XI. Dipper.

82 17 0
                                    

— ¿Me podrían dejar ir? —. Hablé con tranquilidad. Estaba atado en el suelo y hacía más o menos media hora estaban hablando entre ellos mientras mis ojos estaban cerrados por una tela negra. Mis manos estaban anudadas en mi espalda, de una manera casi tortuosa.

— ¿Qué se cree este malnacido? —. Y me dieron una patada en la mejilla, haciendo que cayera al suelo. Los hombres, tres, rieron. Uno tenía un diente de oro. ¿Cómo lo sabía? Arrastraba las letras como tocando con su lengua un diente.

—Es un riquillo.

—No les darán dinero por mí—. Y entonces sentí los pasos de un hombre que no había captado anteriormente. Él se sentó frente a mí, me levantó y quitó la tela de mis ojos. Todos se asustaron con aquello, pero aquel parecía alguien muy importante para no hacerle nada.

—Es cierto—. Él sonrió. Era el segundo hombre más guapo que había visto, el primero era Bill. ¿Wirt? Bueno, lo amo y todo, pero él era muy común. Este hombre era de cabello castaño corto, de barba y ojos verdes. Sus labios eran gruesos y tenía un piercing en su enorme nariz—. No darán dinero por ti.

— ¿Qué quieres? —. Crucé mis piernas, como si aquello fuera lo más común. Él sonrió.

—Eres un chico muy lindo.

—Kaiser... —. Oh, así que era el jefe. Ladeé mi cabeza. Él miró por unos segundos a los sujetos que preferí no detallar, para luego mirarme y darme toda su atención.

—Dipper Pines. Es sorprendente que los rumores sobre ti sean ciertos. Él gemelo Pines que decidió meterse en la mierda—. Tomó los lentes de su camisa y se los colocó—. Un chico listo, llamativo y...

— ¿A qué quieres llegar? —. Sonrió.

—Y con una habilidad especial—. Abrí los ojos. Estaba realmente sorprendido—. Ah, veo que ya sabes por donde va la cosa—. Se levantó—. Verás, Dipper Pines, tú tienes algo que yo llamo "definitiva inmortalidad mortal" —. Ah, ese hombre no era un sujeto de mafia. Era un científico. Qué asco. Otro hombre que me quería como conejillo de indias—. Y quiero que estés de mi lado. Porque... Joder, que bellos ojos—. Me reí. Él se acercó a mí, y con sus dedos abrió mis parpados, comenzando a mirar mis ojos detalladamente—. Definitivamente eres un ángel.

Y entonces, por las puertas de madera de aquella vieja casa, una camioneta apareció, tirando varias columnas. Sonreí. El sujeto lindo se había entretenido viendo a Bill romper la pared. Yo di una vuelta para atrás, salté encima de mis manos juntas, y corté la cabuya con una cuchilla que tenía en mi lengua. ¿Peligroso? Da igual.

— ¡Dipper! —. Corrí hasta la parte trasera de la camioneta, no sin antes tomar una pistola de la mesa.

—Eres muy guapo—. Grité al hombre—. Pero no dejaré que experimentes conmigo—. Y le tiré un beso, gritándole a Bill que arrancara el auto. Los vi completamente atónitos, demorando en reaccionar, para luego, tomar sus cosas y las motos.

— ¡La nota decía que a las once! —. Me gritó Bill. Yo me trepé en el techo de la camioneta e ingresé a esta por la ventana de arriba. Busqué en el suelo algunas balas, puesto que el arma no traía balas—. Joder, ¿me estas escuchando?

—Sí, idiota. No pensé que esto fuera a demorar—. Preparé las balas, y un disparo dio en la parte de atrás. Bill saltó—. No dejes de conducir. No importa qué, no dejes de conducir—. Y me levanté, saliendo nuevamente por el techo del auto.

Estábamos en la zona rural, por ende, no había muchas personas que nos escucharan en medio de un tiroteo. Comencé a disparar, mientras buscaba en la parte de atrás más armas. Tomé una escopeta cuando se acabaron las balas. Continúe disparando, y una de las motos se acercó a un lado de Bill.

Lo vi, asustado, para luego tomar un perfume y echarlo en los ojos del tipo. Me reí, que tierno era. Continué disparando, hasta que Bill tomó por un desvió dentro de un túnel. No sabía que existía, y creo que ninguno lo sabía.

Los perdimos, suspiré alegre y volví al puesto del copiloto.

— ¡Estas lleno de sangre! —. Miré mi blusa. Tenía más agujeros de los que podía recordar. Suspiré, estaba cansado, mareado, necesitaba reponer energías.

—Vamos a un motel—. Él me miró unos segundos, y luego me mandó un beso.

—Sé dónde podemos quedarnos.

Avaricia y orgullo. |BillDip|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora