personas que ocupaban el banco.

—Sí, señor —respondió una voz ansiosa que Harry reconoció al instante.

Era Percy, el hermano de Ron, que estaba sentado al final del banco de la primera fila. Harry miró a Percy esperando ver en su rostro alguna señal de reconocimiento, pero no la encontró. Percy tenía los ojos clavados en su pergamino, y una pluma preparada en la mano.

—Vista disciplinaria del doce de agosto —comenzó Fudge con voz sonora, y Percy empezó a tomar notas de inmediato— por el delito contra el Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad y contra el Estatuto Internacional del Secreto de los Brujos, cometido por Harry James Potter, residente en el número cuatro de Privet Drive, Little Whinging, Surrey.

» Interrogadores: Cornelius Oswald Fudge, ministro de Magia; Amelia Susan Bones, jefa del Departamento de Seguridad Mágica; Dolores Jane Umbridge, subsecretaria del ministro. Escribiente del tribunal, Percy Ignatius Weasley...

—Testigo de la defensa, Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore —dijo una voz queda por detrás de Harry, quien giró la cabeza con tanta brusquedad que se hizo daño en el cuello.

En ese instante Dumbledore cruzaba con aire resuelto y sereno la habitación; llevaba una larga túnica de color azul marino y la expresión de su rostro era de absoluta tranquilidad. Su barba y su melena, largas y plateadas, relucían a la luz de las antorchas; cuando llegó junto a Harry miró a Fudge a través de sus gafas de media luna, que reposaban hacia la mitad de su torcida nariz.

Andrea Bletchley y la orden del fénix ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora